Capítulo 9

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Calíope de Jesús

Estaba nerviosa, no mentiría diciendo lo contrario. Una cosa es formalizar con él en el trabajo y otra muy diferente es tenerlo en el sofá de mi casa bebiendo café, estábamos cruzando los límites.

—No sé que decirte —admito, aclarando mi garganta—. Supongo que no nos conocemos tanto como para tener una conversación profunda, ¿eh?

—Conozcámonos entonces —propuso, subiendo su pierna para apoyar su tobillo sobre su rodilla—. Olvídate de que somos jefa y empleado.

—Me imagino que tú ya lo has hecho —murmuré, negando con la cabeza.

—Ahora mismo no estamos en el trabajo, ¿por qué no podemos actuar como dos personas normales? —se encogió de hombros—. Hay gente que se lleva bien, yo he visto a tu hermano tomándose cañas con sus empleados.

Jesús, María y José.

Que buena fama tenía entonces mi hermano, si. Borracho y con sus empleados. Todo un ejemplo para la familia.

—Yo no soy mi hermano —señalé—. Estoy segura de que no lo conoces a él, así que te seguro que a mí menos.

—Me he estado informando sólo de los cotilleos, en realidad no llevo demasiado tiempo en Estados Unidos —admitió, soltando una risa—. Es fácil sacarle este tema a cualquiera de la empresa, al parecer les gusta hablar de ti.

Se me incendian las mejillas sólo de imaginarme a Dailon preguntando por mi. Más bien tenía pinta de ser el típico chico que le daba igual todo, que no le importaba nada.

Pero bueno, una vez más me estaba equivocando.

—Pareces sorprendida —se mofó—, ¿tienes miedo de que descubra tus secretos más oscuros, jefecita?

Casi me atraganto con el sorbo de café que me estaba pasando por la garganta en ese momento.

¿Me acababa de llamar "jefecita"?

Dios mío, lo iba a matar, sobre todo después de esa mirada cargada de diversión que me estaba lanzando.

—Traga despacio, no queremos que te perjudiques la garganta.

No acababa de decir eso...

—Para empezar, no me llames  así —advertí, señalándolo de manera acusadora con mi dedo índice—, para seguir, déjate de juegos orales.

—¿Juegos orales? —inquirió, burlón.

—¡Maldición! Juegos de palabras.

Echó su cabeza hacia atrás mientras se reía, la imagen era reconfortante, pues la nuez de Adán en su garganta resaltaba, su cabello se alborotó con el movimiento y sus ojos se cerraron al reírse.

Y yo, tonta de mi, mirándolo como si fuera el hombre de mis sueños, cuando en realidad sólo era el novio de mi mejor amiga.

Pareció darse cuenta de mi mirada, porque se giró ligeramente hacia mi, apoyándose con total comodidad en el respaldo del sofá. Sus ojos, ahora brillantes, estaban fijos en los míos.

—¿Prefieres que te llame farfalla? —inquirió, sonriendo de lado—. Porque si es así, yo encantado.

Si, si, si.

Diablos, si.

Por lo que más quieras, si.

—Ni siquiera sé lo que significa.

—No te he preguntado si sabes lo que significa, te he preguntado si lo prefieres.

—Gracias por la aclaración, eh —ironicé—. No puedo preferir algo sin saber qué significa, igual me estás insultando en tu idioma natal y yo aquí sonriéndole a dicho apodo.

—Jamás te insultaría —pareció sincero al decirlo, así que me lo creí—. Es algo bueno... A mi parecer, de lo más bonito que hay en el mundo, así como tú.

—Así como yo —repetí, esta vez me tocó a mí alzar una ceja—. Interesantes declaraciones, Dailon, te aconsejo que no vayas por ahí diciéndole eso a cualquiera, es feo que sea yo quien te recuerde que tienes novia.

Él no parecía esperarse esa respuesta, lo veo tragar saliva de manera dura mientras busca una respuesta que darme. Cuanto más tarde, más en evidencia se pone. Sin embargo, el italiano tenía habilidades que yo ya sospechaba, como la de improvisación.

—No se lo digo a cualquiera, no sé por quién me tomas —chasqueó su lengua—. Tengo ojos en la cara, veo que eres bonita, molto carina, así que no veo la necesidad de negarlo.

—Me alegra que en Italia seáis tan cariñosos, pero aquí la cosa no funciona así, no vas soltando piropos con ese tono de voz y esa mirada coqueta a menos que la otra persona te guste —señalo—. ¿Debería de decir que no me sorprende?

Me estaba pasando tres pueblos, pero esa ligera tensión por mi saber lo que ocurriría después me producía cierta adrenalina. Mentiría si dijera que no me gustaba ese tipo de provocación. No me importaba estar jugando con fuego, al parecer si que quería quemarme y que él se quemara conmigo también.

—Oh, desde luego, tengo el pack completo para ser un fuckboy, ¿no es así?

—Lo has dicho tú, no yo.

—A las chicas os gusta eso...

—No generalices —pedí, haciendo que las comisuras de sus labios se elevaran.

—Entonces tú tampoco —me guiñó un ojo, dejando la taza sobre la mesa. Acto seguido se levantó, yo también hice lo mismo al ver sus intenciones de marcharse, aunque era obvio que una vez más había caído en su juego de palabrerío. El chico era más experto de lo que yo creía, incluso me superaba, y eso era de admirar—. Nos vemos mañana, farfalla.

—Espero que sea en la empresa y no en mi casa.

—Oh, vamos, admite que te ha encantado mi compañía —se chinchó, caminando delante de mi cuerpo, aunque no le estaban viendo el rostro sabía de sobra que estaba sonriendo—. Espero que Orfeo se mejore, dale un beso de mi parte.

—Lo haré, gracias —murmuré, sabiendo que sus intenciones eran buenas. Le abrí la puerta y me apoyé ligeramente en el marco de esta.

—Y bueno... Otro para ti —antes de que pueda reaccionar tengo sus labios pegados en mi mejilla—. Gracias por no echarme a patadas y perdona si en algún momento he sido una molestia.

—No lo has sido —soy rápida en aclarar, demasiado para mi gusto.

—Menos mal —fingió un suspiro de alivio cuando se separó—. Hasta mañana.

Le devuelvo la despedida moviendo mi mano en el aire, la verdad es que tenía una mala manía con decir "adiós" en lugar de "hasta mañana" o un simple "chao", mi madre siempre me lo recriminaba diciéndome que "adiós" se le decía a los muertos y no a los vivos, por eso trataba de evitar las despedidas.

Cuando entró en casa soy yo quien suelta un suspiro de alivio de verdad, porque no estaba segura de cuanto más iba a poder sostener el hilo de la conversación.

Me sentía la peor amiga del mundo, tenía que hablar con Noelia cuanto antes... Por lo menos antes de que fuera demasiado tarde y no pudiera salvarnos.

Vicios entre taconesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora