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CAMINÁBAMOS POR EL BOSQUE buscando alguna señal de aquel santuario, mientras llevábamos nuestros ojos a cualquier mínimo ruido que interfiriera en nuestro camino.
— Tendríamos que haber seguido las vías, os lo dije — Marco refunfuñó.
— Deja de lloriquear idiota, tendría que haberte servido como cena a aquellos caminantes. — Reprochó Aria.
Los demás reíamos mientras los escuchábamos pelear por décima vez en todo el camino. Llevaba con ellos desde que perdí a mi hermana en Dallas. Me encontraron escondida en un almacén de muebles, y desde ese día no me separé de ellos.
Tenía a Liam en mis brazos mientras él rodeaba mi cuello con sus pequeñas manitas. Miraba las plantas con curiosidad, y algunas veces me preguntaba cosas sobre la naturaleza.
Sonreí con ternura cuando me dio un pequeño beso en la mejilla. Mientras lo observaba, pensé en el futuro que el castaño tendría. Nunca podría conocer el mundo con el que yo había crecido, nunca podría llegar a tener una infancia normal.
Forme una mueca de tristeza y seguí caminando.
El humo que sobresalía de los Pinos llamó nuestra atención. Isaac se detuvo, y con él, todos los demás.
— Parece bastante grande — comentó volteándose hacia nosotros.
Miré el cielo, el cual ahora tenía manchas grises mientras seguía el rastro de humo. — Iremos entonces.
El resto siguió mis pasos a la vez que desenfundaba mi cuchillo, preparada para atacar.
— Shh... Quietos — Ruby hizo un gesto para que calláramos.
De lejos, observé a una mujer de cabello corto y grisáceo con un arma en alto. Comencé a seguirla, quizás ella tuviera un campamento, o por lo menos, saber donde se encontraba aquella terminal.
Sentí las pisadas de alguien tras las mías. Marco se encontraba frente a mi.
