Capítulo 14

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Dailon Martini

No culpaba a Noelia por gustarle mi hermano.

Tampoco culpaba a Luca por gustarle ella.

Me culpaba a mi, que la idea de relación había empezado a abandonar mi mente desde que vi a Calíope. Porque a pesar de ser mi jefa, me gustaba, mentiría si dijera lo contrario y a veces aguantarse las ganas era lo peor que se podía hacer.

Y ahora estaba allí, dejándome ayudar por ella, porque la elegí como ángel de la guardia. Me daba el mejor trabajo de mi vida, me solucionaba los problemas económicos, me dejaba quedarme en su casa... ¿Qué más podía pedir? Ni de coña podía arruinarlo ahora todo diciéndole que me gustaba o lanzándome a ella, sería una falta de respeto.

Y mi vida no estaba como para seguir arruinándose.

—Oye, perdona por lo de antes —dije mientras recogía la mesa, ya se había encargado ella de ponerla antes, la cena habíamos hecho entre los dos así que eso ahora me tocaba a mi, era cuestión de igualdad. Ella alzó la mirada confusa como si no entendiera de lo que le estaba hablando—. Lo de mencionar a Fernando.

—Oh, eso —hizo una mueca y seguido un gesto para restarle importancia, pero disimular no era su punto fuerte—. No es nada del otro mundo.

—Se te da fatal mentir —me mofé llevándome los platos y los cubiertos al fregadero.

—Hablo en serio, solo es parte de mi pasado, me alegra más de lo que crees que haya encontrado al amor de su vida —sé que ahí está diciendo toda la verdad.

—¿No has pensado en retomar tu vida sentimental con alguien más después de él?

La escucho tomar una respiración a mis espaldas y juro que estoy tentado a dejar de limpiar solo para tener toda mi atención en ella.

—Es difícil —admitió—, tener una marca tan importante, un hijo al que cuidar y una relación sentimental no son cosas que vayan de la mano.

—Muchas personas lo han hecho, no vas a morir en el intento —intento animarla.

—Si, es cierto, muchas personas lo han hecho pero en diferente orden. Tienen un trabajo, una relación y un hijo —enumeró—. La diferencia es que ellos tienen al hijo juntos y yo no, yo a Orfeo ya lo tengo yo sola. Los hombres se espantan con la idea de tener hijos a largo plazo, imagínate así.

Arrugo mi nariz por la idea tan tonta que tienen algunos hombres.

Si, desgraciadamente eso pasaba, había seres que no les importaba porque no eran sus hijos. Por Dios, ¿qué más da que sean tuyos o de tu pareja? No debería de haber diferencia a la hora de tratar con ellos.

—Hay muchos hombres que tienen mierda en la cabeza —resoplé—. Solo no has conocido a los indicados, farfalla.

Seco mis manos con la toalla de color rosa que ella había dejado allí para mi y, por fin, me giro para enfrentarla.

—No estoy interesada tampoco en hacerlo, seremos Orfeo y yo contra el mundo —sonrió—. No tengo que depender de ningún hombre más que de mi hijo.

—No se trata de depender —intenté justificar—. Es solo... Por sentir las mariposas, ¿no es esa la sensación más bonita del mundo? Sentir como vuelan en tu estómago, sentir que vuelas tú también.

—¿El amor te hace volar?

—Tú me haces volar —solté, sin arrepentirme segundos después—. Te llamé farfalla porque nada más verte sentí mariposas, eso es lo que significa esa palabra, eso es lo que tú me haces sentir cuando estás cerca.

Sus mejillas se acaloran con mi comentario pero no me baja la mirada en ningún momento, sus ojos no parecen querer abandonar los míos y se lo agradezco porque no hay cosa más bonita que mirarla y que me mire.

—¿Eres consciente de lo que acabas de decir?

—Demasiado para mi gusto.

Traga saliva de manera notable y busca alguna excusa para dejarlo estar, pero no la encuentra, al menos no una que no sea demasiado evidente.

—Fue sentir tu hambrienta mirada en mi cuerpo y todo mi ser aleteó —le guiñé un ojo—. Literalmente todo.

Sus ojos se cierran por escaso segundos, no sé si se lo está imaginando o está contando hasta diez para no mandarme a la mierda.

Sea lo que sea, no sé si debería de quedarme para averiguarlo, así que me tomo el atrevimiento de pasar por su lado e inclinarme ligeramente hacia ella.

—Buenas noches, farfalla —susurré en su oreja, si en la pelis funcionaba, ¿por qué no en la vida real? Y sin más, salí de allí para subir s la habitación que ella misma me había designado.

Una habitación típica de invitados, si. Con paredes desnudas y decoración sencilla. Predecible. Me gustaría decir que me esperaba algo más por parte de Calíope, pero la verdad es que me la imaginaba tal cual.

Me deshice de mi ropa y sin poder evitarlo miré mi reflejo en el espejo, observando cada rastro de tinta que había dejado en mi piel, ahora aquella mariposa empezaba a cobrar sentido. Lo que un día me hice por pura filosofía porque las mariposas son lo más bonito que existe en el planeta, ahora tenía nombre de musa, apellidos de multimillonarios, cuerpo de diosa y actitud que enamoraba.

Y que bien se sentía mirarme y recordarla.

Llevé una mano a mi abdomen y la deslicé hacia abajo, encaminándome peligrosamente hacia el tatuaje para acariciarlo con la yema de mis dedos.

—Dailon.

Jadeé sorprendido ante la interrupción, como si me hubiera pillado haciendo algo más comprometedor. Bien, es cierto que solo estaba en bóxer, pero ella hasta me había visto sin él, así que no veía problema.

Me giré lentamente, aunque bien que la podía ver por el espejo, estaba tan solo un poco asomada por la puerta en señal de que no quería entrar del todo. Pero vaya, después de la mirada que me recorrió de arriba a abajo se lo pensó dos veces y entró, cerrando la puerta detrás de su cuerpo.

Me gustaría pensar que esa noche no solo iban a volar las mariposas.

Vicios entre taconesWhere stories live. Discover now