Capítulo 27

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3 DE MARZO DE 2040

ORDEN MUNDIAL

PARÍS, FRANCIA

-Dinah, ¿dónde me llevas?

Sonreí al escuchar su voz en medio del silencio. También, podía escuchar el sonido de sus pasos apresurados.

-Solo un poco más, Mila.

Las luces se encendieron haciéndome saber que estamos ubicados dentro de la misma habitación. Arreglé mi saco blanco y aclaré mi garganta lo más silenciosa que pude. Sujete con fuerza la tarjeta en mi mano y giré hacia donde estaban ambas.

Camila apenas estaba procesando todo lo que veía con sus propios ojos, mientras Dinah sonreí cómplice y se alejaba lentamente por donde habían venido.

-Esto... Es hermoso.

Salí de la oscuridad donde me encontraba haciéndome notar. Fue entonces cuando nos vimos por primera vez después de tres días.

-Me alegra que te haya gustado, Camz.

-Lauren... ¿Esto lo haz organizado tú?

-Lo mayoría, sí.

Caminé hasta quedar frente a ella, su sonrisa no desaparecía y quisiera pagar para saber que pasaba por su mente justo ahora.

-Feliz cumpleaños, Camz.

Con un pequeño salto logró colgarse de mi cuello con un chillido muy agudo. Reí y abracé su cintura para mantenernos en la misma posición por más tiempo.

-Te he extrañado, Jauregui.

Besé su cuello expuesto y respiré el aroma que desprendía. Olía muy bien.

-Y yo a ti. No sabes cuánto me costó lograr concentrarme dentro de las largas reuniones.

Se alejó de mi cuello solo para mirarme fijamente y sonreír encantadoramente. Miró mis labios y se acercó lentamente hasta besarme como ella quería.

Sonreí en medio del beso y la dejé sobre el piso para lograr una mejor posición. Mis manos dejaron su cintura para dirigirlas a su cuello y rostro haciendo que no se alejará de mis labios. El beso se había tornado de suave a uno demandante y apresurado. Solo nos detuvimos cuando ella se alejó para tomar aire.

-No quiero que te vayas asi nuevamente, Jauregui.

Limpió mis labios de su labial con su dedo pulgar. Suspiré.

-No quiero que pase algo malo y tú estés allí y no pueda defenderte.

-Eso no pasaría, Lauren. Solo quiero estar a tu lado.

-Y yo quiero que lo estés.

Sus ojos se abrieron más de lo normal. Sonreí y junte nuestras frentes.

-Te he traído algo. Bueno, no es el regalo en sí.

Ella frunció el ceño, rió y miró a su alrededor.

-¿Las flores no eran el regalo?

Apreté mis labios para no reír. ¿Pensaba que era de esas cursis? Jamás. Solo era para darle la tarjeta.

-No, ya verás más adelante. Toma esto.

Le extendí la tarjeta que era envuelta en un sobre. Parecía una carta. Ella sonrío y lo abrió con cuidado para ver que había allí adentro.

-¿Otra tarjeta con fondo ilimitado?

Negué sonriendo.

-Anda, léelo.

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