11 | una historia de amor

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A medida que el día llegaba a su fin, y los Shelby gradualmente cedían su ira hacia Tommy por marcharse sin decir una palabra, Hetty se encontró acostada en uno de los muchos sofás de felpa en la sala de estar de Tommy con un libro abierto sobre su estómago y su cabeza en el regazo de Ada. Polly estaba sentada a la derecha de Ada, y tales eran sus posiciones que los pies de Hetty colgaban sobre el apoyabrazos del sofá, pateando el aire distraídamente mientras leía.

Polly y Ada hablaban en voz baja y de vez en cuando se detenían cuando escuchaban disparos provenientes del exterior. Los Shelby, Mason y Michael se habían encargado de emborracharse en el camino de entrada y empezaron a disparar armas, ya fuera contra objetivos inmóviles o entre ellos, Hetty no lo sabía.

De cualquier manera, cada vez que se disparaba un arma, se estremecía y esperaba a que uno de ellos entrara corriendo, gritando que alguien había recibido un disparo.

—Entonces, ¿de qué están hablando? —preguntó una voz tranquila, sorprendiendo tanto a Polly como a Ada.

Mirando hacia arriba, los ojos de Hetty se abrieron con sorpresa cuando vio a Tessa Shelby apoyada contra el marco de la puerta, y una túnica de gran tamaño envuelta alrededor de su cuerpo frágil mientras la sangre parecía drenarse de su rostro cuanto más tiempo permanecía allí.

Cerrando su libro, Hetty siguió el ejemplode  Polly y Ada y se puso de pie.

—No deberías estar levantada —dijo Polly, acercándose a Tessa y tomándola del brazo.

—Ya no puedo sentarme, Pol —dijo Tessa, mientras Polly la ayudaba a sentarse en el sofá—. No puedo simplemente quedarme en la cama. Me siento bien. Por favor, no me des sermones.

—No lo haré, siempre y cuando no te rasgues los puntos —respondió Polly con severidad.

—Pasaron dos semanas —dijo Tessa, levantándose la camiseta para lucir los vendajes—. Nunca voy a mejorar si no lo intento.

—¿Estás segura, Tess? —preguntó Ada—. ¿Esto es porque Tommy se fue?

—Eso, y el hecho de que me siento inútil —respondió Tessa—. Nunca fui de las que se quedan sentadas sin hacer nada. 

—Bueno, tómalo con calma —dijo Polly—. ¿Debería traer a los chicos?

—Volverán pronto —respondió Ada—. No tiene sentido interrumpir lo que sea que estén haciendo.

—Voy a ir a verlos —dijo Polly, agarrando su abrigo—. No quiero que le enseñen nada a Michael.

Al salir de la habitación, Ada se giró en su asiento para mirar a Tessa—. Estoy orgullosa de ti. Te comportaste bastante bien con todo esto.

—Si no lo hago, seré un desastre emocional —respondió Tessa—. Preferiría no tener el colapso mental de Tommy y el mío en mis manos.

—¿Te gustaría algo de comer? —preguntó Ada, poniéndose de pie.

—Lo que sea que esté en las cocinas —dijo Tessa—. Siento que no he comido en días.

—Se nota —comentó Ada—. Estás delgada.

—Gracias, Ada —murmuró Tessa—. No es que no me haya dado cuenta.

La partida de Ada dejó a Hetty y Tessa solas. Sentada en el sofá, Hetty apenas miró a Tessa hasta que la mujer mayor le puso una mano en el brazo—. Hetty, ¿estás bien?

—Me alegra que estés bien —dijo Hetty, ignorando la pregunta—. Pensé que ibas a morir.

—Se necesitará mucho más que una bala para matarme —dijo Tessa—. No te preocupes por eso.

—Tommy se fue —dijo Hetty—. ¿Sabías?

Tessa asintió—. Vino a verme. No tenía sentido intentar detenerlo, así que solo le dije que se asegurara de alimentar a Bella y regresar en una pieza.

—Se fue a Gales —murmuró Hetty—. ¿Por qué crees que se ha ido?

Tessa se encogió de hombros—. Creo que tiene algo que ver con ese zafiro. Se estaba volviendo loco justo antes de que me dispararan porque Tatiana le dijo que estaba maldito.

Hetty sabía todo acerca de lo supersticiosos que eran los gitanos, y cómo la noticia de que una joya maldita solo traería terribles consecuencias. A la luz de esto, Hetty sabía que Tommy solo estaba actuando como lo hacía debido a su educación gitana, y cómo se culpaba a sí mismo por no darse cuenta de que el zafiro estaba maldito.

La puerta principal se abrió y precedió a la llegada de los hermanos Shelby, Mason y Michael, tres de los cuales parecían estar absolutamente borrachos. Arthur, John y Mason tropezaron con Tessa y casi cayeron encima de ella si no fuera por Polly, Hetty y Michael empujándolos hacia atrás.

—Recibió un disparo —espetó Pol mientras John pasaba un brazo por los hombros de Hetty—. Contrólense.

—Michael, dame una mano —dijo Tessa, haciéndole un gesto para que la ayudara a ponerse de pie. Él la miró con terror, probablemente temiendo lastimarla, pero le dio una mano—. Gracias.

Tessa se puso de pie y dejó que los chicos la abrazaran, aunque tuvieron cuidado con sus heridas en caso de que la lastimaran o desencadenaran la ira de Polly. Arthur puso una mano en su hombro, sonriéndole.

—Tess —dijo Arthur—, me alegra que no estés muerta.

—A mi también —dijo Tessa riendo.

—Estoy de acuerdo —dijo John, chocando contra el sofá y arrastrando a Hetty con él—. ¿Quién más pondría al maldito Tommy Shelby en su lugar? 

—John —dijo Polly—. Es tu hermano.

—Es cierto, Pol —dijo Arthur—. Tessa es la única que tocó su corazón. Es bueno que no esté muerta.

Tessa sonrió—. Tienes razón. No quiero morir todavía.

—Solo mejórate rápido —dijo Mason, abrazando a su hermana—. Y no hagas nada estúpido.

—Está en mi anturaleza —respondió Tessa—. Quiero decir, se supone que no debo levantarme de la cama, y mucho menos caminar.

En el momento en que les reveló eso a los chicos Shelby, prácticamente la llevaron de regreso por las escaleras, con Ada pisándole los talones con un plato en la mano. Hetty se rió mientras Tessa era arrastrada por John, Arthur y Mason, subiendo las escaleras y hacia su habitación.

Derrumbándose en el sofá nuevamente, Michael se sentó a su lado y Hetty se movió de modo que recostó la cabeza en su regazo. Michael la miró confundio—. ¿Qué estás...?

Ella levantó su libro—. ¿Me lees?

Michael tomó el libro y miró la portada—. ¿Por qué?

—Me gusta el sonido de tu voz —respondió Hetty.

Michael puso los ojos en blanco—. ¿Estás borracha?

—No, estoy cansada —respondió Hetty, reprimiendo un bostezo.

Michael no la cuestionó y abrió el libro—. Bien. ¿Por dónde ibas?

THE KIDS AREN'T ALRIGHT | Michael Gray ¹Where stories live. Discover now