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LAS grandes puertas se abrieron y todos comenzaron a caminar. Vi como Carl se quedaba parado, mirando a un sitio en concreto.
— Oye, vaquero, ¿estás bien? — Cuando al parecer salió de su trance, me miró y asintió.
— Si, no te preocupes, entremos. — Agarró mi mano para caminar junto a los demás.
Se escuchó un ruido entre los arbustos y todos apuntamos hacia este. Una zarigüeya apareció. Daryl le clavó una de sus flechas acabando así con su vida.
— Traemos la cena.
Solté una pequeña carcajada que rápidamente disimulé con una tos. El hombre que nos abrió nos miró de forma intimidante. Rodé los ojos y Aaron se acercó a él.
— Tranquilos. — Habló. — Por favor, entrad.
Obedecimos y entramos cautelosos. No sabíamos si este sitio era como decían.
Alcé la mirada para observar mejor el lugar. Abrí la boca con asombro al ver como aquella comunidad estaba decorada con grandes casas perfectamente pintadas.
La verja se cerró tras nosotros y el hombre frente a nosotros se acercó.
— Antes de continuar necesito que me entreguéis las armas. — Explicó. — Solo así, os podéis quedar.
Marco negó. — Y una mierda.
Rick se acercó a este con Judith en sus brazos. — No sabemos si nos quedaremos.
— Bueno, tranquilo, Nicholas. — Aaron intervino de inmediato.
— Si fuésemos a usarlas, ya lo habríamos hecho. — El tal Nicholas me miró de mala gana, y en respuesta, le sonreí sarcástica.
— Que hablen con Deanna antes.
Abraham se cruzó de brazos. — ¿Quién es Deanna?
— Ella sabe todo lo que queréis saber sobre esto. — Explicó Aaron.
