Capítulo 25 ✔️

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POV KIARA WALTON

—Llegas tarde— escupió Bastián en el mismo instante que abrí la puerta de su oficina.

—Llegué primero que tú— informé.

—Ah ¿sí? ¿Y dónde estabas? — indagó sin dejar de mirar los papeles encima de su escritorio.

—Estaba en la oficina de Nora.

—¿Y quién es tu jefe, Nora o yo? Si tu jefe dice que llegaste tarde, llegaste tarde, no tolero la indisciplina— gruñó.

En ese momento quise vociferarle todas las maldiciones que se me ocurrieran, pero no puedo perder los estribos de esa manera.

—Llegas tarde a tu segundo día de trabajo, ¿y te quedarás ahí mirando? Te recuerdo que te di una tarea, y es la solución de un caso, el cual es bastante importante para la firma— pronunció de forma indeseable.

Lo asesiné con la mirada antes de girarme e ir al fondo de la oficina y comenzar a leer cada documento sobre la mesa; nunca he estado en un caso, no uno de verdad, siempre eran simulaciones que hacíamos en la universidad, esperaba que Bastián me explicara cómo hacer las cosas, o por lo menos qué esperaba que le dijera, qué esperaba que encontrara en este montón de papeles.

La hora avanzaba, y juro que puedo escuchar la aguja del reloj sonar cerca en mi oído, a pesar de este estar encima de una de las repisas de la oficina. Bastián ni siquiera se apiadaba de mí, se supone que él debía de enseñarme, no sentarse en su escritorio dejando que un montón de papeles acabara con mi cerebro.

Me quité los tacones para sentir el piso frío debajo de mis pies, ya que sentía punzada en mi corazón, quizás es mi presión arterial siendo aplastada por todas las letras escritas en las hojas esparcidas sobre la mesa y el sofá, necesitaba tranquilizarme. Me retiré mi blazer acostándome en el sofá, leía uno de los documentos mientras presionaba mi boca con un lápiz.

<< ¡Por fin!>>

Me reincorporé de golpe en el sofá.

—Necesito un ordenador— susurré al darme cuenta de que debía investigar algunas leyes.

—¿Dijiste algo mocosa? — preguntó Bastián, la distancia que nos separaba era suficiente para yo recapacitar antes de querer abalanzarme sobre él cada vez que abriera la boca.

—Necesito un ordenador— vociferé para que me escuchara.

Bastián marcó el intercomunicador.

—Señor Davis.

—Fannie, podrías traerle a la señora Davis una tableta, por favor— pidió Bastián.

—De inmediato, señor.

Minutos después, la secretaria de Bastián entró a la oficina con el aparato en manos.

—Listo, señora Davis, aquí está su tableta— dijo Fannie, entregándomela; miró los papeles en la mesa un momento.

—Creo que esto se me hace familiar— anunció tomando unas de las hojas.

—Fannie, si ya le entregaste la tableta a la señora Davis, puedes retirarte— mandó Bastián.

—Sí, señor— expuso soltando la hoja en su lugar.

La secretaria de Bastián salió rápidamente de la oficina, no entendía por qué todos lo obedecían como si fuera un dios.

Pedí que subieran mi almuerzo a la oficina, Bastián sé marchó, almorzaría afuera, yo podía hacer lo mismo, pero no puedo perder más tiempo, necesitaba encontrar una solución para el caso.

La MenorWhere stories live. Discover now