27.- Abel

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Aún no podía entender como existía un pasadizo como aquel. Había caminado por lo menos tres kilómetros. ¿Dónde me encontraba? ¿Bajo tierra? ¿Dentro de un edificio gigantesco? Jansón dijo que las apuestas habían aumentado ¿A qué se refería exactamente?

Seguí moviéndome un rato más hasta que poco a poco fui sintiendo que mi muñeca empezaba a pesar demasiado. Cuando intente dar un paso algo tiro de mí hacia el suelo.

Intente levantarme pero mi muñeca me lo impidió. Es como si el reloj estuviese pesando demasiado. Segundos después la espada empezó a tirar de mi otra vez. Cada vez más fuerte, tuve que soltarla y fue directo al suelo.

El sonido del metal contra metal retumbo en todo el túnel.

Desabroche el reloj y solamente así pude incorporarme por completo.

De repente una intensa explosión de susurros que parecía venir de arriba lleno el túnel. El ruido había sido rápido como un relámpago: unas pocas palabras cortas que habían sonado como si hubieran sido pronunciadas por un hombre muy viejo y enfermo. Pero el mensaje había sido completamente indescifrable.

Aun cuando la oscuridad era total, cerré los ojos y me concentre en mi audición. Si la voz regresaba, quería entender lo que decía.

No había transcurrido más de un minuto cuando volvió a oírse el mismo susurro fantasmal, que retumbo en el aire como si hubiera enormes altavoces instalados en el techo. Escuche las exclamaciones que lanzaba el susurro. Esta vez sí lo había entendido y me conmociono lo que escuche. Abrí los ojos de nuevo, pero nada había cambiado: solo la más completa oscuridad. Todo negro.

La voz volvió a decir el mismo mensaje. Tienes una solo oportunidad. Regresa ahora y serás perdonado. No morirás.

¡No puede ser! ¿Qué carajos es este Vasallaje de los Veinticinco? ¿Acaso nos perdonaban la vida así tan fácil? Algo no marcha bien. Estoy en Los Juegos del Hambre y nada es normal.

Primero el Laberinto ¿Y ahora me quieren perdonar? Ha de ser una estúpida prueba. Cierro los ojos mientras las lágrimas me recorren las mejías.

El túnel me harto. Ya quería salir de aquí, así que no quería perder más tiempo y me lance a correr tan rápido como nunca antes lo había hecho.

Podía oler mi propio sudor. Respiraba el polvo. Tosía pero seguía corriendo. La oscuridad era absoluta. Corrí y ya no me detuve.

Me golpeé con un peldaño. El dolor me recorrió el pie derecho. No pude sostenerme mucho tiempo y me senté sobre el peldaño. Pensé que era una pequeña saliente del túnel pero cuando intente acostarme descubrí que eran escaleras.

Mi descubrimiento me animo. Verifique a tientas si la mochila se me rompió en el camino pero todo estaba en orden.

Subí los primeros tramos caminando pero la escalera no parecía tener fin. De vez en cuando saltaba algunos escalones para ahorrarme tiempo. Pasado un buen tiempo mi cabeza se estrelló contra alguna especie de puerta metálica.

-¡Aaaay!-

Intente seguir subiendo pero no había más escalones. Llegue al final de la Trans-Plana. Como la salida de un antiguo sótano, los escalones restantes se dirigían directamente hacia la puerta...

Con las manos empecé a inspeccionar las paredes y el techo. Encontré un pequeño pasador y lo jale. Escuche un nítido ¡Clic! y empuje la puerta.

El mundo quedo envuelto en llamas.

Grite mientras me cubría los ojos con las manos. Desde arriba llegaba una luz ardiente y segadora. Después de tanto tiempo en la más completa oscuridad, aun cuando usara las manos para protegerme, la repentina luz me apabullo. Una ola de calor como un viento caliente me azotó.

Solté la puerta y todo se volvió oscuridad total. Baje las manos y entorne los ojos. Mi vista se cubrió de manchas danzantes.

Calor.

Fuego.

Revise la mochila. ¡Que estúpido fui! Me olvide por completo de la linterna de mano. ¡Demonios! Eso me hubiese ayudado a recorrer el túnel. Tome un paquete de vendas y lo use como cuña con la puerta del techo.

Cerré mis ojos.

El destello naranja regreso. Después de cerrar los ojos unos minutos los fui abriendo lentamente. Tuve que entrecerrarlos, pues aunque la luz ya era tolerable, sentí como si un millón de linternas apuntaran sobre mí.

Todo lo que había (las paredes, la escalera, la puerta del techo) era de un metal gris pálido. Mire hacia atrás en la dirección en la que había venido y note que la escalera desaparecía en una oscuridad muy por debajo de mí. Ascendí mucho más alto de lo que tenía imaginado.

Poco a poco fui alzando la puerta hasta que logre salir al exterior.

Una luz abrasadora y un fuego deslumbrante me estaban aplastando desde arriba.

Intente gritar para buscar a mí manada pero una nube áspera de calor seco se deslizo por mi garganta. Trate desesperadamente de inspirar oxigeno pero sentí como si tuviera una fogata dentro del pecho.

Cuando por fin lo conseguí, inhale y exhale grandes bocanadas de aire con rapidez para recuperarme. Pasados unos minutos inspeccione la arena.

Edificios gigantescos en todas lasdirecciones. Ventanas rotas. Basura desparramada por las calles. Olor a polvo.Calor. Una ciudad devastada. Eso estaba claro. Trozos de cristal y piedrasrotas ensuciaban el suelo que a veces era arena o cementorio.

Los Juegos del Hambre (Primer Vasallaje)Where stories live. Discover now