Capítulo 40

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El viaje a Antigua había sido bastante largo, y mientras más se iban acercando al lugar más aumentaba la ansiedad y el nerviosismo en Daena. Hace tiempo que no veía a su padre, y su relación nunca fue muy buena. También, volvería a ver a Daeron, con quien prácticamente había crecido ya que fue enviado desde pequeño ahí para ser pupilo de su padre y debía aceptar que Jacaerys lo tomara como rehén aunque eso partiera su corazón. Además, eran muchas noticias para darle a su progenitor. Se había casado sin que él estuviera presente y sin que se negociaran bien los términos, estaba embarazada, habían usurpado el trono de hierro y lo que sabía que le molestaría más: llevaba a un niño del lecho de pulgas con ella.

A su padre nunca le molestó que ella fuera caritativa, siempre la enviaba con las Septas a realizar caridad y tareas que el consideraba aptas para una mujer. Pero cuando ella comenzó a ver la realidad de la personas e interesarse más allá de lo superficial y comenzó a dar opiniones a su padre le disgustó y la encerró en su habitación por una semana sin dejar que nadie la visitara. Cuando la dejó salir finalmente, pensando que había aprendido la lección, comprendió que no había sido así al escucharla hablar con las personas de la servidumbre sobre cómo el Reino podría ser diferente. Esa vez, Daena no solo estuvo encerrada en su habitación, sino que también recibió varios golpes de su padre. Sólo el Septón Supremo pudo intervenir en favor de la chica diciéndole a Lord Ormund que Daena no era una chica problemática sino que en realidad tenía un porte y una actitud de Reina.

Ella no lo sabía pero aquel comentario había sembrado la codicia por el poder en su padre. Una cosa era tener a tu prima como Reina y otra cosa era tener a tu hija en ese puesto. La idea de intentar un compromiso con el príncipe Aegon se le pasó por la mente pero él fue comprometido con su hermana Helaena. Luego su esposa murió y no tener un heredero se convirtió en su nueva obsesión hasta que una carta de Alicent donde le indicaba que quería hacerse cargo personalmente de buscarle un esposo a Daena llegó a sus manos. Esa situación volvió a darle aún más esperanzas cuando días después una carta del Rey Viserys Targaryen llegaba a Antigua.

Ormund,

Nos complacerá tener a Daena bajo nuestro cuidado, créeme que será bien recibida en la corte y realmente espero que se lleve bien con nuestro otro invitado. Mi nieto mayor, Jacaerys, también nos honrará pasando una temporada con nosotros.

Estoy seguro que ambos se llevarán bien.

Viserys.

Para él la insinuación bastó, el Rey tenía en mente comprometerlos. Y aunque pensó decírselo a su hija para que ella se pudiera acercar al príncipe, el Septón Supremo le aconsejó que era mejor dejar que las cosas se dieran por sí solas y que ya se vería el designio de los Siete. Así que la envió a ese lugar sin decir nada. Y de alguna manera parece que Daena supo mantener su boca cerrada, limitarse a solo ser bonita y comportarse de manera educada para así ser seleccionada por la princesa heredera como la futura esposa de su hijo mayor.

Él no conocía al príncipe pero cuando la propuesta de matrimonio llegó eso no le importó. Daena sería reina, su nieto sería Rey, podría reclamar a uno de los hijos de ella como heredero de Antigua y su casa no solo tendría un Lord como cabeza de familia, sino que también un príncipe. Y él obviamente reclamaría un lugar en el consejo privado. Parecía que por una vez en su vida su hija pudo hacer algo bien y comportarse como una buena mujer.

Sin embargo, Daena era ajena al plan que todo este tiempo tuvo su padre, y simplemente no pudo evitar enamorarse de Jacaerys así como él de ella. Viserys fue más inteligente, pues notó el interés mutuo en ambos desde que se vieron por primera vez, y reconoció el desafío que ambos suponían para el otro, así que en lugar de juntarlos como había pensado en un inicio, dejó que ellos hicieran lo suyo, y lo hicieron.

Dutty | Jacaerys Velaryon Donde viven las historias. Descúbrelo ahora