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— BUENOS días, Abraham. — Hablé bajando las escaleras.
Ford sonrió al verme. — ¿Qué tal has dormido?
Agarré una manzana y besé su mejilla. — Nada mal. — Asintió sirviéndose un café.
Fruncí el ceño al no ver a Rosita por ningún lado. — ¿Y mi hermana?
— Ayudando a Maggie con él embarazo. — Murmuró untando mermelada en su tostada. Sonreí al pensar en un mini Glenn corriendo por toda Alexandria.
Hacia unos días, la pareja nos había comentado sobre el bebé, y ahora todos nos encontrábamos emocionados e impacientes por su llegada.
— ¿Algún plan para hoy?
— Iré a casa de Carl, supongo que estaremos leyendo o algo así.
Mentira, iríamos al bosque, como siempre.
Enarcó una ceja. — Nada de besos. — Advirtió mirándome.
Rodé los ojos. — No seas antiguo.
Me encaminé hacia la puerta escuchando su risa.
— ¡Pásalo bien!
— ¡Volveré a la hora de comer!
Cerré la puerta y me encaminé hacia el hogar de los Grimes. En el camino, saludaba a algunos habitantes.
Pasé por delante de la casa de los Monroe y suspiré con tristeza. Desde aquel día, cuando Deanna murió, Nath se había refugiado en su casa. Había ido algunas veces para intentar hablar con él, pero todas fueron nulas.
Estaba roto, y eso lo había sabido desde aquel día en mi tejado. Parecía que no pensaba en él pero si lo hacia, todos los días pensaba en él, en su familia.
Él ya no era el Nath al cual ayudé con aquellas cajas.
Una parte de ese niño murió cuando lo hizo su hermano, y lo hizo del todo cuando sus padres se fueron.
Subí los escalones del porche y toqué la puerta. Poco después, se abrió mostrándome a Michonne con el pelo recogido en una toalla y un albornoz puesto.
