Capítulo 29

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Calíope de Jesús

Operación caerle bien a mi cuñado: superada con éxito.

Operación semana de la moda en Milán: casi olvidada.

Por suerte tenía a Mateo para recordármelo, hacían falta más personas como él en el mundo o al menos en la empresa.

Mi vida había sido un poco caótica en los últimos meses, yo no era de esas que se olvidaban con facilidad de las cosas, mucho menos si eran de gran importancia. Sin embargo, ahí estaba, pasándoseme por alto uno de los sucesos más importantes del año.

—Calíope, ya está todo preparado para esta noche —dijo Mateo en cuanto me vio llegar, mi cara tuvo que ser un poema porque su sonrisa se borró con rapidez—. Te has olvidado de que mañana empieza el gran evento que llevamos meses esperando...

—¡Claro que no! —negué con la cabeza, sintiéndome culpable—. Vale, quizá si que se me había pasado por alto, no he revisado mi agenda estos días.

—Ya, estuviste muy ocupada.

El tono receloso hizo que yo me pusiera seria. ¿Cuántas veces iba a tener esta conversación con él o con cualquiera que trabajase aquí? No hay cosa que más rabia me dé que tener que repetir las cosas mil veces, sobre todo cuando son cosas que no le incumben.

—Mi vida privada no tiene que importarte, Mateo —expliqué, intentando sonar calmada—. Te recuerdo que trabajas para mí, lo mínimo que me debes es un pequeño respeto, al igual que yo a ti. Yo estoy cumpliendo mi parte, creo que nunca me metí en tu vida ni mucho menos, estaría increíble si pudieras hacer tú lo mismo.

Apretó los labios para evitar decir algo que pudiese empeorar la situación y asintió de manera ligera.

—Bien, avisa de que este año nos acompañará alguien más.

—Calíope...

—No era una sugerencia, Mateo.

—Está bien, jefa, se lo haré saber ahora mismo —acató la orden.

—Gracias por hacer tu trabajo —fingí una sonrisa antes de subir a mi oficina.

Algunas personas me saludaron por el camino y yo correspondí por amabilidad, hasta el momento sabía lo que era la educación. No debería de estar allí, tenía una maleta que preparar para el viaje a Italia, pero confiaba en que podría hacerlo a las prisas cuando saliera del trabajo. Claro, también debería de avisar a Dailon, o al menos preguntarle si quería venir, porque estaba dando por hecho que si pero no le había preguntado.

Le envié un mensaje desde que ya estuve en la oficina para pedirle que se pasara por aquí en cuanto pudiera. Dailon era de esas personas que vivía pegado al móvil, así que no tardó más de dos minutos en leer el mensaje y enviar un sticker a modo de respuesta. Me hizo gracia, las cosas como son.

—¿Me llamaste? —preguntó desde la puerta, haciéndome levantar la cabeza.

—¿No crees que deberías de tocar a la puerta primero?

—Perdona, farfalla, mis modales —se disculpó mientras salía de la oficina y cerraba la puerta.

A pesar de que todo era visible porque no me había molestado en poner ninguna pared opaca, me reí al ver como se aclaraba la garganta fingiendo nervios y se disponía a tocar con sus nudillos el cristal. Me miró, alzando las cejas mientras señalaba hacia el interior como preguntando "¿puedo entrar?".

—Puedes entrar, Dailon —asentí con la cabeza.

El italiano suspiró de alivio y, ahora si, entró a la oficina y cerró la puerta tras su cuerpo. Se acercó y miró de manera vacilante las sillas frente al escritorio. Tenía sentido, si es algo rápido no te sientas, si es una conversación larga y profunda es recomendable que tomes asiento y te pongas cómodo; como no sabía a qué venía, tampoco sabía el tiempo que iba a durar allí.

—Puedes sentarte.

—Espero que no sea para hacer sentadillas —advirtió mientras se dejaba caer en una de ellas.

—No te preocupes, es un tema rápido, pero me gustaría saber tu opinión al respecto —apoyé ambas manos en el escritorio—. Esta noche viajamos a Milán, como sabes es la semana de la moda y nuestra marca no podía faltar en sus pasarelas.

La curvatura de su sonrisa me enseñó el significado de las mariposas en el estómago.

—¿Me estás proponiendo que viaje contigo a Milán, farfalla?

—Eh... Si —dudé, mordiéndome el labio inferior mientras lo miraba—. ¿Es demasiado?

—Cuando se trata de ti siempre es demasiado, supongo que por eso me encantas.—Se levantó para inclinarse sobre el escritorio y dejar un beso sonoro en mi mejilla, que se tornó caliente en cuestión de segundos. La mejilla, digo.

—Voy a tomarme eso como un si.

—Es un súper si —asintió, tomando mi rostro con una de sus manos y apretando mis mejillas. Oh, no. Acabo de ser delatada.

Atrapadísima, Calíope.

Aunque él no pareció darle demasiada importancia, estaba haciendo contacto visual conmigo, lo que sus dedos tocasen era otro tema aparte. Rompí ese contacto, como de costumbre, cuando mi mirada bajó hasta su boca. Dailon no era de los que vacilaban con algo así, ni tampoco hacía esperar, él era rápido en entender lo que quería así que bajó su mano hasta mi cuello mientras sus labios se presionaban con los míos.

El sabor de su boca se sentía dulce, como volar entre las nubes o algo así.

¿Había alguna vez volado entre las nubes? No, claro que no, pero seguro que era algo semejante a besarlo. No tenía pruebas pero tampoco dudas.

—Nuestra primera escapadita juntos, ¿eh?

—Es un viaje de trabajo, Martini, ubícate —me mofé—. Además, no estaremos solos.

—No me digas que también nos acompaña Mateo...

—De hecho si —chasqueé mi lengua al ver la desilusión en su cara—. No entiendo porqué te cae mal.

Vaaale, igual si que lo entendía.

—No he dicho en ningún momento que me cayese mal, pero si es cierto que en algunas cosas no estamos de acuerdo —se encogió de hombros—. Sobre todo en cosas que tienen que ver contigo.

—No quiero una pelea de testosterona en Italia —advertí—. Ambos sois adultos, espero que sepáis comportaros.

—No habrá ninguna pelea de testosterona ni mucho menos, yo tengo muy claro el lugar que ocupo en tu vida y también el que ocupa él. No hay necesidad de celos, pelea ni nada por el estilo.

Si, en él confiaba, en quien no confiaba tanto era en Mateo. Lo conocía lo suficiente como para saber que iba a soltar algún comentario inapropiado cuando menos falta hiciese y eso podía provocar que alguien pasase un mal rato.

Algo me decía que Italia no iba a ser algo tan sencillo como lo había sido los años anteriores.

Vicios entre taconesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora