Un secreto vergonzoso

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Capítulo cinco

—¿No estábamos hablando de Hermes? —preguntó Nadia avergonzada.

—Yo te iba a hablar de Ulises —dijo Dionisio más sorprendido que ella.

—Lo siento. Por favor, olvida que lo mencioné —dijo Nadia muy avergonzada.

—Hermes es un idiota. ¿Cómo se va a enamorar de ti? Más aún, sabiendo que estás loca por Ulises —dijo Dionisio como si eso lo sacara de quicio.

—Por favor. No le digas que te conté —Nadia estaba muy nerviosa.

—Claro que no. Será nuestro secreto. Usaré eso para sobornarte para que me ayudes a decorar este local, así con o lo hiciste con el anterior —dijo Dionisio riendo para tratar de calmar a Nadia.

—No necesitas sobornarme. Lo haré con gusto —dijo ella sonriendo.

—Bien. No aceptes tan rápido. Antes que nada, debes saber que el encargado de la reforma está mi hermano Apolo —dijo Dionisio y Nadia lo miró impresionada—. Sé que ustedes no se llevan bien. Así que tratemos de coordinar bien los días para que no te lo tengas que encontrar.

—Cometiste un error. No es que no nos llevemos bien. Es solo que es un maldito desgraciado —dijo Nadia recordando lo que había ocurrido esa mañana—. No te conté, esta mañana trató de besarme para hacer que nos sacaran una foto juntos.

—Te pido mil disculpas Nadia. Siempre ha sido terrible. Se cree un don Juan —dijo Dionisio sin saber que más decir.

—Está bien. Te daré el número de mi secretaria para que coordines con ella mis horarios —dijo Nadia tratando de conservar la calma. Dionisio era su amigo y la necesitaba.

—Genial. Te prometo que cuando el local haga la preapertura haré todas tus comidas favoritas —dijo Dionisio, feliz de saber que Nadia lo iba a ayudar.

—No es necesario que hagas eso. Además, después de tener a la bebé tendré que ponerme a dieta —dijo Nadia recordando que ya había subido más de diez kilos.

—Eres hermosa tal y como estás. No te metas en dietas tontas —dijo Dionisio y acarició la mejilla de Nadia.

—eso es lo que tú dices. Para conseguir un poco de acción necesitaré bajar unos cuantos kilos —dijo ella riendo, era una broma, ya que no pensaba en eso. Por lo menos en nadie que no fuera Ulises—. Tal vez me consiga un novio a distancia para no tener que mostrarle mi cuerpo. Parezco un globo.

—No lo sé, creo que hay muchos hombres que tienen sus fetiches con embarazadas. Además, le gustas a tres de mis hermanos —dijo Dionisio como chiste.

—Deja de decir eso, qué horror —dijo ella y los dos rieron.

—lo siento, no pude evitarlo —dijo Dionisio tratando de dejar de reír.

—¿Nadia? —dijo Ulises mientras ella se acercaba a la puerta de entrada donde él se encontraba. Ulises parecía bastante sorprendido—. Si no es mucha molestia, ¿me darías un minuto?

—Sí, claro —dijo ella y Dionisio los dejó en una mesa en la esquina del futuro restorán.

—Yo... Solo quería saber si hay algo en lo que pueda ayudar al bebé —dijo él como si le costara hablar en presencia de Nadia—. Sé que casi no he estado presente en el embarazo y pensé que eso a ti te hacía feliz. Pero me di cuenta de que ni siquiera te lo pregunté.

—Está bien. Las cosas están raras entre nosotros. Reflexionar sobre lo que tu abuela hizo, hacer que nos conociéramos para tomar el dinero de mi padre... —dijo ella con tristeza.

—Creo que ella no esperaba que nosotros nos enamoráramos. Aunque no la justifico, pero no entiendo su actitud. No era así antes —dijo Ulises con dolor. Su abuela lo había decepcionado.

—Ya no sé qué opinar —dijo Nadia sin mirar a Ulises a la cara.

—Tal vez sea mucho pedir esto, pero me gustaría que trataras de tenerme en cuenta. Ir confiando de a poco y a tus tiempos. Me he vuelto una persona paciente gracias a mi nuevo empleo —dijo él con orgullo—. Eso sería muy importante para mí. Además, debemos llevarnos bien por Penélope.

—¿Lo recuerdas? —preguntó ella sorprendida.

—Claro, ese es el nombre que le pusiste a nuestra pequeña —dijo él con orgullo.

—Me alegro de que nos encontráramos —dijo Nadia cuando su teléfono comenzó a sonar.

Nadia se puso de pie y ocultó la llamada. No iba a atender en ese momento. Saludó de lejos a Dionisio mientras Ulises también se ponía de pie.

—Te acompañaré hasta la puerta. No me ofrezco a llevarte, ya que uso bicicleta y no sería apropiado para una embarazada —dijo feliz y avergonzado a la vez.

—¿Qué se siente empezar de cero? —preguntó ella sorprendida y algo preocupada.

—Creo que es genial. Me siento muy feliz. Pienso que ser un hombre común tiene su lado bueno —dijo él sonriendo.

La puerta del lugar se abrió y Hermes entró. Vio a Nadia y a Ulises hablando a gusto y se acercó a interrumpirlos.

—Nadia, lo siento. Debemos irnos —dijo sin saludar a Ulises.

—Está bien, ya iba a la salida —le dijo Nadia a Hermes y luego miró a Ulises—. Adiós Ulises, gracias por la charla. Me gustó conversar.

Ulises estaba por ayudar a Nadia a caminar, pero Hermes le tomó la mano antes.

—Te tengo Nad —dijo para ayudarla a bajar los escalones—. Nos vemos Ulises.

—Deja de preocuparte de más Hermes —le llamó la atención Nadia mientras subían al coche.

—Es que en poco nacerá y hay que ser cuidadosos —dijo él sonriendo mientras avanzaban.

Ulises miró sorprendido la actitud de Hermes.

—¿Qué le está pasando a Hermes? —preguntó Ulises a Dionisio.

—¿De qué hablas? No está pasando nada —dijo Dionisio nervioso.

—Actuó raro cuando me vio con Nadia. Como si le molestara que me acercara a ella —dijo Ulises confundido.

—Debe ser idea tuya —dijo Dionisio mientras pensaba que más decir—. Ahora, deja de holgazanear.

Ulises lo miró sin entender.

—Siempre quise decir eso —dijo Dionisio con una risa nerviosa.

—Muy gracioso —dijo Ulises y le puso la mano en su hombro. 

Autora: Osaku

Una niñera para el CEO 2Waar verhalen tot leven komen. Ontdek het nu