Es la única opción

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Capítulo diecinueve

—¡Ulises! —dijo Dionisio preocupado.

Vieron en las condiciones en las que estaba Ulises y a Cicca detrás de él llorando.

—Por favor, ayúdenme —dijo Cicca como si estuviera feliz de verlos.

—Nad, no es lo que parece —dijo Ulises preocupado.

Nadia bajó las escaleras y sin decir nada pasó por al lado de Ulises y ayudó a Cicca a levantarse del piso.

—Gracias —dijo ella mientras que por dentro se sentía satisfecha.

—Eres una maldita vergüenza para las mujeres —dijo Nadia y la abofeteó—. Tratas de culpar a Ulises de abusar de ti. ¿Cuántas mujeres sufren a manos de hombres y no les creen? Todo es porque existen personas como tú.

—Nadia, cálmate —dijo Dionisio y la sostuvo para que no siguiera—. Debemos pensar en Ulises.

—¿No ves cómo me dejó? —dijo Cicca sin entender por qué la juzgaban.

—Mi restorán tiene cámaras en todos lados, incluso en la bodega —dijo Dionisio mirándola con asco.

—La policía está en camino —dijo Nadia mientras se acercaba a Ulises.

Cicca trató de mostrarle el video que tenía en su móvil a Nadia, esta se lo quitó y se mostró espantada.

—Él te engañó conmigo —dijo Cicca sonriendo.

—Eres despreciable —dijo Nadia destrozando el móvil contra el suelo—. Tú abusaste de Ulises. Vas a pagar por eso.

Nadia volvió a golpear a Cicca, pero Ulises la detuvo.

—Amor, no vale la pena —dijo Ulises y Nadia lo abrazó.

—Ulises tiene razón, la policía se hará cargo de ella. Debemos llevar a Ulises al hospital —dijo Dionisio.

—Aunque lo lleven no podrán hacer nada por él. Si no descarga pronto, su miembro se necrosará por la falta de oxígeno y la sangre acumulada. El tejido morirá y no habrá vuelta atrás —dijo Cicca riendo como loca mientras dos policías la agarraban para esposarla.

Ulises se veía muy mal. Se notaba que le estaba doliendo. Dionisio lo llevó hasta su oficina junto con Nadia. Llamó a un médico e hizo que la fiesta terminara para que así nadie los molestara.

—Estaré bien —dijo Ulises, aunque se notaba el dolor en su rostro.

—Yo te ayudaré —dijo Nadia avergonzada por decirlo delante de Dionisio.

—Hagan tranquilos. Les avisaré cuando venga el médico —dijo Dionisio y salió de la oficina a las apuradas.

Una vez que quedaron solos, Ulises se apoyó en el escritorio de Dionisio y miró el techo. Pese al dolor estaba muy feliz. No le importaba lo que le pasara. Nadia había creído en él y eso era lo más importante.

—Déjame ver —dijo Nadia y cuando quiso ayudarlo a bajarse los pantalones Ulises la detuvo—. Amor, lo hago porque quiero. Tranquilízate, y déjame a mí.

Nadia se agachó e hizo su magia. Ulises estaba demasiado excitado por lo que se sostenía del escritorio. Un par de minutos después, Ulises apartó a Nadia.

—¿Te hice mal? —preguntó ella mientras él se sostenía.

—No, es solo que... —dijo y ella se dio cuenta de que su ayuda había sido efectiva.

Ella le pasó un pañuelo para que él pudiera limpiarse. Cuando terminó de hacerlo, ambos miraron esa parte de su cuerpo. Aún seguía con esa excitación insoportable, pese a haber llegado.

—Dionisio —dijo Nadia preocupada mientras se acercaba a la puerta—. No funciona, Ulises sigue mal.

—El médico está viniendo —dijo Dionisio a través de la puerta—. Dice... Que puedes seguir tratando.

Ulises trataba de respirar con calma, aunque las palpitaciones parecían cada vez más dolorosas e intensas pese a haber llegado. Nadia comenzó a desvestirse cuando él se dio cuenta de lo que pretendía.

—No, Nadia no lo hagas —dijo Ulises sabiendo que podía lastimarla.

—Estoy bien, ya terminó la cuarentena. Solo intenta ser amable conmigo —dijo ella sonriendo y lo besó en los labios.

Mientras tanto, Dionisio caminaba por lo nervioso que la situación lo ponía. Su hermano había sido drogado por una ex y cabía la posibilidad de que su vida corriera peligro. Por lo que él hubiera preferido llevarlo al hospital.

—Esto es una mierda —dijo y mirando el reloj se dio cuenta qué estaba pasando muy rápido el tiempo y el médico aún no venía.

—Hola, soy la doctora. Mi nombre es Ariadna —dijo ella y dejó su maletín sobre una de las mesas del restorán.

—Qué bueno que esté aquí —dijo Dionisio ansioso—. Mi hermano está con su esposa ...

Detrás de la voz de Dionisio se escuchaban los sonidos de placer que Ulises y Nadia hacían.

—Están tratando de manera natural, como dijo el médico con el que hablé por teléfono —dijo Dionisio sonrojado. Los dos se sonrojaron.

—Necesito que me dé la copa en la que bebió su hermano —dijo la médica tratando de recuperar la compostura—. Voy a poner unas gotas en ella y después veremos el color. Eso nos dirá que tipo de afrodisiaco usaron para drogar a su hermano y cuan peligroso es para su salud.

—Entiendo —dijo Dionisio y le acercó unas copas—. Estas fueron las copas donde Ulises bebió. Las controlé por las cámaras.

Una vez que la médica colocó las gotas en la copa, el líquido que quedaba se volvió blanco.

—Esto no tan bueno... —dijo la médica.

—¿Qué ocurre? ¿Tenemos que llevar a mi hermano al hospital? Les diré que se detengan —Dionisio estaba muy preocupado.

—No, no es eso. Deje que sigan —dijo la médica mientras miraba en su teléfono referencias—. Estos afrodisiacos sueles ser ilegales porque causan que la persona pierda el control de sus impulsos. Su hermano lo ha resistido muy bien.

—Entonces ¿qué pasará? —preguntó Dionisio sintiendo que los nervios se lo comerían vivo.

—En un máximo de tres horas el efecto desaparecerá. Pero la peor parte ya pasó —explicó la médica.

—Ellos llevan casi una hora ahí dentro —dijo Dionisio mirando su reloj—. ¿Les decimos que no es necesario que continúen?

—Creo que será mejor no interrumpirlos. Con un mensaje de texto bastará —dijo ella y tomó asiento—. De todas maneras, me quedará a esperar. Por si algo se complica.

Autora: Osaku 

Una niñera para el CEO 2Where stories live. Discover now