Capítulo 26

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Dailon Martini

La vida está llena de emociones y a mi me entusiasma saber que todas las malas son compensadas después con otras todavía mejores. Calíope era, sin duda, lo mejor que pudo regalarme a mí la vida.

Estar con ella era vivir en plena primavera.

Era sentir el calor sin que este hiciera sudar, mirar los rayos del sol iluminarlo todo, ver como las flores florecían y las mariposas volaban a su alrededor.

Era una sensación bonita al igual que dicha estación del año y, por supuesto, igual que ella.

Tenía mucho que agradecerle a la vida por ella y por el pequeño de mirada intensa que me observaba mientras se comía una tostada untada en mermelada de fresa. Había tenido que improvisar un desayuno rápido si quería que entrase al colegio a la hora que debía.

—¿Cuándo le pedirás a mamá que sea tu novia? —preguntó después de tragar el bocado que estaba masticando segundos atrás.

Tuve que parpadear un par de veces en su dirección para volver a la realidad. ¿Él acababa de preguntarme lo que creo que acababa de preguntarme?

—¿Cómo? —inquirí, haciéndome el loco, el sordo o lo que fuera que estaba haciendo.

—Cuando dos personas se quieren son novios, ¿no lo sabías? —ladeó su cabeza.

Me iba a morir de ternura con ese niño.

—¿Tú crees que tu mamá quiere ser mi novia?

—¡Si! —chilló, sonriendo de oreja a oreja—. Claro que quiere... Y tú también quieres, ¿verdad?

—Si —admití en voz baja—, ¿pero tú estás seguro?

Asintió rápidamente con la cabeza, casi de manera automática. Eso me hizo reír. Era obvio que Orfeo tenía más ganas de que yo fuera el novio de Calíope que ella misma.

—Tendré que ponerme manos a la obra entonces, no puedo desaprovechar una oportunidad como esta.

—No deberías —apoyó la causa.

Al menos sabía que tenía el apoyo del pilar más importante de su vida. Él mismo se encargó de ir dándome ideas a lo largo del trayecto a la escuela, ideas que yo acepté gustoso porque nunca estaban de más, su opinión era esencial en todo esto. Al llegar, me dio un beso en la mejilla de esos que calientan el alma y se despidió con palabras dulces, supongo que se sintió como estar en la gloria o algo parecido, que suerte tienen los padres. Me quedé como un bobo viéndolo entrar y más tarde le envié un mensaje a Calíope para decirle que me enviara la ubicación de la cafetería e ir en su encuentro. Era lo suficientemente maduro como para volver a sentarme con Noelia en una mesa sin tener traumas.

Verlas a las dos juntas conversando se sintió casi como la primera vez, a diferencia de que yo ahora estaba con Calíope y no con Noelia, la vida da muchas vueltas. La recién nombrada fue la primera en verme, pues estaba frente a la puerta, su amiga se dio cuanta al instante porque no tardó en mirar sobre su hombro para confirmar mi presencia.

—Dailon, siéntate, no te quedes de pie —pidió, señalando la silla que estaba a su lado—. ¿Has desayunado?

—Si, lo siento por no hacerlo con vosotras, fue ver a Orfeo hincarle el diente a una tostada y ya estaba haciendo yo una también para mi, no pude resistirme.

El comentario hizo que ambas soltaran una carcajada, pero yo no lo decía en broma, era toda una realidad.

—No cambiarás nunca —comentó Noelia, negando con su cabeza.

—No, no lo haré, ya tengo mi personalidad definida desde hace un tiempo —admití, atreviéndome a poner mis ojos en ella—. ¿Qué tal todo con mi hermano?

La pregunta hizo que sus cejas se disparasen, al parecer no se la esperaba en lo más mínimo. ¿Es que acaso era demasiado pronto para hacer preguntas de ese tipo?

—Bien, me gustaría creer que todo está bien... Deberías de hablar con Luca, estoy segura de que tenéis mucho que deciros el uno al otro. Se irá pronto y es una pena que las cosas queden en el aire.

—No hay nada que hablar —murmuré, encogiéndome de hombros.

—Dailon... —advirtió Calíope por lo bajo.

—No, no lo digo a malas. No voy a llevarme mal con mi hermano por haberse fijado en la chica con la que salía, no voy a culparlo, no voy a tenerle rencor de por vida. No sé qué clase de monstruo pensáis que soy.

—Nadie ha insinuado eso, pero tu respuesta no ha sido la más adecuada.

—¿Por qué no? —sonreí de lado, con solo imaginarme la situación de Luca y yo hablando sobre el tema, me entraba la risa—. Sería raro preguntarle a mi hermano por qué se metió con Noelia, sobre todo porque él respondería poniéndose a la defensiva y echándome en cara que yo no estaba haciendo las cosas bien... Y tendría razón.

—Y tú odias darle la razón —se mofó la misma.

—Exacto —chasqueé mi lengua—. Así que vamos a hacernos los locos que es lo que mejor se nos da.

Noelia negó con la cabeza mientras sonreía, la situación le hacía tanta gracia como a mí, mientras que Calíope simplemente me observaba sin nada que decir. Entonces caí en el pequeñísimo detalle de que ellos dos todavía no se conocían, eso tenía que cambiar pronto.

—Oye, has dicho que Luca se iba pronto —en cuanto dije eso, Noelia ya sabía por dónde iban los tiros, fue fácil verlo en su mirada—. ¿Por qué no cenamos mañana en tu casa todos juntos? Así Calíope puede conocer a su cuñado.

—¿Qué? No sé si eso es...

—¡Una excelente idea! —exclamó Noelia—. No os preocupéis por nada, bueno si, podéis traer una botella de vino del caro, así me evitó vender yo mis riñones. Pero de la cena me encargo yo, con que vengáis es más que suficiente.

—Y con que llevemos la botella también, ¿no? —se burló Calíope mientras meneaba la cabeza—. Eres una aprovechada.

—Una borracha, mejor dicho —la corrigió, guiñándole un ojo.

Me gustaba esa amistad, se notaba que era de las de verdad y que no las unía la apariencia ni los intereses. Y me gustaba verlas a las dos bien, a Calíope conmigo y a Noelia con mi hermano, se notaba que les sentaba bien eso que algunos llaman amor.

Vicios entre taconesWhere stories live. Discover now