Capítulo 10

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Dailon Martini

Compararla con las mariposas se había vuelto una costumbre desde el primer día. Recuerdo que ni siquiera lo pensé y la palabra farfalla salió sola de mis labios.

Había que admitirlo, Calíope era guapa, más de lo que parecía en Instagram y en las revistas, más de lo que cualquiera podría siquiera imaginar. Tenía unos rasgos bien definidos, una mirada profunda y filosa, unos labios invitadores, una figura de infarto... Tenía nombre de musa, pero incluso el título de diosa le quedaba pequeño.

Cuando llego a casa de Noelia lo hago con una amplia sonrisa en los labios, aunque esta se borra en cuanto entro y veo allí a mi hermano.

La rubia parecía diminuta al lado de mi hermano que medía un metro noventa y además estaba musculoso. Cualquiera a su lado parecía un pelele.

—Luca —lo llamé, aunque sus ojos ya me estaban mirando desde antes—, ¿qué se supone que haces tú aquí?

Él no me responde, en su lugar lo hace un chillido agudo que proviene de nada más y nada menos que de Cata.

—¡Tío! —corrió hacia mi estirando sus pequeños brazos.

—Hola, monada —susurré, sintiendo como todas las preocupaciones se disipaban cuando la alcé en brazos y la abracé contra mi cuerpo.

—Te eché de menos —murmuró, escondiendo su rostro en mi cuello.

—Yo a ti también, ya deberías de saberlo —sonreí al sentir sus manos jugando entre mi cabello—. Pero ahora tengo que hablar con papá, en un rato nos ponemos nosotros dos al día, tengo mucho que contarte.

—¿Me lo prometes?

—Te lo prometo —asentí ligeramente con la cabeza.

Eso fue suficiente para convencerla y que me pidiera que la dejara en el suelo. Noelia se ofreció a ir con ella para dejarlos a nosotros dos solos en el salón.

Mi hermano no era de los que iban a otro continente así porque si, por lo que miedo me daban las razones de que estuviera allí.

—Tenemos que hablar —dijo las tres putas palabras que menos me apetecían oír.

—Soy todo oídos —suspiré, dejándome caer en el sofá, sabiendo que lo que se venía iba a ser agotador.

—Papá está endeudado hasta las orejas, no sé en qué coño se ha gastado el dinero, pero estamos en números negativos. Mamá vive con miedo de que embarguen la casa y no tengan donde vivir, yo apenas gano para Cata, sabes bien que las cosas están complicadas y al parecer ahora solo empeoran.

El hombre que nos había procreado tenía malos vicios, era buena gente pero siempre estaba metido en donde no debía, la última vez llegó a involucrarse con personas de la mafia italiana y tuvimos que pararle los pies por el bien de la familia. A veces se le olvidaba que tenía una nieta de seis años que debía crecer en un ambiente normal.

Así que, por muy jodida que fuera la situación, no me sorprendía para nada que estuviéramos en la puta ruina. Aunque eso significaba que yo también las iba a pasar canutas por aquí, porque aunque estuviera trabajando no iba a cobrar hasta principios del mes que viene, y mientras tanto tenía que comer, vestir y gastar el dinero en cosas básicas.

—¿Cuánto dinero debemos?

—Dailon, nosotros no debemos nada —me recordó con su característico tono de hermano mayor.

—Es nuestro padre y él no va a ganarlos, técnicamente si que lo debemos nosotros.

Negó con la cabeza en desacuerdo.

—No voy a decirte la cifra.

—¿Por qué no? —me quejé.

—Porque te conozco y sé que pasarías sin comer si es necesario solo para dárselo a nuestros padres —admitió—. Dailon, tienes que centrarte ahora en tu vida, estás en el trabajo de tus sueños, ¿cómo te va? ¿Qué tal te trata tu jefa?

La pregunta me toma desprevenido, sé que lo hace con buena intención, para despejarme y que no piense más en el tema. Pero claro, mientras nosotros estamos aquí hablando, en Italia pueden estar echando a nuestros padres a la calle.

—Bien, ella me gusta más cada día.

Sus cejas se elevan y entonces caigo en la cuenta de lo que acabo de decir.

—Eso no ha sonado a que te gusta como jefa, fratello —soltó una risa—. ¿Hubo chispa?

—Cállate, hubo una tormenta eléctrica entera.

No mentía, con ella cerca no solo corría la electricidad, todo a mi alrededor eran truenos y relámpagos.

¿Cómo iba yo a mentirle a mi hermano? Mejor ser sincero y punto.

—Pero no quiero hablar ahora de esa diosa con nombre de musa —sacudí ligeramente mi cabeza, intentando alejarla de mis pensamientos—. ¿Por qué has venido hasta aquí para contármelo?

—Noelia pensó que era la mejor opción —se encogió de hombros—. Tiene su punto de razón, si te hubiera llamado habrías entrado en pánico y vendrías tú a Italia, pero no puedes hacerlo por tu trabajo así que me movilicé yo hasta aquí. Además, unos días por aquí nos vendrán bien a Cata y a mi.

—Probablemente haya sido la mejor opción, si —admití, esos dos me conocían mejor que nadie en el mundo.

—Lo sé, somos unos genios —se levantó del sofá—. Iré con Cata antes de que le agote las energías a Noe.

Noe.

Que confianza tenía, ni siquiera yo le llamaba así demasiadas veces, de hecho lo hacía muy pocas.

No respondí, de todos modos no me iba a escuchar y aunque lo hiciera no le interesarían mis palabras. Debió de cumplir pronto porque Noelia no tardó en aparecer en mi campo de visión.

—No quería ser una metida pero oí algo que...

—No —la interrumpí—, no vas a poner ni un céntimo.

—A ver, que yo tampoco soy rica, con suerte he podido independizarme —rio, tomando asiento a mi lado—. Pero conozco a alguien que si lo es y...

—Ni se te ocurra —la frené, más seco de lo que me gustaría, al ver por dónde iba—. No vamos a meterla en esto.

—Pero Dailon, sabes que ella no va a tener problema en ayudarte si se lo pides.

—Precisamente por eso —pasé una mano por mi cabello—. No voy a pedirle dinero, se ha acabado la conversación.

Me levanté del sofá y salí de allí casi corriendo, tenía suficiente como para meter a Calíope en mis problemas económicos. De ese pozo tenía que salir yo solito.

Vicios entre taconesWhere stories live. Discover now