Capítulo 3

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Calíope de Jesús

Dios mío, ¿qué te he hecho yo para merecerme todo esto? Ya sé que no te hablo con mucha frecuencia, pero empiezo a creer que hasta que tienes un poco de manía... ¿No hay más personas en el mundo? ¿No? ¿Todo me tiene que pasar a mi?

El desnudo novio de mi mejor amiga trabajaba en mi empresa.

O sea, no quería decir desnudo, porque no es que estuviera desnudo, es que yo lo recordaba así. Maldición, ni siquiera puedo imaginármelo con ropa, ¿qué tipo de desgracia es esta?

Trabaja para mi, no puedo verlo así... ¡Ni imaginármelo tampoco! Eso me quedaría feo, le debía respeto, Noelia también se lo merecía, ¿qué pensaría mi mejor amiga si supiera de estos pensamientos? ¡Me mataría! Y merecido me lo tenía, la verdad.

Ahora, a todo esto ya mencionado, se le sumaba la presencia de Fernando. ¿Qué diablos había venido a hacer aquí? Con lo bien que estábamos respetando las distancias...

Y por si fuera poco, mis dos problemas se habían juntado.

Me pasé una mano por la frente y salí de mi despacho, no me convenía correr porque con la suerte que estaba teniendo ese día, seguro que se me rompía un tacón, me torcía el tobillo y me comía el suelo. No podía jugar con esas señales del destino.

Bajé las escaleras con calma, Dailon estaba de espaldas a mi, pero Fernando estaba de frente. Sus ojos me vieron bajar y una sonrisa se formó en sus labios, el italiano debió darse de cuenta porque se giró también para verme.

—Calíope, me alegra ver que ya estás lista, estaba hablando con Dailon y déjame decirte que es un chico muy interesante —murmuró Fernando, acercándose para saludarme con dos besos.

—Yo no lo describiría exactamente como interesante —aclaré mi garganta, haciendo una mueca con los labios—. ¿Quieres que subamos para hablar?

Por favor, que diga que no.

Por favor, que diga que no...

Por favor, que diga que...

—No —negó con la cabeza—, estoy de paso, no quiero robarte demasiado tiempo.

¡Menos mal! La verdad es que me apetecía muy poco encuerarme en mi despacho con él, prefería romperme una pierna... Y eso que romperme una pierna era lo penúltimo en la lista de cosas que quería.

Él lo había superado. Yo también. Es fácil pasar página en un libro que no estás leyendo. Al igual que es fácil dejarlo en la estantería y no volverlo a mirar más.

—Bien, entonces cuéntame que te trae por aquí —invité, alzando ligeramente las cejas.

—Tú ya deberías de saberlo —chasqueó su lengua—. Te escribí, ¿no te llegó nada?

Oh, eso.

Eso.

No estaba lista para hablar de su boda, no iba a mentir, pero tendría que tragarme ese miedo y hacerle frente. Asentí, bajo la mirada de Dailon y Mateo, el primero analizando la situación, el segundo mordiéndose el labio inferior porque era conocedor de lo que estaba pasando.

—No obtuve una respuesta, supongo que estás ignorándome —soltó una risa al tiempo que meneaba la cabeza—. Lo entiendo, quizá es demasiado, pensé que ya había pasado tiempo y que estabas en tu mejor momento.

—Lo estoy —aseguré—, pero creo que esto me queda grande.

—Solo es un traje para mi boda, nada complejo, has hecho cosas más extravagantes, más trabajadas... Esto no es nada para ti.

—¿Por qué quieres que lo haga yo, Fernando? —pregunté, sosteniéndole la mirada, intentando mantenerme firme—. ¿Por qué no se lo pides a otra marca? Hay cientos de diseñadores que están deseando trabajar contigo, harían lo que fuera.

—Si, sé de sobra que es así, pero quiero que seas tú —susurró—. Siempre has sido una persona muy importante para mi, ya deberías de saberlo, voy a dar el paso definitivo con la mujer de mi vida y me gustaría que en cierto modo estuvieras presente.

Apreté ligeramente los labios. Si le decía que no, iba a quedar como una inmadura, una resentida y una orgullosa que no era capaz de superar el pasado. Yo no era nada de eso, no me podía permitir siquiera pensarlo. Pero si le decía que si... Implicaría pensar en Fernando más tiempo del que me gustaría, porque estaría trabajando para él.

—Bien —accedí—, podrías enviarme alguna foto de alguno que te haya gustado y decirme cómo quieres el tuyo, siempre hay que empezar teniendo referentes.

—Desde luego —asintió, sonriéndome—. Muchas gracias, Cali, esto significa mucho para mi.

—Te saldrá caro —advertí.

—Creo que me lo podré permitir.

—Me aseguraré de que no quieras comprar más de MUSA —murmuré burlona, eso le hizo reír y en cierto modo alivió la tensión del ambiente.

Hablamos poco más, solo concretamos detalles de su traje, finalmente me dijo que hablaríamos por WhatsApp lo que faltaba por decidir y se despidió dándome de nuevo las gracias. Bien, había actuado como una buena persona.

Mateo se encargó de acompañarlo hasta la salida, en el fondo disfrutaba haciendo de guía (o algo similar). Tendría que subirle el sueldo a ese chico, se lo merecía.

Dailon se acercó, su semblante serio pronto se reemplazó por una sonrisa ladeada y un levantamiento de cejas.

—Estás coladita por él.

Lo último qué quería escuchar y de la última persona de quién querría escuchar algo.

—No voy a permitir que digas estupideces en el trabajo —señalé.

—Solo estoy señalando algo que es evidente —se encogió de hombros—. Tú no querías decirle que si, pero lo hiciste. Tienes que aprender a decir que no aunque se trate del chico que te gusta.

—Él no me gusta —murmuré entre dientes.

—La clave está en que lo sigas repitiendo para convencerte a ti misma, si —soltó una risita—. Puedo encargarme del traje de Fernando, Calíope, si quieres y me dejas, claro.

—¿Por qué tendría que dejar un trabajo tan importante en tus manos? Fernando es mi amigo.

—Porque sabes que en estos momentos lo haré mejor que tú —me guiñó un ojo—. Piénsatelo, ¿vale? Prometo no diseñarle un traje de payaso, ni de monstruo marino, ni de unicornio, ni de...

—¡Lo he pillado! —exclamé—. Es tuyo, pero solo de manera provisional... Y no harás nada que yo no apruebe antes.

Su sonrisa se ensanchó mientras asentía.

—Gracias, farfalla, prometo que no te arrepentirás.

Quise repetir que era sólo de manera provisional, pero se le vio tan contento que preferí callarme y dejarle disfrutar de su momento de gloria.

Quizá era lo mejor, si.

No quería cargar yo con esa responsabilidad.

Vicios entre taconesWhere stories live. Discover now