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Irene

Me subo los pantalones negros. Me coloco la camiseta del Chelsea con el dorsal 11 y por último, me calzo mis botas negras. Es importante abrigarse, y mucho más en Londres.

Y sí, mi vida ahora transcurre en Londes. Parece una broma pero no lo es, ahora esta preciosa cuidad forma parte de mi día a día.

Sinceramente, si me dices esto hace un mes, me reiría en tu cara, pero mira ahora como estamos.

Mi relación con João cada vez va mejor y creo que empiezo a sentir cosas más allá de una buena amistad.
Y diréis: ¿por qué?

Y bueno, me trata como una reina, se preocupa por mí, siempre me está regalando cosas, me dice que me quiere constantemente y es que, vamos a ser sinceras, está como un tren.

Creo que son obvias razones. O eso creo yo.

Estas últimas semanas han sido básicamente de adaptación a la nueva rutina y para poder terminar la mudanza, que por cierto, no ha sido nada fácil.
Y menos con Floki, ese pequeñajo es un torbellino. No se le agotan las energías nunca.

Me apresuro a coger mi bolso negro, el de siempre, y bajar a la planta de abajo rápidamente.

Ojeo el salón y veo que Floks está dormido en el sofá. Que tierno por favor.

—Pórtate bien mi niño, enseguida vengo con papi— le digo como si me entendiera y le lanzo un beso, todo esto bajo su atenta mirada.

Pongo la alarma y cierro la puerta con llave.

Camino hacia la salida de la casa y me da un leve escalofrío en cuanto el viento gélido choca contra mi cara.
Dios, aún no me acostumbro a este clima.

Veo que el Uber que he pedido ya me espera enfrente y decido caminar hacia él.

—Holaa, buenas noches.— saludo con una sonrisa y este me la devuelve.

El trayecto hacia el estadio se pasa rápido, teniendo en cuenta que mis amigas no paraban de escribirme.

Sin duda separarme de ellas ha sido prácticamente imposible. Me pasé días llorando y otros muchos junto a ellas. No quería alejarme. No quería estar sin ellas.

Y por eso mantengo mucho el contacto. Las súper nenas siempre quedarán unidas pase lo que pase.

El Uber me deja justo enfrente de la puerta de los anfiteatros y tras darle las gracias, me bajo del coche.

Camino hacia la puerta la cual está vigilada por un segurata. Que recuerdos jajajjajajajajaj.

Me pide la acreditación y yo amablemente se la tiendo. La ojea unos momentos y me la devuelve.
Me hace una señal para que pase y yo lo hago.

Miro hacia todas partes fascinada, este estadio es una preciosidad. El Metropolitano me lo conocía como la palma de mi mano, pero aquí estoy muy perdida.
Y por eso le pido ayuda a un chico que parece ser majo.

Me acerco a él y veo que está escribiendo algo en el teléfono, yo tímidamente le toco el brazo.

Este se gira y me mira con el ceño fruncido, y no me extraña ya que no he pasado por aquí nunca.

—Aam, perdona que te moleste, ¿me sabrías decir dónde están los anfiteatros?— le pregunto con una sonrisa tímida y él me devuelve una perfecta.

Asiente con la cabeza y yo suspiro aliviada.
Menos mal.

—Claro morocha, mirá, tenes que tirar para allá y en la tercera puerta, listo, lo tenés.— me indica y noto que es argentino.

Desde un inicio [João Félix]Where stories live. Discover now