Capítulo 23

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27 DE FEBRERO DE 2040

ORDEN MUNDIAL

VANCOUVER, CANADÁ

Me removí, al sentir algo tocar mi espalda.

Era tan ligero que apenas lo sentía.

Abrí los ojos y giré mi cabeza para lograr saber que era aquello.

-Buenos días...

Su suave voz manañera, me recibió. Sonreí sin mostrar mis dientes volviendo a dejar mi cabeza sobre la almohada.

‐¿Cómo pudieron hacerte esto, Lauren?

Susurró notando toda mi espalda desnuda, golpeada.

-Estaban enojados.

-Fueron unos animales.

Tocó una zona de mi espalda que me hizo quejarme. Su rostro cambió radicalmente de enojo a culpa.

-Lo siento.

-Necesito tomar una pastilla para que dejé de doler.

La escuché suspirar antes de alejar sus manos de mi espalda.

-¿Qué haces en mi habitación?

Cuestioné cubriéndome con la sábana y sentándome en la cama.

-Hice el desayuno y vine a despertarte. Luego, vi tu espalda y me entró curiosidad.

-Sí, bueno... No fueron muy considerados.

Mientras estaba mirando por la ventana, dándole la espalda, se colocó en mi visión. Me vi en la obligación de tragar grueso al ver, primeramente, su minifalda. Sus piernas torneadas frente a mí, me hicieron tener pensamientos pecaminosos con su cuerpo en segundos.

-Arréglate, desayunas y luego te tomas dichas pastillas, ¿bien?

Aclaré mi garganta y miré su rostro, asentí. Sonrío y salió de la habitación tranquilamente.

Maldita provocadora.

Después de veinte minutos y de pelear para ponerme unas gasas en la espalda, me senté frente a ella en la barra de la cocina. Colocó frente a mí el desayuno.

-Dinah tuvo que salir a hacer algunas cosas, no específico nada.

-Debemos ir con mi padre. La llamaré.

-¿Si iremos? Pensé que solo me asustabas.

-No.

Asintió y siguió comiendo.

Saqué el celular de mi bolsillo y la llamé. Contestó con rapidez.

-¿Dónde estás?

-¿Buenos días, no crees?

-No tengo ánimos, responde.

-Ush, ¿Mila no te dio besito de buenos días? Que gruñona.

Apreté mi mandíbula.

-¿Dónde mierda estás, Jane?

-Alguien debe ocuparse de las cosas, ¿no crees? Estoy sacando el auto de alquiler. Estaré allí en diez minutos e ir a la reunión con tu padre que es en media hora. ¿Feliz, gruñona?

-Vete al carajo.

Colgué.

Camila me miraba confusa, pero comía en silencio. Terminé con rapidez y busqué con algo de dificultad las medicinas necesarias.

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