Capítulo 18

86 13 4
                                    


Dailon Martini

Es increíble como funciona la mente humana, ¿no?

Dejas de pensar en quienquiera que tuvieras en la cabeza y en poco tiempo sientes como todas las ideas se acomodan solas para dejarle paso a alguien más, alguien que, esta vez si, parece ser la definitiva. Pero como no queremos ilusionarnos preferimos disfrazarlo con sonrisas y con meneos de cabeza para negar lo evidente.

Porque lo cierto es que no decidimos en quien pensar ni cuándo hacerlo. Los pensamientos muchas veces aparecen ahí sin que nadie los haya puesto en dicho lugar y después es difícil deshacerse de ellos así sin más.

Eso me pasaba con Calíope, aunque no era un secreto para nadie porque disimular nunca se me había dado bien y siempre había sido sincero. Soy fiel creyente de que si algo te mueve, entonces vale la pena intentarlo. Y, maldición, Calíope lo movía absolutamente todo.

Movía la realidad, la ficción, mi mundo, el de los demás... Me movía a mí.

Quizá por eso durante mis horas de trabajo no puedo dejar de pensar en ella, en lo guapa que se veía por la mañana y en lo guapa que se verá cuando llegue la noche; en esa manera que tiene de levantar una ceja cada vez que busca retarme, la forma en la que sonríe, como arruga su nariz cuando está en desacuerdo con algo, como con su mirada puede conseguirlo todo y más.

—¿A dónde te crees que vas? —me preguntó Mateo al verme recoger mis cosas—. Tu horario no ha terminado.

—Claro que lo ha hecho —murmuré con obviedad—. Si tienes algún problema puedes comunicárselo a la jefa, ella está al tanto.

Sus cejas se dispararon, tardó unos segundos en reaccionar pero cuando lo hizo me señaló de manera acusadora con su dedo índice.

—Ten cuidado donde te metes, esto no es una película de Navidad, aquí no existe un final feliz asegurado —advirtió—. Ambos tenéis una vida muy diferente, os une el trabajo y ya sabes ese dicho de que no puedes mezclar ambas cosas. No es como si solo trabajarais en la misma empresa, diablos, es que ella es tu jefa y tiene mucho poder sobre ti. ¿Entiendes tu posición?

—Sé cuál es mi posición desde que la vi por primera vez, pero también sé cuál es la suya desde la noche pasada —le guiñé un ojo—. ¿Tú tienes clara cuál es la tuya?

—Te van a odiar, llevas aquí medio minuto y todos los demás llevamos años, te aconsejo que le vayas bajando —suspiró, negando con la cabeza como si ya me viera como un caso perdido.

—Mateo, no soy más que nadie aquí, pero tampoco menos. A mí que llevéis años me es indiferente, tengo el mismo derecho, el mismo sueldo y la misma carrera, ¿por qué tendría que haber niveles entre nosotros? —me encojo de hombros y acto seguido doy unas palmaditas en el suyo—. Paz y amor, hombre.

Sé que lo dejo sin palabras, así que aprovecho para terminar de recoger mis cosas e irme, no quería llegar tarde al encuentro con Diego y caerle peor, ya tenía suficiente con su mirada de "tienes suerte de que no vaya armado, porque de lo contrario tú dejarías de robarme el oxígeno", o algo así.

No había concretado el lugar, así que opté por lo fácil: ir a su empresa.

Para mi mala suerte ya se encontraba fuera cuando yo llegué, hablando con otro de los conocidos de la industria, Demian Colón.

—¡Anda! Veo que la puntualidad no es tu punto fuerte.

—No especificaste la hora —señalé.

—¿No lo hice? —alzó sus cejas—. Vaya, mala mía. ¿Ves, Demian? A esto me refiero al decir que mi hermana tiene malos gustos.

El pelinegro se carcajeó y golpeó ligeramente su hombro derecho.

—No te olvides de que tuvo un crush por mi —recordó, sonriendo con ternura—. Era adorable.

—Era desmentir la teoría, no confirmarla —se burló.

En realidad Calíope tenía tremendos gustos, no apuntaba bajo, ¿aunque por qué habría de hacerlo? Ningún hombre estaría jamás a su altura, sin importar el estatus social, ni la apariencia, ni nada. Ella era mucho para cualquiera.

—Es una pena que conozcas al team D ya con tonterías —negó con la cabeza—, espero que contigo sea más serio, aunque no le puedes pedir mucho.

—Descuida, es preferible esto a que esté serio.

—El chico tiene razón, pero para su mala suerte va a tener que aguantar de eso un ratito —se encogió de hombros—. Un placer verte, Demian, ya sobras.

El recién nombrado puso los ojos en blanco y se despidió de ambos antes de ir en dirección al que supuse que sería su coche. Dejándome allí a solas con Diego.

Que emoción.

—A estas horas entra una caña, ¿no crees?

—No suelo beber alcohol, pero puedo hacer una excepción.

No era mentira, si podía evitar beber no lo hacía, incluso en las fiestas tomaba apenas uno o dos tragos. Todos decían que eso no pegaba conmigo, pero lo cierto es que nadie tiene ni idea de qué es lo que pega conmigo. La gente habla por hablar y no se para en conocer a alguien más allá de lo que ve y supone, por eso siempre estamos equivocados. A las personas hay que conocerlas para hablar de ellas.

—Admito que con eso te has ganado un pequeño punto a favor, no me gustaría que mi hermana estuviera saliendo con un puto borracho —admitió mientras pasaba su brazo por mis hombros.

—Has sido tú quien lo ha propuesto, ¿debería entonces de preocuparme por Ayker?

Sus ojos brillaron con diversión y las comisuras de sus labios se estiraron hacia arriba, le había hecho gracia.

—Solo te estaba poniendo a prueba, no quieras pasarte de listo.

Entonces supe que no debía de preocuparme, su tono de voz indicaba que ya no había tensión entre los dos. Lo que me llevaba a pensar en dos posibilidades: Diego era bipolar, lo habían hecho entrar en razón.

Fuera lo que fuera, no podía desaprovechar la oportunidad que me estaba dando de llevarnos bien.

Vicios entre taconesWhere stories live. Discover now