29 | los italianos envían sus saludos

701 65 0
                                    

Después del encuentro con Bonnie Gold, Hetty no pudo enfrentarse a Michael y se dirigió a la casa de Mason James. Cuando abrió la puerta, encontró a Mason dormido en el sofá, su gorra estaba descansando sobre sus ojos y un vaso de whisky estaba derramado en el suelo.

—Mason —dijo Hetty, pateando su pie, que colgaba del borde del sofá—. Mason, despierta.

No se movió y Hetty acabó recurriendo a medidas desesperadas, aunque bastante divertidas, para despertarlo. Llenando un vaso con agua fría, Hetty se paró detrás del sofá para despertar a Mason, y luego procedió a verter el agua en su cara y dar una sacudida hacia atrás mientras él se levantaba, agarrando su arma.

—¿Qué diablos? —gritó Mason, notando a Hetty—. ¿No sabes que no debes despertar a un hombre que duerme con una psitola?

—¿Beber a media tarde? —preguntó Hetty—. ¿Qué te pasa?

—Lo siento, mamá —dijo Mason, antes de mirar el reloj—. ¿No deberías estar con Michael, tu príncipe azul herido?

—No tenía ganas.

Fue en ese momento, cuando la sonrisa de Hetty decayó, que Mason supo que algo andaba mal—. ¿Estás bien?

—No se lo puedes decir a nadie, pero estoy bastante segura de que Bonnie Gold estaba coqueteando conmigo —dijo Hetty—. Y me invitó a cenar.

—Pero dijiste que no, ¿verdad? —preguntó Mason.

—Claro que sí —dijo Hetty—. No me importa lo que piensen los demás, amo a Michael.

—¿Y por eso no lo vas a ver? —preguntó Mason—. ¿Porque lo "amas tanto"?

—No lo sé —admitió Hetty—. Te lo juro, no hice nada malo, pero me siento tan... culpable.

—¿Por qué? —preuntó Mason—. ¿Porque alguien más piensa que eres bonita? Esa mierda pasa, Hetty. Tómalo como un cumplido. Si no hiciste nada malo...

—Te prometo que no lo hice.

—Entonces no tienes nada de qué preocuparte —dijo Mason—. Solo explícale a Michael lo que sucedió, sé sensata, y no te enojes ante los celos que te arroje. Eres mejor que eso, Hetty.

Hetty sonrió—. Bien. Creo que esperaré hasta mañana para ir a verlo, porque este día realmente me agotó.

Mason sonrió—. Bien, eso es comprensible —cuando Hetty llegó a la puerta, él la llamó—. Oye, Hetty.

—¿Sí?

—Si alguna vez me vuelves a echar agua mientras duermo, te dispararé.





Hetty nunca esperó encontrarse con los italianos mientras caminaba hacia el hospital. Sabía que Tessa ya estaba allí por estrictas órdenes de su esposo, y Hetty había recibido las mismas órdenes por parte de Mason. Sin embargo, llegó tarde, como de costumbre, y mientras caminaba hacia el hospital, vio a Luca Changretta caminando hacia ella.

Insegura de qué hacer, pero sin la oportunidad de dar media vuelta y huir, Hetty giró sobre sus talones y comenzó a caminar hacia otro lugar, intentando esconder su repentino cambio de dirección.

—¡Disculpa! —dijo Luca con un suave acento italiano; Hetty se estremeció mientras seguía caminando—. Disculpa, me preguntaba si podria ayudarme.

Hetty se detuvo, se volvió y plasmó una sonrisa falsa en su rostro—. ¿Sí?

—Me preguntaba si podría señalarme la dirección para llegar a la habitación de Michael Gray —dijo Luca, mirando a Hetty de arriba abajo—. Trabajas aquí, ¿verdad?

—En realidad no —dijo Hetty—. Vine a visitar a mi... tío. Se cayó por las escaleras el otro día y se rompió la cadera. No conozco ningún Michael Gray.

—¿Estás segura de que no escuchaste hablar de él? —preguntó Luca—. Después de todo, ¿no eres su prometida?

Hetty intentó mantener una mirada de confusión—. ¿Prometida? No lo creo. Nunca conocí a ese hombre ni a su prometida.

—Entonces tal vez te parezcas a ella. Como sea, si pudieras decirme cómo llegar a su habitación, te lo agradecería —dijo Luca.

—Mire, señor, ya se lo dije. No sé quién es.

—Ah, pero allí está el problema —dijo Luca, acercándose a ella—. No te creo.

—Bueno, le estoy diciendo la verdad —djo Hetty—. Aunque escuché su nombre. ¿No es uno de esos bastardos de los Peaky Blinders?

—Sí —dijo Luca, aparentemente comenzando a creerle—. ¿Los conoces?

—Sé sobre ellos —dijo Hetty—. Manejan este lugar. No quieres meterte con ellos.

Luca se rió secamente—. Bien —comenzó a alejarse, solo para detenerse y volver a acercarse a Hetty—. Solo una cosa más.

—¿Sí?

—¿Puedo preguntar por tu nombre? —preguntó Luca.

Hetty moridó su labio—. Uh... es... Alice —dijo ella—. Alice Miller.

Luca asintió—. Bueno, Alice —lo dijo lentamente, como si estuviera probando el nombre en su lengua—. El problema es que sé que estás mintiendo.

—¿Qué?

—Tengo gente en lugares que nunca ves —dijo Luca en voz baja—. Y sé que tu nombre no es Alice, y también sé que no eres de Birmingham. Puedes sacar a una chica de Londres, pero no puedes sacar Londres de la chica, Hetty Solomons.

El rostro de Hetty palideció cuando Luca miró a alguien por encima de su hombro. Movió la cabeza antes de inclinar su sombrero hacia Hetty y se volvió para dirigirse hacia el hospital. Dando un paso hacia delante, Hetty gritó—: ¡Oye! ¡Detente!

Alguien la agarró por detrás, y por el rabillo del ojo vio algo que brillaba. Antes de que pudiera registrar lo que estaba sucediendo, el cuchillo se enterró en su estómago.

Una.

Dos.

Tres veces.

Antes de que el hombre la soltara, se inclinó para susurrarle al oído mientras sus manos subían a su abdomen, intentando detener el flujo de sangre de las heridas que estaban entumecidas por el dolor.

—Dile a Thomas Shelby y Alfie Solomons que los italianos envían sus saludos.

THE KIDS AREN'T ALRIGHT | Michael Gray ¹Where stories live. Discover now