43. Al sentir lo que no debo.

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En mi mente se reproducen mil cosas, sus labios sobre los míos, mis deseos de que mi corazón no se acelere, pero aún así lo hace. Siento lo que no debo de sentir, y esto me dañará, tengo ese presentimiento.

Al sentir lo que no debo pasan muchas cosas, desconfió, duele, temo, y surgen unas inmensas ganas de alejarme, poco a poco o de golpe, no hay punto medio. Nunca lo habrá.

—Mason...  —murmuro en medio del beso, pero no nos detenemos y eso hace que no sepa que pensar.

¿Qué me pasa? ¿Soy yo el problema? Después de todo yo no lo alejo, yo soy la que tiene el poder de decirle "Hey, detente, no quiero que me beses, no quiero que me toques, no quiero que te me acerques" Pero no lo hago, y si lo hago lo busco o me  busca, y caigo de nuevo

—Lyvie  —Mason me sacude un poco haciendo que reaccione.

—¿Eh? —reacciono poco a poco y me doy cuenta que me he detenido de golpe.

—¿Qué te ha pasado? —me pregunta lentamente.

—Yo... yo no lo sé, lo siento —digo alejándome de manera sutil, aunque él ya se ha dado cuenta de mis intenciones.  

Me he puesto nerviosa porque sé perfectamente lo que estuve pensando, Mason me mira muy atento, demasiado. Sus ojos me siguen con suma preocupación logrando que mis mejillas se tiñan de rojo.

—No me mires —pido encogiéndome en mi lugar. 

—Es que me has sacado de cuadro.

—¿De qué hablas?

—Pues de que me has asustado, te detuviste de la nada, pensé que había hecho algo mal.

—No... tú no has hecho nada mal.

Y yo sí, enamorarme, creo. 

Dios ¿De que diablos hablo? ¿Enamorada? ¿Yo? Imposible.

—¿Estás segura?

—Lo estoy —mascullo aturdida—, ya deja de insistir.

Mason obviamente me sigue mirando extrañado pero solo volteo para no verlo y me centro en buscar algo en mi estante, claramente no busco nada y solo evado el momento.

—Como quieras entonces.

—Ajá.

—¿Bajaremos a almorzar de una vez? —pregunta el guitarrista alemán alejándose de mi, mucho más, cada uno en una esquina de la habitación.

—Si, si —asiento sintiendo como por mi columna se esparce un escalofrío—, vayamos a almorzar. 

No dice nada, solo se da media vuelta y camina fuera de mi habitación mientras yo lo sigo evitando mirar su espalda, muy bien trabajada, por cierto.

¡Céntrate!

—Buenos día ma —saludo a Eva al entrar a la cocina.

—Buenas tardes cariño —parece que la palabra "tardes" la remarca en negrita, la subraya y la agranda.

—Buenas tardes —corrijo.

—Mason ahí está tu plato y el de Lyvie, en seguida voy yo. 

Ambos asentimos, tomando asiento donde mi madre había señalado hace unos segundos. Mason ahora si que está muy distante, no me mira y al sentarme mi pierna rozó su rodilla y frunció el ceño alejando sus piernas de las mías. 

Vaya...

—Oye —murmuro mirándolo.

—¿Qué necesitas? —pregunta sin mirarme.

El Contrato [1]Where stories live. Discover now