6.- Abel

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ABEL

Las salas de entrenamiento están bajo el nivel del suelo de nuestro edificio. El trayecto en ascensor es de menos de un minuto, y después las puertas se abren para dejarnos ver un gimnasio lleno de armas y pistas de obstáculos. Todavía no son las diez, pero soy el  último en llegar. Los otros tributos están reunidos en un círculo muy tenso, con un trozo de tela prendido a la camisa en el que se puede leer el número de su distrito. Mientras alguien me pone el número uno en la espalda, hago una evaluación rápida.

            En cuanto me uno al círculo, el entrenador jefe, un señor alto y atlético llamado Caesar, da un paso adelante y nos empieza a explicar el horario de entrenamiento. En cada puesto habrá un experto en la habilidad en cuestión y nosotros podremos ir de una zona a otra como queramos, según las instrucciones de nuestros mentores. Algunos puestos enseñan  tácticas de supervivencia y otros técnicas de lucha. Está prohibido realizar ejercicios de combate con otro tributo. Tenemos ayudantes a mano si queremos practicar con alguien.

            Cuando Caesar empieza a leer la lista de habilidades, no puedo evitar fijarme en los demás tributos. Es la primera vez que estamos reunidos en tierra firme y con ropa normal. Casi todos los chicos y al menos la mitad de las chicas, están de mi estatura, aunque muchos han pasado hambre. Sé les nota en los huesos, en la piel y en la mirada vacía.

            Las excepciones son los chicos de los distritos más ricos, a los que alimentan y entrenan toda la vida para este momento. Los tributos del 1, 2 y 4 suelen tener ese aspecto. En teoría, va contra las reglas entrenar a los tributos antes de llegar al Capitolio, cosa que sucede todos los años.

Cuando Caesar nos deja irnos. Vamos directos a las armas de aspecto más mortífero del gimnasio y las manejamos con soltura.  Mi compañera de distrito, una chica rubia y güera llamada Monse tiene la habilidad de pelear cuerpo a cuerpo y se le da de maravilla. 

Tomo varias armas y presumo de mis habilidades para intimidar a los demás. Después veo los otros chicos, los desnutridos y los incompetentes, que reciben sus primeras clases de cuchillo, espada, daga o hacha sin dejar de temblar.

            Los tres días siguientes me dedico a visitar con mucha tranquilidad los puestos. Aprendo algunas cosas útiles como hacer fuego, pelear con la espada (Que por cierto se me da muy bien), y fabricar refugios. Los vigilantes aparecen nada más comenzar el primer día. Son unos veinte hombres y mujeres vestidos con túnicas de color morado. Se sientan en las gradas que rodean el gimnasio, a veces dan vueltas para observarnos y tomar notas, y otras veces comen del interminable banquete que han preparado para ellos, sin hacernos caso.

            Sin embargo, parecen no quitarnos los ojos de encima a los tributos del Distrito 1. A veces levanto la cabeza y veo a uno de ellos mirándome. También hablan con los entrenadores durante nuestras comidas y los vemos a todos reunidos cuando volvemos. Tomamos el desayuno y la cena en nuestra planta, pero a mediodía comemos los veinticuatro en el comedor del gimnasio. Colocan la comida en carros alrededor de la sala y cada uno se sirve lo que quiere. Los tributos profesionales tendemos a reunirnos en torno a una mesa, haciendo mucho ruido, como si deseáramos demostrar nuestra superioridad, que no tenemos miedo de nadie y que los demás los consideramos insignificantes. Casi todos los demás tributos se sientan solos, como ovejas perdidas.

            En los entrenamientos destaco en las peleas cuerpo a cuerpo. Va ser muy difícil que me puedan matar cuerpo a cuerpo e inclusive puede que mi adversario muera. Creo que la única forma de que me maten es con armas a distancia. Voy avanzando de puesto en puesto y algunas de mis habilidades se van desarrollando, como manejar el arco y la flecha (Aunque no tan bien como la espada) y escaparme de las llaves que me intenten hacer cuerpo a cuerpo.

            La chica del Distrito 10, Aruamy tiene el cabello negro y largo, además de una sorprendente habilidad con los cuchillos; es veloz corriendo y trepando. Tomo un descanso de practicar con el arco y me paso a la espada.

            Una chica alta y güera llamada Merry que proviene del Distrito 3 es una experta reconociendo plantas, haciendo nudos y manejando el arco y la flecha. Su única debilidad es que no puede luchar cuerpo a cuerpo.

            Cervantes viene del Distrito 2 y tiene una fuerza increíble. Puede levantar cosas muy pesadas su punto débil es que se mueve lento por su estatura, fuera de eso puede matarte a puñetazos.

De vuelta en la planta del Distrito 1, Lirie y Mayo me acribillan a preguntas durante el desayuno y la cena sobre todo lo ocurrido a lo largo del día: qué he hecho, quién me ha observado, cómo son los demás tributos. Mi estilista Ananel no está por aquí, así que no hay nadie que aporte algo de cordura a las comidas. Monse tiene más paciencia; yo estoy harto y me vuelvo maleducado.

Cuando por fin escapo a la cama la segunda noche, Monse masculla:

-Alguien debería darle una copa a Lirie.

Dejo escapar un ruido que está a medio camino entre un bufido y una carcajada, pero después me contengo. Intentar saber cuándo somos supuestamente amigos y cuándo no me está volviendo loco. Al menos en el estadio estará claro lo que hay: Pelear a muerte.

-No finjamos ser amigos, ¿Okay?-

-Sale, Abel- responde y se mete a su cuarto.

            El tercer día de entrenamiento empiezan a llamarnos a la hora de la comida para nuestras sesiones privadas con los Vigilantes. Distrito a distrito, primero el chico y luego la chica. Así que soy el primero en entrar de mi Distrito. Los tributos y yo, esperamos en el comedor, sin saber bien que hacer. Nadie regresa después de la sesión

            -Distrito 1- dice una agradable voz femenina por medio de un altavoz.

            Me incorporo de la silla y entro en el gimnasio.

            Muchos ojos me empiezan a seguir. Camino hacia donde está la espada y tomo una. Observo la enorme hoja del arma y comienzo a practicar.

            Esquivo.

            Estocada.

            Defensa.

            Al final suelto el arma y encuentro a un ayudante. El ayudante reacciona y se acerca a donde estoy.  Nos agarramos a golpes pero en cuestión  de minutos lo derribo. El chico esta inconsciente y al final entra otro ayudante que lo carga y saca del gimnasio. 

            Cuando termino, los vigilantes me dan las gracias y me dicen que me puedo retirar. Muchos de los Vigilantes sonríen de forma agradable y eso es buena señal para mí.

Los Juegos del Hambre (Primer Vasallaje)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora