17. Recordando.

847 176 124
                                    

Era la prueba exacta que necesitaba. Incluso mientras levantaba las faldas de Joanne, no estaba seguro de lo que iba a encontrar. Una cortesana magistral. Posiblemente una mujer que acababa de enviudar y que no tenía experiencia. O una mujer en algún punto de la gama entre las dos anteriores.

Que Joanne fuera virgen no era una de sus opciones.

  Pero para él, era una prueba. Prueba de que no era una actriz más enviada por Kellogg. Ella no era una cortesana enviada para arruinarlo con alguna artimaña elaborada.

  Esperaba que Bates llegara pronto con toda la información sobre la familia de Joanne. Y descubrir la razón por la que ella se encontraba allí.

  De momento, él le pediría formalmente que se casara con él.

  Todavía incrustado profundamente en ella, abrió los ojos. Un brillo perlaba en su frente y su aliento saliendo en jadeos cortos que no llegaban completamente a sus pulmones.

  Su cuerpo encajado firmemente entre él y la pared con las piernas envueltas alrededor de su cintura, él levantó su mano izquierda de su trasero para sujetar su cabeza, sus dedos se enredaron en su cabello. Tragó saliva contra su propia respiración dificultosa.   —Maldita sea, Joanne, deberías haberme dicho que eras virgen.

  —Asumiste que yo era una mujer suelta   —jadeo ella, expulsando el poco aire que había logrado juntar en su pecho—. ¿Que yo era una…?

    —No sabía lo que eras, puesto que la forma en que llegaste a Hastings es muy sospechosa. Y luego, está también la forma cómo tu cuerpo reacciona al mío, tal como lo hizo en el  beso del despacho y luego lo que pasó en la biblioteca. La forma en que te retuerces bajo mis manos. Es… No es normal. Pensé que era practicado.

  Sus ojos se abrieron de golpe hacia él, un rubor llenó sus mejillas.   —Está mal, ¿qué hago? Yo no…

  Su boca cubrió la de ella, cortando sus palabras. La besó, largo y perezoso, su lengua explorando el sabor de ella solo por el bien del descubrimiento.

  Él se separó, inclinando su frente  hacia adelante para tocar la de ella.   —Lo que haces es exactamente correcto. Todo. Desde ese pequeño grito que queda atrapado en tu garganta cuando mis labios están sobre tus pezones, hasta la forma en que jadeas y te aprietas a mi alrededor cuando te corres. Está bien. Es perfecto. Todo.

  El alivio llenó sus ojos dorados, la pizca de ámbar en su iris cobró vida.   —Bueno. No puedo controlarlo. No contigo. Nunca he tenido ese problema con otros pretendientes…

  —No me hables de otros pretendientes, por favor.

  —Déjame terminar. Tuve dos pretendientes y nunca me sentí así, pude controlar mis sentimientos, no quería ni siquiera un beso en la mejilla, pero contigo, Dominic…

    —Conmigo, ¿qué?

  —Contigo mi cuerpo hace cosas que mi mente sabe que están mal  —respondió, negando con la cabeza.

    —Nada de lo que tu cuerpo expresa conmigo está mal, nos casaremos tan pronto como podamos, solo se requiere un hombre dispuesto a hacerlo. Hablaremos con el párroco después del desayuno. Escribiré a tu familia...

  Sus ojos se abrieron como platos.   —¿Casarnos? Yo… no.

    —¿No?   —Sacudió la cabeza, sin poder creer que acababa de escuchar la palabra —. ¿Qué creías que era esto, Joanne? Dije que no habría vuelta atrás.

    —No dijiste nada sobre el matrimonio.   —Sus ojos se cerraron por un largo momento. Cuando sus pestañas se abrieron, su mirada se dirigió hacia el techo—. Supuse… yo pensé que…

El Duque del EscándaloМесто, где живут истории. Откройте их для себя