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NO ME di cuenta de cuando la caravana paró y todos comenzaron a bajar. Salí del vehículo en silencio, con la mirada fija en mis converse manchadas de sangre.
Un nudo en mi garganta se formó al recordar a quien pertenecía.
Habíamos dejado a Maggie y a Sasha en Hilltop. Habían enterrado a Glenn y ahora tocaba la peor parte.
Enterrar a Marco.
Comencé a caminar hacia el hogar donde vivía él, ignorando los llamados de mamá y de los demás.
Mientras lo hacía, recordé lo que había pasado horas atrás. Solté un sollozó sin poder evitarlo.
Ya no iba a escuchar su risa, sus peleas con Aria o sus burlas sobre mi torpeza con el arco.
En un abrir y cerrar de ojos todo lo que había construido junto a él, se había derrumbado.
Subí las escaleras bajo las extrañadas miradas de los que se encontraban allí. Entré a su habitación y una sensación melancólica me inundó por completo.
Miré la foto que nos sacamos con una vieja cámara que nos habíamos encontrado en una cabaña. En ese entonces, hacía solo unos meses desde que nos conocíamos.
La agarré con cuidado y me tumbé en su cama abrazando la fotografía.
Lloré y lloré hasta que mi garganta dolía. Sin Marco en mi vida, el rumbo de esta se había descontrolado.
Unos toquecitos en la puerta hicieron que volteara a esta y una Ruby con ojos llorosos la abrió.
Mis labios comenzaron a temblar y nos fundimos en un abrazo. Las dos llorábamos desconsoladas por haber perdido a un hermano.
Nos separamos y agarró mi rostro con cuidado. — Ya es la hora.
— Dame dos minutos. — Susurré con voz entrecortada.
Esta asintió sorbiendo su nariz y salió de la habitación.
Me acerqué a su armario y agarré una de sus sudaderas. La acerqué hacia mi nariz y su olor inundó mis fosas nasales.
