38. Fin, ¿o no?

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No. No, no.

Esto no podía ser verdad. Joanne, su Joanne, tirada en el centro de la cabaña destartalada con su vestido lleno de sangre. Y otro cuerpo más unos pasos más allá.

—Aquí hay alguien más —gritó Kellogg desde el otro extremo. Dominic le había pedido que amarrara los caballos lejos del fuego para no espantarlos—. Tiene una bala en el pecho, está muerto.

Heartstone, no quería dejar cabos sueltos, aparentemente.

Sacudió la cabeza de un lado a otro y salió de su letargo, secó las lágrimas de sus ojos con la manga de su abrigo, tenía que sacar a Joanne de allí, no podía dejar que su cuerpo se quemara hasta las cenizas. Tenía unos minutos, ya que el aire no soplaba tan fuerte como en otoño.

—Kellogg, ayúdame aquí —gritó Dominic al conde. Superó la agitación de su corazón y con el ritmo furioso que él mismo había marcado, empujó y pateó la puerta, pero esta simplemente no cedió—. Trae ese tronco rápido.

Miró por encima del hombro a la pequeña ventana al lado de la puerta. Podía ver que las llamas empezaban a extenderse más cerca de Joanne. No, él no se daría por vencido, debía sacarla ya.

Bajó rápidamente los escalones y le arrebato el tronco de las manos a Kellogg para abrir la puerta de un buen golpe.

—Más rápido, dije.

—Soy un anciano.

—Serás un maldito hombre muerto si no sigues el ritmo. Más rápido.

Kellogg miró por encima del hombro la cabaña, deteniéndose, con miedo al fuego.

—¿Ahora qué? —bramó Dominic.

Girándose hacia atrás justo a tiempo para ver una viga ardiente caer delante de la casa, creando un aro de fuego en la puerta.

Su mundo, su aliento, su alma se detuvieron.

Pasó un segundo.

Dos.

Tres.

Corrió tan rápido como su pierna se lo permitió y arremetió con toda su fuerza para votar la estúpida puerta. Un crujido sonó y finalmente la puerta cedió, en tres pasos estaba junto a su esposa. Tomo a Joanne en sus brazos y salió corriendo de allí, en el instante que estuvo alejado de la cabaña abrazó con todas sus fuerzas el cuerpo sin vida de su esposa.

—Se ha ido —susurró Kellogg—, era casi imposible que Heartstone la dejara vivir. Y si ella descubrió algo más...

La voz del conde sacó a Dominic de su estado de shock.

Dejó a Joanne en el piso con cuidado y se puso de pie de un salto, haciendo que el maldito bastardo diera un salto atrás, con toda la rabia y el dolor que sentía le dio un puño directamente al rostro, el conde cayó y Dominic siguió golpeándolo en el piso. Tomó la daga de su cintura y la puso en el cuello de Kellogg.

—Ella se ha ido. Y todo ha sido por tu maldita culpa, será mejor que reces maldito infeliz ya que este es tu último día en la tierra —escupió.

Kellogg movió la cabeza a un lado y señaló a Joanne.

—Ella se movió, aun esta con vida.

Dominic lo soltó y corrió hacia Joanne. Lo primero que tenía que hacer y no hizo fue revisarla, asumió que el maldito de Heartstone la había asesinado por la sangre que vio en su vestido. Colocó su oído sobre su pecho y tocó su cuello delicadamente con la yema de sus dedos; un pulso débil, gracias al cielo, respiraba lentamente, llevando el aire con dificultad a sus pulmones.

El Duque del EscándaloDonde viven las historias. Descúbrelo ahora