Capítulo 11

69 19 13
                                    


Calíope de Jesús

Aprieto el volante con fuerza, intentando reunir las fuerzas que me faltan para enfrentarme a Noelia. Acababa de dejar a Orfeo en el colegio y debía de reunirme con mi mejor amiga en Tacitas con encanto, una de nuestras cafeterías favoritas. No quería alargar más la situación, que pasara lo que tuviera que pasar, así que me puse en marcha. En pocos minutos logré llegar allí, a las ocho y media de la mañana apenas había personas por allí, por lo que me limité a aparcar y salir del coche mientras rezaba un padre nuestro para mis adentros.

¿Qué era lo peor que podía pasar?

Bueno, mejor no tentaba mi suerte, que solía ser siempre poca.

Noelia ya estaba sentada en la mesa de siempre cuando entré, empezaba a sospechar que la reservaban para nosotras porque nunca vi a nadie más sentarse en ella,ambas nos saludamos a la distancia mientras yo me acercaba para tomar asiento.

—Las dos hemos llegado antes de tiempo, parece que tenemos urgencia por hablar, ¿eh?

Yo no quería reírme, se me notó en la risa nerviosa que solté después de que ella hablara.

—Si, eso parece —asentí ligeramente con la cabeza—. Pero yo no sé por dónde empezar.

—Sospecho que vamos a hablar del mismo tema, así que hazlo sin miedo —me dice, encogiéndose de hombros—. Nunca te vi insegura para hablar de nada, ni siquiera cuando se trata de Fernando.

—Dailon no es Fernando —espeto, confesando de una vez que quería hablar de él.

Por alguna extraña razón, Noelia soltó una carcajada, como si no se tratara de su novio.

—Por suerte para ti no lo es.

Solté un suspiro mientras me pasaba una mano por el cabello, la camarera se acercó para tomar nuestras órdenes y destensar un poco el ambiente. Una vez que se giró pude mirar a mi amiga a los ojos.

—Me siento una hija de perra, la peor amiga del mundo y un asco de persona.

—No digas tonterías, Cali, no es ningún pecado fijarse en alguien, sé que no lo has hecho a propósito —sonrió de lado—. Las cosas están complicadas.

—¿Entre vosotros? ¿O entre nosotras?

—En general —movió sus manos en el aire como si quisiera hacer la forma del mundo—. Por eso tenía que hablar yo también contigo... Él me ha pedido que no lo hiciera, pero me veo en la obligación de comentártelo, sé que te importa tanto como a mi.

Sus palabras me dejan confusa, se podría decir que incluso nerviosa, ¿a qué venía todo eso? ¿En que se había metido el italiano?

—Ese tono de voz indica que es grave.

—Está pasando por un momento delicado económicamente, bueno... Sus padres son quienes tienen ese problema, pero él está empeñado en que tiene que ser él quien lo arregle todo —es su turno de suspirar—. Y no puede, porque ya invirtió mucho dejándolo todo allí para poder venirse hasta aquí y trabajar contigo.

—¿De cuánto dinero estamos hablando? —inquirí, aunque sin importar la cantidad iba a dejársela. Dailon podía ser un odioso, pero él me había ayudado a mí con Orfeo cuando estaba enfermo, que es lo más importante para mí en el mundo, más que cualquiera cantidad de dinero; así que yo lo ayudaría a él con lo que más le importa, es decir su familia.

Era lo mínimo que podía hacer.

—Eso no lo sé, tendrías que preguntárselo a él directamente, pero te advierto que no servirá de nada porque se cabreará contigo y conmigo.

—Si se cabrea tiene dos problemas y a mi no me afecta ninguno de ellos.

La camarera deja nuestras tazas en la mesa al tiempo que nosotras dos le agradecemos. La verdad es que es una chica muy maja, todo sea dicho. Bien es cierto que la amabilidad era un requisito básico para trabajar de cara al público, pero había muchos que no cumplían con eso.

—Cuando llegué tú ya sabías que venía a hablar de él, ¿por qué? —le pregunté.

—Disimular no es el punto fuerte de ninguno de los dos —se mofó—. Se os nota cada vez que habláis y es, en cierto modo, adorable. Tenías que escucharlo hablar de ti, preguntando más todo el tiempo porque todavía hay cosas que no sabe, expresándose sobre lo buena que eres y tirándote pétalos de rosas con cada palabra.

Mis mejillas se incendian y me siento culpable.
No me imaginaba a Dailon hablando de mí de esa manera, no se me formaba esa imagen en la cabeza por más que quisiera. Pero como ella decía, era adorable, como cuando cargaba a Orfeo en brazos o echaba su cabeza hacia atrás para reírse.

—No estoy enfadada —aclaró —, como te he dicho antes, las cosas están complicadas en general... Ayer vinieron su hermano y su sobrina.

Ay, no...

Si no conociera yo a esta mujer diría que eso sólo era para informar, pero como si que la conocía podía asegurar que eso era una advertencia a algo que todavía no me había dicho.

—Te has liado con el hermano.

—Shhh, no lo digas así —me calló—. Fue algo raro, porque los dos sabemos que está mal, no queremos que Dailon nos odie de por vida. No importa que él ya tenga sus ojos en ti, sé cómo pesa la traición y no quiero que él la sienta.

—Tenéis que hablar las cosas antes de que sea demasiado tarde —aconsejo.

—Con el temperamento de Dailon o se lo puede tomar muy bien o todo lo contrario, no sé qué hacer ni cómo hacerlo.

—Pues es algo que solo tú puedes hacer, como lo hagan terceras personas será peor para ambos... Tú tienes que tener presente que hay una niña de seis años de por medio, que vuestros problemas no le salpiquen.

—Tu vena maternal saliendo a la luz es lo más bonito que hay —sonrió, tomando su taza con ambas manos para llevarla a sus labios y darle un sorbo a su café.

Era mi lado de realidad, pero no quería restregárselo porque ya suficiente tenía la pobre.

Al final estábamos las dos igual, con la culpa pesándonos en los hombros. Porque si, yo le había dicho que me gustaba, pero a él no se lo pensaba decir ni de broma. Vamos, ya me jodería.

Había muchas cosas por hacer antes de admitir una realidad en voz alta.

Vicios entre taconesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora