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SENTÍ unos cálidos labios repasar la curva de mi cuello y mi hombro. Me volteé encontrándome a mi novio con un semblante adormilado. — Buenos días, linda.
— Buenos días, vaquero.
Sonreí inconscientemente al recordar lo de anoche. La forma en la que me acarició y besó cada parte de mi cuerpo. Como se aseguró de recordar lo preciosa que era y lo mucho que me amaba.
Quitó un mechón de cabello que se encontraba en mitad de mi rostro y lo pasó por detras de mi oreja. — Nunca me cansaré de decirte lo preciosa que te ves por las mañanas, amor. — Susurró con voz ronca.
— Debería decir lo mismo. — Murmuré besando su mandíbula.
Acarició mi cintura desnuda bajo las sábanas con una sonrisa. — Lo dices porque eres mi novia.
— Y prometida. — Interrumpí riendo ligeramente. — Es por eso que mi opinión es la que más cuenta.
Me acercó más hacia él, rodeándome con sus brazos. Apoyé mis manos en su pecho, dejando pequeños besos en este.
— Así que ahora vas a ser la futura Sabrina Grimes. — Mencionó burlón.
Ladeé la cabeza entrecerrando los ojos. — Seguiré teniendo el mismo carácter que una Espinosa Dixon.
Me miró con ese ojo azulado que tanto me derretía. No podía expresar lo que Carl Grimes me hacía sentir. Era un sentimiento tan puro y limpio el que me había demostrado desde hace casi un año, que me costaba asimilarlo.
— Voy a ponerme una camisa tuya, no quiero que alguien entre y me vea así. — Me levanté de la cama caminado hacia la cómoda del ojiazul.
Sentí como me seguía con la mirada, por lo que volteé con una sonrisa divertida. — ¿Disfrutas las vistas?
— Sabes que si.
Me acomodé la camisa y la abotoné ligeramente aún teniendo ese ojo azul puesto en todo mi cuerpo. Agarré mis bragas y me las volví a poner antes de acostarme de nuevo junto a mi novio.
De repente, la puerta se abrió y la risa de Liam junto a los murmullos de Michonne se hicieron presentes en la habitación.
— ¡Mamá! ¡Papá! — Exclamó el pequeño abalanzándose sobre el castaño, quién lo recibió con los brazos abiertos.
