16. Sin vuelta atrás

900 180 155
                                    

—Vamos a dormir un rato más, es demasiado temprano para estar levantados —señaló Dominic, tendiendo su mano a Joanne, como si tuviera miedo que ella fuera a cambiar de opinión nuevamente—. A menos que quieras dar un paseo a caballo por los alrededores.

Joanne negó con la cabeza, como única respuesta.

Caminaron en un silencio cómodo uno al lado del otro, esto se sentía tan perfecto.

Llegaron demasiado rápido a las habitaciones para su propio gusto y Dominic se despidió de ella en la puerta que daba al pasillo. Por un momento Joanne pensó que la encerraría otra vez, pero él solo sonrió.

—Descansa Joanne, nos vemos en un rato.
Ella se quedó mirando la puerta cerrada de su habitación, esperando a que se abriera.

  Deseando que él entrara.

  No lo hizo.

  Dominic se había ido a descansar.

  De verdad estaria cansado. O solo pensó que ella quería un poco de privacidad para organizar sus pensamientos.

  Debía tratar de descansar. Tenía varios días soñando con incendios, fuego y alguien exigiendo una venganza.

  La piel de su brazo izquierdo picaba, así que acomodó su guante y tiró de él en su mano izquierda a lo largo de su brazo. Los nervios normalmente le hacían eso a su piel, así como también lo hacía el aire después de unos minutos sin el guante. Sentía la piel seca. Estirada, tirante. Le daban ganas de rascar las cicatrices con saña, llegando al punto de sacarse sangre. A juzgar por las cicatrices que veía a lo largo de su brazo era algo que había hecho antes, demasiadas veces a su pesar.

  No fue hasta que tuvo el largo guante de cabritilla acomodado perfectamente en su lugar, el dobladillo buen sujeto en la parte superior del brazo, que se sintió un poquito mejor.

Algo le decía que no descansaría el día de hoy. Y si era sincera consigo misma, tenía miedo de dormir y volver a soñar con fuego, venganza y burlas siniestras. Eso no estaba bien.

¿Ya se habría dormido Dominic?

Sabía que si se acercaba a la puerta para hablar con él, con gusto aceptaría. Él era tan caballeroso que no negaría una palabra. Y ella no estaba segura de solo querer hablar con él. Habían compartido varios besos en el establo. Besos devastadores que la consumían, pero que también la hacían desear algo más.

Se había quejado muchas veces de ser una cautiva. Ahora se daba cuenta que no lo era, estaba allí no solo porque deseaba que Dominic la protegiera de lo que sea que hubiera pasado, sino, porque empezaba a sentir algo más profundo por él.

  Maldito sea el hombre.

  Maldita sea su propia idiotez.

  Habían pasado varios minutos desde que él la dejó en la puerta exterior de la habitación, corrió hacia la puerta que comunicaba las habitaciones y la abrió bruscamente, buscó en toda la estancia pero no lo encontró. El hombre no practicaba lo que predicaba, aparentemente. Le había dicho que descansara pero él había salido a hacer quien sabe qué, a horas tan impías de la mañana.

  Ash. Ahora se arrepentía de no haber aceptado el estúpido paseo por la propiedad.
Se dio la vuelta para volver a su propia habitación.

—¿Buscabas algo en mi habitación? —Preguntó él, detrás de ella sacándole un  grito debido al susto que se llevó al verlo parado dentro de su habitación.

—¿Qué estás haciendo allí?

—Creo que lo justo es que respondas mi pregunta primero y luego yo la tuya —respondió con una sonrisa en los labios y una ceja sardónica levantada.

El Duque del EscándaloWhere stories live. Discover now