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CAPÍTULO VEINTIUNO

Nessa Walsh

Tiempo atrás

La noche había caído en Dublín, la ciudad se mantenía llena de luz y el centro se llenaba de gente para disfrutar de la noche en un restaurante, bar o en alguna reunión familiar para celebrar el día de San Patricio. Todo estaba lleno de color verde, la gente andaba como loca debido a las fiestas y los niños se veían muy lindos llevando sombreros y ropa verde que combinaban con pintura en la cara.

San Patricio es una celebración inmensa en nuestro país y conforme pasan los años incrementa el número de personas que viajan hasta aquí para vivir la fiesta en vivo y en el lugar de origen.

Todos se encontraban celebrando o comiendo, mientras que yo estaba en casa observando por la ventana. No era alguien de socializar, tampoco me gustaba ir de fiestas y todo esto se debía al miedo que me habían metido mis familiares acerca de una maldición que ha estado en nuestra familia desde hace cientos de años atrás.

Jamás les presté atención a todas esas historias que ellos contaban en las fiestas, aún así tuve miedo de que aquellas historias se hicieron realidad. Mi familia vivía en varios sitios de Irlanda, siendo los más cercanos mi hermano y yo, ambos vivimos en Dublín mientras que nuestros padres andan de viaje en América.

Suspiro.

Los juegos artificiales iluminan el cielo y yo solo puedo pensar en toda la contaminación que están generando al medio ambiente y al aire. Me encojo de hombros y bebo de mi café que había preparado momentos antes de acercarme a la ventana.

El cielo estaba despejado a pesar de que el clima decía que habrían lluvias, aún así se habían ido dejando un cielo despejado para ver mejor la noche en Dublín. Había música a todo volumen, gritos de personas disfrutando la fiesta y un grito más que no parece ser de alguien que está disfrutando.

Abro la ventana aún más para poder sacar la cabeza, mi casa era un apartamento pero yo lo llamo casa porque llamarlo como tal me hace sentirme más adulta y satisfecha, observo cómo un hombre corre en la calle llevando una cartera roja en sus brazos.

El mismo grito se escucha y localizo a la mujer que corre pidiendo que por favor alguien recupere su cartera, pero nadie presta atención a sus palabras. Todo Dublín estaba inmerso en sus pensamientos que eran incapaces de ver los problemas de los demás.

Cierro la ventana ignorando el problema tal y como lo hacen los demás y me aseguro de no dejarla abierta. Nadie podía escalar por un edificio y entrar por la ventana, aún así vivo con un miedo a que alguien desconocido entre y haga algo conmigo.

—Debo dejar de pensar en cosas malas –susurro para mi misma y me siento en el sofá para terminar de beber mi café.

Cierro mis ojos por un minuto y un golpe en la puerta me despierta de golpe. Me acerco sigilosamente a ella para observar por la mirilla para ver de quién se trata.

Nadie.

La puerta se mantiene tranquila por un momento y cerrada, había puesto miles de seguros alrededor de la puerta que pareciera que aquí adentro viviera una asesina serial buscada a nivel mundial y con miedo a ser encontrada.

Pero no, solo era yo con mis miedos a que me secuestren. Mi familia había puesto un miedo inmenso con todas aquellas historias de mi familia y a pesar de que no lo creyera me encontraba temblando por el golpe anterior.

Vuelven a golpear la puerta y esta vez no miro a través de la mirilla porque no quiero ver algo o a alguien que no me guste.

—¡Sé que estás ahí! –Habla una voz femenina que hace que mi piel se erice de inmediato. Aquella voz sonaba poco humana y el acento me decía que no era de esta área de Irlanda, podría decirse que quizás no es de la tierra en sí.

Adare ✔️Where stories live. Discover now