Capítulo 20 ✔️

67.7K 3K 18
                                    

POV KIARA WALTON

Llegué a casa sintiéndome vacía, me peguntaba qué clase de vida tenía, si es que a esto se le podía llamar vida. Salí de la casa de mi padre siendo nada para venir a vivir a otra y continuar siendo nada, necesitaba hacer algo por mí misma.

Nunca fui buena para los negocios como Kate o Will, de hecho, nunca encontré mi lugar dentro de los Walton, pero trataba de darle los menos problemas posibles a mi padre, aunque me resultaba algo difícil. Desde pequeña mi padre me educó para esto, sabía que al final de cuenta tanto Kate como yo terminaríamos en manos de algún multimillonario; no me importaba el dinero, siempre he vivido rodeada del monstruo verde, quizás por eso siempre le he buscado el sentido a mi vida más allá de ser una Walton.

No sé qué me pasa con Bastián, siento que lo odio, a la vez no puedo odiarlo lo suficiente, o sea, si lo odio, pero no como yo quisiera, es algo difícil de explicar y me siento tonta haciéndolo.

Luego de pedirle disculpas al personal de limpieza e informarle que Bastián desestimó la orden de prescindir de sus servicios, me encerré en mi habitación por el resto del día, esta noche tampoco cenaría, prefería dormir.

***

Hoy desperté temprano, iría a Walton Real State, quería empezar a conocer sus procesos, así que elegí uno de los trajes de oficina que adornaba el guardarropa que mi querido esposo me compró <<nótese el sarcasmo>>, desayunaría rápido para irme al trabajo.

Ocupé una de las sillas del comedor indicándole a la cocinera lo que deseaba desayunar.

—¿A dónde vas? — fue lo primero que preguntó Bastián al llegar al comedor; tomó asiento en frente de mí.
—Te aseguro que a cualquier lugar, excepto a donde vayas tú— ataqué para luego levantar mi taza de café y dar un sorbo con mucha naturalidad.
—Espero que no estés pesando en ir a Walton Real State— indico él, tomando el periódico que había sobre la mesa.
—¿Por qué? — indagué.
—Porque tu padre no puede ser tan tonto como para entregar una empresa en manos de una abogada que ni siquiera llega a novata— expresó.
—¿Novata? — repetí sin entender su punto.
—Sí, novata, así se le llaman a los abogados sin experiencia, mocosa— verbalizó hojeando el periódico.
—¿Te burlas de mí? — pregunté.

La cocinera ingresó en la sala; suspiré disipando mi molestia.

—Buen día, señor Davis— saludó colocando nuestro desayuno en la mesa.

—Buen día, Bethia — respondió Bastián.

—¿Azúcar? — le preguntó la cocinera sirviéndole el café.

—Puedes dejarlo, mi esposa se encargará— indicó.

Lo miré. Bethia asintió para darse vuelta y retirarse.

—Bethia— la llamó Bastián.

—Sí, señor.

—Ayer supe en la firma que su hijo ganó su primer caso, felicidades, debe sentirse orgullosa— manifestó la bestia sorprendiéndome, imagino que reconocer méritos de otros debe ser difícil para él.

—Gracias, señor, pero todo se lo debemos a usted, la beca en la universidad y también el programa de pasantes en la firma, sinceramente no sé cómo agradecerlo, mi hijo y yo estamos en deuda con usted— expuso rápidamente ella.

—No tiene que agradecer, Duclen es un chico bastante inteligente, él sabe aprovechar las oportunidades, no como otros abogados que no son capaces de entender que antes de llegar a la cima primero se debe empezar estando abajo— comentó el imbécil mirándome fijo.

La MenorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora