46.- Piper

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Charlie cae sobre el techo metálico de la Cornucopia mientras la sangre va saliendo de su herida. La palanca que me aplico Monse para quitarme la daga me tomo por sorpresa.

Ahorita Monse se giraba para ver si aún seguía en el suelo. De un salto me puse en pie. Ella estaba al borde de la locura. Toma a Charlie que seguía agonizando mientras lo agarra con una llave en el cuello, ahogándolo. Ella está delante de mí, casi al borde del cuerno.

Charlie araña el brazo de Monse, pero sin fuerzas, porque no sabe si es más importante respirar o intentar cortar la sangre que le sale del agujero. Agarro con fuerza mi daga, simulando como atravesaría a Monse.

-Atácame y él se cae conmigo- dice, riéndose.

Antes de ser consciente de lo que hago, camino hacia ellos, con la daga en posición de ataque. Ella arquea las cejas mientras su rostro me indica que tiene una sorpresa. Instintivamente retrocedo.

Tiene razón, si la ataco y cae con el minotauro, Charlie morirá con ella. Estamos en tablas: no puedo atacar a Monse sin matar también al otro chico. Se lo debo. Él mato a Aruamy. Odio deber algo, porque sé que es una deuda que a duras penas lograre saldar en estos juegos, si es que la puedo saldar.

Ella no puede matar a Charlie sin ganarse una daga en su cerebro.

Nos quedamos quietos como estatuas, buscando una salida.

Tengo los músculos tan tensos que podrían saltar en cualquier momento y los dientes tan apretados que podrían romperse. El minotauro guarda silencio y lo único que oigo es la sangre que me late en las orejas.

A Charlie se le ponen los labios azules; si no hago algo pronto, morirá ahogado.

El instinto toma el mando de mi cuerpo.

Me abalanzo sobre Monse mientras que Charlie la golpea en las costillas con la poca fuerza que le queda. Tiro a Monse al suelo mientras la golpeo con mis puños. Ella intenta defenderse pero no cedo.

Estoy casi segura de que me vuelto loca.

Aferro con fuerza la daga mientras le hago un corte en su pecho. Ella a pesar del dolor logra estamparme su puño en la mejilla derecha que se hincha al instante.

Las dos estamos golpeándonos con todo lo que tenemos, gritando, jalándonos el cabello y finalmente dándonos puñetazos. Durante un horrible instante me da la impresión de que ella me ganara.

Cierra su mano derecha sobre mi cuello mientras me ahoga. Busco desesperadamente la daga pero mis dedos no llegan a tomarla.

Monse sigue aplicando fuerza mientras hago un último esfuerzo por tomar el arma. No sé qué sucede exactamente pero logro cerrar mis dedos entorno a la daga. Sin pensarlo siquiera la dirijo hasta la costilla de mi oponente.

Escucho como ella grita de dolor, acto seguido cae al suelo agarrándose la costilla derecha. Lucho por inhalar y exhalar y solamente hasta que lo consigo, logro ponerme en pie.

El minotauro empieza a bramar impaciente.

La sangre esta esparcida por todos lados.

Monse tiene los ojos endemoniados. La chica reacciona impulsivamente mientras se abalanza sobre mí.

Intento saltar a un costado pero la sangre hace que tropiece y caiga al suelo, al borde de la Cornucopia.

Cuando Monse reacciona que estamos al borde de la Conucopia, ella, intenta detener su marcha pero la sangre del suelo hizo que se resbalase y cayese de la Cornucopia.

Escucho el impacto, el aire al salir del cuerpo con el golpe y el ataque del minotauro. Cierro los ojos esperando a que suene el cañonazo, esperando a que acabe la competición, pero no pasa nada, todavía no. Porque éste es el punto culminante de los Juegos del Hambre y la audiencia quiere espectáculo.

Aunque no miro, sí oigo los bramidos y el aullido humano, mientras Monse se enfrenta al minotauro...

Monse debe de tener también un cuchillo, una espada o lo que sea, algo más escondido en la ropa, porque, de vez en cuando, se oye el sonido de metal contra metal que produce la hoja al dar en el cuerno dorado. El combate se mueve alrededor de la Cornucopia y sé que Monse está intentando la única maniobra que podría salvarle la vida: volver al extremo puntiagudo del cuerno y unirse a nosotros de nuevo. Sin embargo, al final, a pesar de lo notable que resulta su fuerza y su habilidad, es demasiado para ella.

No sé cuánto tiempo ha pasado, puede que una hora, cuando Monse cae al suelo y escucho cómo la arrastran por el minotauro al interior de la Cornucopia. "Ahora la rematarán" pienso, pero Monse sigue gritando cuando escucho el cañonazo.

Me giro hacía Charlie y está completamente pálido.

Cae la noche y suena el himno, y la imagen de Monse no sale en el cielo; me llegan los débiles gemidos a través del metal. Las únicas caras que aparecen son de Abel y Charlie.

El aire helado que sopla por la llanura me recuerda que los juegos no han terminado y que puede que tarden mucho tiempo en acabar; sigo sin tener garantizada la victoria.

Las horas siguientes son las peores de mi vida. El frío de por sí ya es bastante tortura, pero la verdadera tortura es oír a Monse gemir, suplicar y, por último, gimotear mientras el minotauro se divierte con ella. Al cabo de un rato ya no me importa quién es o qué haya hecho, sólo quiero que deje de sufrir.

La única señal del paso del tiempo está en el cielo, en el sutil movimiento de la luna. Esta hermosa, y a veces, por un momento, siento una chispa de esperanza antes de que la desesperación de la noche me envuelva de nuevo. Cierro los ojos mientras sigo escuchando la tortura de Monse. Al final abro los ojos y veo que las estrellas se difuminan a la pálida luz del alba.

Sigo sin escuchar el cañonazo. Pego la oreja al cuerno y distingo la débil voz de Monse. Estoy harta de sufrir todo esto así que me acerco al borde de la Cornucopia para rematar a Monse.

Tardo unos segundos en encontrar a Monse en la penumbra, en la sangre. Después, el desollado pedazo de carne que antes era mi enemiga emite un sonido y veo dónde tiene la boca. Creo que las palabras que intenta decir son por favor.

Observo donde está el minotauro pero no lo veo por ningún lado. Prefiero no arriesgarme. Calculo mi fuerza y la distancia.

Arrojo suavemente la daga y acierto, dándole en la cabeza. Escucho el cañonazo. En ese momento el minotauro se dirige a la piscina y, como si siguiera ordenes, salta dentro y desaparece en el interior.

Las trompetas empiezan a sonar. La voz de Claudius Templesmith grita sobre mí:

-Damas y caballeros, mellena de orgullo presentarle a la vencedora de los Vigésimo Quintos Juegos delHambre ¡Piper McLean! ¡Les presento a... la tributo del Distrito 12!-    

Los Juegos del Hambre (Primer Vasallaje)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora