21.- Charlie

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Zabri dijo que hacia un buen rato que todo se calmó pero que no se dio cuenta en que momento nos separamos. Mientras nos recuperábamos, Zabri saco una manzana de su mochila, acto seguido empezó a comerla.

Inhala.

Exhala.

Inhala.

Así me la pase las dos horas siguientes. Respirando en el suelo. Aproximadamente a cada hora volvíamos a escuchar el sonido de las rocas moviéndose y me sobresaltaba. El dolor de la muñeca igual me regresaba por ratos hasta que en una de esas me agarre la muñeca. Cuando levante mi muñeca para verificar el daño recordé que estaba usando un reloj digital negro. La pantalla tiene una cuenta regresiva. Faltaban dos minutos para llegar al cero. El ruido de las paredes se seguía escuchando por todos lados hasta que dejaron de escucharse. El reloj dejo de vibrar; observe otra vez la pantalla y marcaba las 7:10.

No me había dado cuenta de que el día paso muy rápido hasta que en el cielo se proyectó el sello del Capitolio. Himno y fuera. No hubo ninguna muerte. Creo que los vigilantes están planeando algo extremadamente peligroso y suicida porque no han enviado Muttos para asesinarnos o algo así.

Tanto mi aliado como yo necesitamos dormir por todo lo que pasamos el día de hoy, y nadie quiere hacer la primera vigilancia. En mutuo acuerdo decidimos arriesgarnos a regresar a la parte destruida del Laberinto para poder dormir.

Cuando regresamos, encontramos una enorme piedra que sobresale del muro. Debe estar a veinte metros de alto. El lugar perfecto para dormir. Agarro las enredaderas y empiezo a trepar con su ayuda. Agarrar, izar, agarrar, izar... así me la paso un rato hasta que llego a la roca. Zabri cuando intentando subir tropieza, faltaba poco para que el chico cayese en la grieta del suelo.

Mi aliado se recompone del susto y trepa hasta la piedra.

El espacio donde estamos es perfecto para que puedan dormir hasta tres personas. Como un pedazo de ternera, algunas galletas, una manzana; después bebo un poco de agua.

Me acomodo con la mochila en la cabeza. Agarro la daga cerca de mi cuerpo por cualquier cosa y no tardó demasiado en dormirme.

Al día siguiente el sonido del cañón me despierta. Cierro mi puño en el mango de mi daga mientras me doy la vuelta. No encuentro a Zabri por ningún lado pero tampoco me están amenazando.

Me siento en la piedra; después froto mis ojos con mis manos. Veo mi reloj y son las doce am. No tiene sentido que no haya claridad. Todo estaba bañado en color gris. En vez de la pálida luz natural de todas las mañanas, me encontré con un cielo que parecía una losa de color gris opaco.

Me incorporo de un salto, me apoyo en la pared para estabilizarme y estiro el cuello para contemplar las alturas. No había azul, ni negro, ni el abanico púrpura del sol asomándose. Todo el cielo estaba gris. Sin color, muerto.

Eche otro vistazo al reloj para asegurarme de la hora, pero la realidad me dio una bofetada. El reloj marcaba las doce del día.

Volví a mirar hacia lo alto, esperando que hubiera vuelto todo a la normalidad. Pero seguía gris. Ni nublado, ni neblinoso, ni la luz de los primeros minutos del alba. Solo gris.

El sol había desaparecido.

Algo me agarro el pie e instintivamente baje la vista dando un salto a un costado. Zabri estaba subiendo a la roca. Lo ayude a subir mientras le preguntaba si ya había visto el cielo. Él se limitó a decir que sí y ahí murió la cosa.

Obviamente, el sol no se había esfumado, eso resultaba imposible. Aunque no había rastros del sol y las sombras inclinadas de la mañana estaban ausentes. De cualquier modo, claramente el hecho de que ya no pudiésemos ver el sol significaba que, en realidad nunca lo habíamos visto. No podía desaparecer así como así. El cielo bajo el cual estábamos jugando tenía que haber sido –y todavía lo era- fabricado. Artificial.

-¿Qué crees que ha ocurrido? – Pregunto Zabri y continuo – Da la impresión de ser un enorme techo gris. Tan cercano que casi podrías tocarlo con la mano.

-Quizá haya algo roto. Digo, Tal vez vuelva a componerse- respondo.

-¿Roto? ¿De qué me estás hablando?-

-No lo sé. Es que hay cosas en este sitio que es obvio que no comprendemos. No se puede borrar el sol del cielo así nomás. Además por débil que sea todavía hay luz suficiente para ver-

-Cierto-

-Por cierto ¿Dónde estabas? El sonido del cañón me despertó pero no te vi por ningún lado-

-Fui a explorar un poco para ver si algo había cambiado pero todo sigue normal o eso creo a excepción del cielo-

-Bueno amigo no se a ti pero creo que debemos movernos- digo seriamente.

-Sí – contesta asustado y suena preocupado por lo que dice después- creo que hay reglas nuevas-

Media hora después estamos corriendo en el Laberinto bien desayunados y completamente descansados. A veces doblamos a la derecha o izquierda, dejando curvas, pasillos rectos e inclusive pedazos del Laberinto completamente destrozados.

-Zabri ¿Qué crees que estén tramando los Vigilantes? Es decir, no han organizado un banquete o un baño de sangre- pregunto con cierto temor ante la respuesta.

-Charlie no lo sé. Este Vasallaje es una completa locura. Es como si quisieran que perdiésemos la cordura en el Laberinto para que después solo nos dediquemos a asesinarnos como unos salvajes para que el ganador pueda salir de este maldito infierno-

Lo que dijo me deja pensando acerca de Los Juegos del Hambre y me pregunto cómo estarán llevando los juegos en casa por mis papás...

Repaso los sucesos que he vivido en los juegos mientras me pregunto cómo me verán los patrocinadores. ¿Débil o Fuerte? Hezel hasta ahorita no me ha mandado ningún regalo, asumo que los patrocinadores me ven débil. Igual a Zabri no le han enviado nada. ¿Sera que su Mentor no apruebe nuestra alianza? O ¿Acaso Hezel no me ha enviado nada porque estoy aliado con Zabri?

Troto un rato por los pasillos hasta que llegamos a una intersección en forma  de equis. Escojo un camino al azar mientras empiezo a correr por si hay alguien más en los pasillos.

Nadie nos atacó o amenazo lo cual supongo una pequeña victoria interna. Seguimos moviéndonos huyendo de las partes malas del Laberinto y de los otros tributos hasta que decidimos dejar de movernos.

Según el cielo (aparte de ser gris) hoy no ha pasado nada importante, solo ha muerto un tributo y es Mex del Distrito 5. Me pregunto cuánto tardarán en provocar la siguiente catástrofe para unirnos. Escucho el sonido del himno, aunque después suenan las trompetas. Me siento de golpe para escuchar lo que se va anunciar.

Normalmente, la única información que reciben los tributos del exterior es el recuento diario de muertes. Sin embargo, de vez en cuando, tocan las trompetas para hace un anuncio; lo más común es que se trata de una invitación a un banquete. Cuando la comida escasea, los Vigilantes llaman a los jugadores para que participen en una comilona celebrada en un lugar conocido por todos, como la Cornucopia, animándolos así a que se reúnan y luchen. A veces es un banquete de verdad, mientras que otras se trata de una

hogaza de pan rancio. A nuestro pequeño grupo no le faltan provisiones, en todo caso volveríamos a la montaña para reabastecernos, pero podría ser el momento ideal para acabar con algunas personas...

La voz de Jansón Templesmith retumba en el cielo, felicitándonos a los que quedamos, pero no nos invita a un banquete, sino que dice algo muy extraño: -Todo esto ha formado parte de un plan más elaborado, ¿está claro? De la Fase Uno, para ser más exactos. Y todavía estamos peligrosamente lejos de donde deberíamos estar. Por lo tanto, tuvimos que subir las apuestas y ahora ha llegado el momento de comenzar la Fase Dos. Ya es hora de que las cosas empiecen a complicarse

Los Juegos del Hambre (Primer Vasallaje)Where stories live. Discover now