13. Una charla amena.

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Dominic abrió la puerta de su estudio y miró hacia el pasillo principal. Las sombras abrazaron el corredor con solo unos pocos candelabros encendidos para que nadie tropezara; más allá de eso, estaba en silencio, sin un alma cerca.

Se las había arreglado para evitarla durante dos días.

Abrió la puerta por completo y salió. ¿En qué se había convertido? Escondido en su propia casa.

Pero no estaba listo para volver a ver a la exasperante mujer. No después de ese beso.

Un beso que lo había chamuscado cómo un trozo de leña ardiendo directamente a través de su pecho. Un beso que había hecho que su sangre hirviera demasiado rápido y su polla se tensara gravemente.

El desdén con el que lo había enfrentado en el estudio. La diatriba que le había lanzado, debería haberlo enviado a una furia iracunda. En cambio, había enviado sus labios a los de ella. Su cuerpo ansioso por tocarla.

Y no era solo porque ella fuera hermosa, él evitaba con pericia las trampas de las mujeres hermosas. O al menos eso pensaba.

No, era su indignación sangrienta por la injusticia de lo que él le había hecho a su hermana. Indignación en nombre de una de las dos personas que le importaban en esta vida.

Se había convertido en una reina vengadora, defensora de los inocentes.

Lo peor de todo era que la maldita mujer tenía razón. Había utilizado a Charlie, para sus propios fines. Un plan imbécil.

Salió al pasillo y caminó directo a su habitación.

No quería arriesgarse a otro encuentro con ella esta noche. No cuando era tarde y estaba exhausto.

No podía permitirse volver a caer en su trampa.
Había bajado la guardia una vez antes, dejó que una hermosa mujer se aprovechara de su polla. Había pasado un año desde que una bruja seductora, se había metido en su cama y casi le cuesta todo. Y ella no había sido ni la mitad de hermosa que Joanne.

Necesitaba mantenerla fuera de los límites, sin importar en qué insistiera su polla. No importaba que se encontrara mirándola desde lejos, deseando tocar su cuerpo, disfrutando de su risa.

Fuera de los límites, por la destrucción que podría causar.

Eso suponiendo que Kellogg la hubiera enviado como su próxima espía.

El molesto pensamiento apareció en su cabeza. El pensamiento que había estado ignorando desde que la vio tendida boca abajo en el suelo debajo de las vides.

¿Y si Kellogg o uno de sus otros enemigos no la hubieran enviado? ¿Y si ella no estaba allí para arruinarlo?

¿Entonces que haría?

Porque sus acciones contra Joanne habían sido malvadas, eso por decir lo mínimo. Absolutamente bárbaro en el peor de los casos.

Encerrarla en una habitación.
Mantenerla aquí en contra de su voluntad.

Besarla cuando era su cautiva.

Él tenía todo el poder y ella no tenía ninguno, y lo sabía muy bien.

No importaba que ella le hubiera devuelto el beso. Que su cuerpo se hubiera presionado contra el de él. Que suaves gemidos se hubieran escapado de su garganta.

El disgusto consigo mismo curvó su labio y comenzó a caminar con rabia por el pasillo.

A medio camino de la escalera principal, un gruñido resonó en el pasillo detrás de él. Giró y volvió sobre sus pasos hacia el sonido.

El Duque del EscándaloWhere stories live. Discover now