5. Serás libre.

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Dos días.

Había estado atrapada en esta habitación bajo llave dos días.

El doctor vino a verla y luego de un examen, mil preguntas y varias recomendaciones, confirmó lo que ella ya sabía; había perdido parte de sus recuerdos debido al golpe que recibió.

El hombre insufrible había entregado comida, comida terriblemente deliciosa, además. Hizo entrar a una criada para vaciar el orinal. Se aseguró de tener suficiente leña para la chimenea, no es que la habitación necesitará más calor. Con los postigos cerrados contra las ventanas, no había tenido la menor bocanada de aire fresco en días.

Pero más allá de eso, no había captado el más mínimo atisbo de este lugar en el que estaba cautiva, excepto por las cuatro paredes que la rodeaban.

Quitando la atención a las persianas que eran su pesadilla actual, Joanne se miró las uñas. Las astillas blancas de sus uñas se habían desgastado hasta la piel, y ahora punzadas de dolor subían por sus dedos cada vez que las puntas tocaban algo.

Había intentado todo lo que se le ocurrió para abrir uno de los postigos de su ventana. Una astilla de madera que había tallado contra la rejilla de la chimenea para obtener una punta afilada. Se rompió en la cerradura. Sus propias uñas arañando la madera que sujetaba las bisagras. Apenas había hecho un rasguño en la dura madera. La parte inferior de una de las patas de la mesa auxiliar que ella había destrozado y luego había tratado de encajar para hacer palanca a lo largo del borde inferior de la contraventana. Ese eje de madera se había astillado en sus manos.

Había poco con lo que trabajar en la habitación. Los cajones de la cómoda estaban vacíos a excepción de las sábanas de la cama y dos paños. Un cepillo para el cabello con mango de plata que no le hizo ningún bien. Ojalá hubiera tenido pasadores en el cabello en lugar de una trenza atada con una cinta. Un alfiler le habría permitido al menos la posibilidad de forzar una de las cerraduras de las persianas.

No es que supiera abrir una cerradura. Pero no tenía nada más que tiempo en sus manos y podría ser capaz de resolverlo.

Toda la recompensa que recibió por sus esfuerzos fueron dedos ensangrentados y una paciencia que se estaba debilitando mucho, mucho.

Cada vez que Dominic había entrado en la habitación durante los últimos días, le había preguntado con frialdad si tenía algo que decirle. Su respuesta era siempre la misma. No.

No, a menos que quisiera inventar una historia fantástica sobre lo que buscaba. Pero ella no tenía la menor idea de quién era el hombre, mucho menos qué tendría que robar para que ella estuviera dispuesta a escalar un castillo en su búsqueda.

Por la fría brutalidad que emanaba de él, asumió que una mentira fácilmente detectada de sus labios no sería bien recompensada.

Un tintineo en la cerradura de la puerta llamó su atención. A juzgar por la luz del sol que entraba por las rendijas superiores de las persianas, todavía era mediodía, demasiado temprano para que el hombre insufrible apareciera con la cena.

Tal vez había descubierto, cómo llegó ella aquí, el malvado giro del destino que la había puesto en su camino.

Tal vez él estaba entrando para liberarla. Pedirle disculpas por el gran malentendido que era todo esto.

La cerradura de la puerta giró y la puerta se abrió.

Una cabeza, una pequeña cabeza, se asomó por la puerta de la habitación.

—Oh, tú... tú existes.

Una niña, de no más de diez o doce años con rizos rubios enmarcando un hermoso rostro y enormes ojos azules, se inclinó más allá de la puerta, un pie se coló en la habitación. Joanne se quedó boquiabierta.

El Duque del EscándaloWhere stories live. Discover now