Capítulo VIII

115 24 12
                                    

Ajusté los delgados tirantes negros por tercera vez y finalmente me di por vencido. No importaba cuantas veces los arreglara, el escote de la camiseta no subía. No podía creer que me quedara. ¡Oh, diablos! Me quedaba bastante bien, la camiseta se aferraba a mi pecho y en mi ceñuda cintura, sumado a mis jeans muy muy rotos.

Me veía bastante sexy.

Pero necesitaba cubrir mis hombros y pecho un poco, esta camiseta era demasiado. Abrí la puerta del armario. Sabía que tenía una chaqueta roja que no luciría mal, pero no podía encontrarla entre todo el desastre. Me tomó unos minutos recordar que seguía en la secadora.

—Santa mierda —gemí y me dirigí hacia abajo, en una ráfaga de negros y golpeadores pasos.

Gracias a Dios, mamá ya se había ido al trabajo. Ella podía haber tenido un accidente cardiovascular, sino hubiese dicho algo en contra o aplaudir, por mi ropa. Cualquiera de las dos sería demasiado vergonzoso. Me dirigí hacia el pasillo, nervioso y con náuseas. Podía oír los autos afuera, las risas, mientras sacaba la chaqueta, la sacudía, y me la colocaba. ¿Qué pasaría si hacía algo estúpido? Como levantar una televisión en frente de toda la casa llena de compañeros de clase.

Justo en ese momento escuché un golpe en la puerta. Tomando una profunda respiración, di marcha atrás hasta la puerta principal y la abrí. — Hola.

Wooyoung entró, sosteniendo media docena de rosas en sus manos. Sus ojos se dirigieron a mí. —Guau, te ves muy bien —Sonrió cuando me entregó las flores. —Quería hacerlo.

Ah, la palabra clave de nuevo: querer. —Bueno, son hermosas. Y tú te ves muy guapo, también —y lo hacía, vistiendo un oscuro suéter de cuello en V, y debajo una camisa. Di un paso atrás, sosteniendo cerca las rosas. Nunca nadie me había dado flores antes. —¿Quieres tomar algo antes de irnos?

Wooyoung asintió con la cabeza y me siguió a la cocina. Las opciones eran limitadas, así que se decidió por uno de los vinos fríos de mamá. Se apoyó en el mostrador, mirando a su alrededor mientras yo encontraba un jarrón para las rosas. —Tienes libros en todas partes. Es realmente lindo.

Sonreí cuando puse las rosas en el mostrador. —Mi mamá los odia. Siempre está tratando de recogerlos.

—Y tú sólo los regresas a su lugar, ¿eh? 

Reí. —Sip, así es.

Se movió, con el vino frío en una mano. Su mirada era profunda y extendió su mano, tomando la cadena de plata. Sus nudillos rozaron mi pecho hinchado. —Interesante collar. ¿Qué tipo de piedra es?

—Obsidiana —le conté—. Un amigo me la dio.

—Es realmente diferente —lo dejó caer—. Es genial.

—Gracias —Puse mis dedos en la obsidiana, tratando de empujar las imágenes de Hyunjin que vinieron. Busqué alguna cosa para decir—. Gracias por las flores, de nuevo. Son realmente hermosas.

—Me alegra que te gustaran. Me preocupaba parecer un nerd cuando te las entregara.

—No. Son perfectas —sonreí—. ¿Estás listo para irnos?

Él terminó su vino frío y enjuagó la copa antes de colocarla sobre el mostrador. Mamá podría amarlo por ello... bueno, no a la parte de menor- de-edad-bebiendo-su-vino. —Claro —dijo—. Pero creo que tengo una mala noticia. Sólo puedo estar por media hora. Unos familiares vienen de último minuto. Lo siento mucho.

—No —dije, esperando que la decepción no se escuchara—. Está bien. Nosotros tampoco dimos mucho aviso.

—¿Estás seguro? Me siento como un imbécil.

Onyx² [HYUNLIX]Dove le storie prendono vita. Scoprilo ora