Quiero que vuelvas a mí

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Capítulo veintiséis

Nadia acompañó a Ulises a la habitación para que este descansara. Ya que su cefalea no había mejorado.

—Acuéstate y relájate. Llamaré al médico —dijo ella, pero él tomó su mano.

—¿Podrías quedarte conmigo? —preguntó el joven mientras ella se acercaba a él.

—Claro —Nadia seguía preocupada por lo que le envió un mensaje a Dionisio para que se encargara él de hacer esa llamada.

—¿Por qué aceptaste que Misa viniera? Está más que claro que ustedes dos no se llevan bien —el heredero parecía confundido.

—La recuerdas más que a mí o a Dionisio. Creí que te haría bien tener cerca a alguien que aprecias y recuerdas con seguridad —explicó Nadia.

—Eres muy considerada. Empiezo a darme cuenta por qué me gustas —dijo él sonriendo.

—Ulises —dijo Nadia y tomó su mano—. Te amo y te amaré, aunque tu memoria no regrese. Así que puedes tomarlo con calma.

Nadia se daba cuenta de que la que más apresurada era ella.

—Gracias, Nadia —dijo él y ella sonrió.

—No me dijiste, señorita —Ella se entusiasmó por eso.

—Lo siento ¿Fui descortés? —preguntó él y ella lo miró feliz.

Aunque ese hombre no se viera igual que siempre, la hacía feliz que empezara a confiar en ella. Estaba segura de que en poco podrían volver a la normalidad.

—No, me haces muy feliz al llamarme así —dijo ella tomando las manos frías de su amado.

—No puedo creer que seas tan dulce —dijo este sonriendo también.

Él acarició el rostro de Nadia y esta se sonrojó. En ese momento Nathaniel abrió la puerta del dormitorio y entró.

—Nadia —dijo preocupado.

—Nathan, ¿Qué haces aquí? —preguntó ella.

—Hola. Soy Ulises —dijo este al ver lo cercano que era este hombre con su mujer.

—¿Qué te pasa? —preguntó Nathaniel.

—Hermano, Salgamos y dejemos descansar a Ulises —dijo Nadia, ya que no quería confundirlo más—. Si me necesitas solo llámame.

Unos minutos después y luego de que Nadia le contara toda la historia a Nathaniel, este se enojó con ella.

—¿Por qué no me dijiste? —preguntó él a modo de reclamo.

—¿Qué haces aquí? Se supone que estarías en tu luna de miel —dijo Nadia sorprendida.

—Íbamos a salir esta noche, pero no puedo irme así —dijo él y Nadia lo detuvo.

—No te preocupes. Estamos bien. Pronto Ulises comenzará a recordar. Tú debes estar al lado de tu esposa. Ella debe ser tu prioridad —dijo Nadia y aunque no estaba segura del tiempo que le llevaría a Ulises estar mejor, no quería molestar a su hermano.

Mientras Nathaniel se iba, Artemisa se metió en el dormitorio con Ulises. Dejando a Dionisio y a Nadia solos por un momento.

—¿Cómo viste a mi hermano? —preguntó Dionisio.

—No lo sé. Tengo miedo, no solo no recuerda nada del tiempo que estuvimos juntos. Artemisa y tu abuela están todo el tiempo metiéndole cosas en la cabeza —dijo Nadia preocupada.

—Entiendo —dijo Dionisio sin idea de cómo hacer para cambiar eso.

En ese momento vino Artemisa y le preguntó cuándo vendría el médico. Ulises se había quedado dormido.

—Dijo en el transcurso de la próxima hora —explicó Nadia.

—Escucha, sé que me odias, pero, aunque no me creas, lo voy a decir. No quiero que mi hermano esté mal. Si él decide alejarse nuevamente de mí, no sé qué haré —dijo Artemisa llorando—. Si él decide quedarse cerca de ustedes ¿Puedo estar con él?

—Siempre que te comportes serás bienvenida —dijo Nadia sabiendo que lamentaría eso.

—No soy un demonio —dijo Artemisa molesta con ella.

—Será mejor que te comportes Misa. No debes causarles problemas a Nadia y a Ulises. Si no yo mismo te sacaré de aquí —le advirtió Dionisio a su hermana menor.

—No sé por qué la defiendes tanto —Artemisa estaba celosa de Nadia—. Mejor vuelvo con Ulises.

Artemisa se marchó cuando sonó el timbre del departamento.

—Deja de pelear con ella —le pidió Nadia mientras se ponía de pie para ir a atender.

—A veces no entiendo por qué son así en mi familia —dijo Dionisio para sí, pero en voz alta.

Por suerte el médico le indicó solo descanso a Ulises, por lo que tranquilizó a su familia. Así que Nadia aprovechó y llevó a la pequeña Penélope al departamento para que Ulises la conociera nuevamente.

—¿Esta es mi hija? —preguntó él sorprendido.

—Así es —dijo Nadia quien cargaba a la pequeña en brazos. En el camino se había quedado dormida—. ¿Deseas cargarla?

—¿Puedo? —preguntó él sorprendido.

—Claro —Nadia sonrió.

Todo era nuevo para este Ulises. La pequeña abrió los ojos y pareció reconocer el rostro de su padre.

—No puede ser más hermosa —dijo él como si sintiera orgullo—. Mi vida ha cambiado mucho, pero creo que ha sido para bien.

—¿Te gustaría que nos quedarais así los tres juntos? —preguntó Nadia avergonzada.

—Si podemos sí, me gustaría que me contaras más sobre nosotros, pero no quiero despertar a Penélope —dijo él mientras la recostaba a su lado.

—No te preocupes. Ella tiene el sueño profundo. Lo único, cuando tengamos sueño, la pasaré a su cuna. Además, puedo dormir en otro lado si aun té incómodo —dijo ella esperando que él si quisiera estar a su lado.

—Lo siento por eso. Me gustaría decirte que ya recuerdo algo, pero no es así —dijo él dándole a entender que no podía compartir la cama con ella aún.

—Está bien, tenemos tiempo —dijo Nadia y se recostó a su lado para que pudieran charlar.

Aunque estaba bastante incómoda por haber sido rechazada por él. Cuando Ulises estuvo ya muy cansada, Nadia se llevó a Penélope y lo dejó solo en el cuarto.

Al otro día ella se preparó para ir a trabajar. Mientras miraba por la ventana recordó las veces que Ulises había usado ese lugar para darle cariño y una lágrima cayó por su mejilla.

En ese momento un par de brazos se apoyaron sobre su abdomen sosteniéndola. Ella se sorprendió y al mirar quien era vio a Ulises que estaba sonriendo avergonzado.

—Buenos días, Nad —dijo él sorprendiéndola.

¿A caso ya recordaba algo? 

Autora: Osaku

Una niñera para el CEO 2जहाँ कहानियाँ रहती हैं। अभी खोजें