Una llegada especial

886 75 16
                                    

Capítulo cincuenta y nueve

Unos meses después, Hermes y Dionisio estaban en el hospital esperando que sus hijos vinieran al mundo. Parecía que Ariadna y Quíone se habían puesto de acuerdo, ya que, aunque las dos no tenían en mismo tiempo de concepción, habían entrado en labor de parto el mismo día.

–Creo que voy a desmayarme –dijo Dionisio mientras esperaba que le permitieran entrar en la sala de parto.

–No es tan malo. Yo estuve en el parto de Nadia –dijo Hermes para que su hermano se calmara.

–Ni me lo recuerdes –dijo Ulises molesto con Hermes

–De que te quejas. Tú hiciste lo mismo cuando nació mi hijo –dijo Ares a Ulises.

–A ver si nos ponemos de acuerdo. Ella es mi esposa y solo estuvieron juntos una vez en la que ella creía que eras yo. No dejaría que miraras su cuerpo desnudo de nuevo ni en el nacimiento de tu hijo –dijo Ulises molesto con Ares

–Yo tampoco te habría dejado –dijo Cicca acercándose a ellos y besando a Ares en los labios–. Tú solo puedes mirarme a mí.

–Tú eres una desquiciada, no empieces con tus tontos celos –dijo Ares de manera violenta.

–Amo cuando eres así conmigo –dijo ella y sonrió para después susurrar en su oído–. ¿Qué tal si repetimos lo de esta mañana en el baño del hospital?

Ares y Cicca se apartaron del resto cuando llamaron a Dionisio a la sala de parto. Hermes se dirigió al otro cuarto, ya que Quíone había pedido que fuera a estar con ella.

–Al parecer sirvió presentarle a alguien a tu hermano –dijo Nadia sonriendo.

–Ni me digas. ¿Justo tenía que fijarse en alguien como Cicca? –preguntó él a su esposa.

–Parece que su locura solo se aplaca con alguien igual de demente que él –dijo Nadia sonriendo.

–¿Será eso lo que me pasa contigo? –preguntó Ulises y la besó en los labios–. Por culpa de ese maldito ahora no puedo estar en tu interior.

–Basta, Ulises –dijo ella avergonzada–. Solo faltan unos días.

–Te ves hermosa cuando amamantas –dijo este al ver que ella le daba el pecho al pequeño hijo que había tenido con su hermano.

–Estás loco –dijo ella avergonzada mientras le quitaba el pecho al pequeño

–Deja que yo lo cargue. Su padre seguro está comportándose como un adolescente, por ahí –dijo Ulises feliz de que Ares no estuviera cerca.

–Es muy parecido a los dos –dijo Nadia sonriendo.

–Lo sé, debería ser mío –dijo Ulises algo resentido.

–Eres un gran padrastro –dijo ella feliz de ver el amor que este le tenía al pequeño pese a no ser su padre.

–Soy bueno porque tú sacas lo mejor de mí –dijo Ulises y en ese momento se escuchó el llanto de un bebé–. Creo que ya soy tío.

–¿Ya nacieron los bebes? –preguntó Artemisa que entraba con globos y peluches.

–Tú debes conservar la calma. Recuerda lo que dijo el médico –dijo Hipólito a su novia

–Lo siento. Es solo que estoy muy feliz de saber que la mansión por fin tendrá pequeños a los que podré vestir a mi gusto –dijo Artemisa de manera infantil.

–Nunca cambiarás hermanita –dijo Apolo quien venía detrás de Hipólito.

–Claro que no. Ellos fueron mi inspiración para crear la marca de ropa que viene ganando en el mercado –dijo Artemisa viendo a su sobrino en brazos de Ulises. Este llevaba uno de sus conjuntos–. Gracias por patrocinarme cuando ninguno de mis hermanos creyó en mí.

Artemisa ya no odiaba a Nadia. Ella había sido la única en ayudarla con su proyecto de ropa de marca para bebés.

–Lo importante es que haces lo que disfrutas –dijo Hipólito feliz de que ella estuviera sonriendo.

En ese momento Hermes salió con un pequeño bebé que no paraba de llorar

–Les presento a Autólico, mi hijo –dijo Hermes orgulloso de su nacimiento. Era su primer hijo, aunque ya estuviera criando con Quíone al pequeño Filemón.

–Es hermoso –dijo Artemisa al verle.

–Esperemos que no le den ganas de tener uno –dijo Ares volviendo con Cicca y tomando a su pequeño de los brazos de Ulises–. ¿Qué hace mi pequeño ahí? Tú debes estar con papá.

–Si su padre no se fuera a fornicar por ahí –dijo Ulises por lo bajo.

–¿Envidia de alguien que no puede? –preguntó Cicca a Ulises.

–Tranquila –dijo Ares a su novia, ya que no quiera ofender a Nadia.

–Parece que me ganaste –dijo Dionisio, quien salió de la sala de parto con un bebé que no hacía más que dormir.

–Solo por poco –dijo Hermes al ver a su sobrino en brazos de su hermano–. ¿Ese es el pequeño Enopión?

–Sí, así su madre quiso llamarlo –dijo Dionisio sonriendo.

–Me lo contó Quíone. Se han hecho grandes amigas –dijo Hermes, feliz por eso.

–Dejen que les tome unas fotos. Sus conjuntitos son hermosos –dijo Artemisa con la cámara en la mano.

–Dafne, no te quedes atrás –dijo Apolo tomando de la mano a su novia.

–Sí, ven y ayúdame con esto –dijo Artemisa, quien en un primer momento no había tomado en gracia que su hermano saliera con una mesera. Hasta que supo que había sido Dafne. Ya que ella le caía bien, porque había sido la única que le había tenido paciencia mientras trabajaba en el restaran de su hermano.

–Creo la mansión quedó chica para los días de reunión familiar –dijo Nadia sonriendo.

–Supongo que la abuela estaría feliz de saber que logró que volviéramos a ser una familia –dijo Ulises abrazando a su esposa.

–Lo sé, siempre supe que había bondad en ella –dijo Nadia con tristeza. Esa mujer la había llevado a los brazos del hombre que más amaba. Y aunque no había sido sencillo llegar hasta ahí, estaba segura qué juntos podrían vencer cualquier obstáculo que la vida les impusiera.

–¿Enviaste las fotos? –preguntó Ulises a Nadia. No quería que la persona que ya no era parte de sus vidas, pero seguía en sus pensamientos, se quedara fuera de este momento tan especial para todos.

–Sí. Me dio las gracias por eso –dijo Nadia a su esposo. Ahora que Hades había encontrado su lugar en el mundo, todos al fin habían encontrado la paz para continuar con sus vidas.

Fin

***

Ahora solo quiero darles las gracias por seguir mi trabajo. No saben lo importante que es para mi saber que mis historias de amor llegan a tantas personas, y que se han tomado el tiempo de leerlas.

Quiero darles las gracias especialmente a Clara Espíndola, una admiradora de mi trabajo y yo diría que amiga. Por el hecho de que ella es quien me ha dado su apoyo incondicional este último tiempo cuando tenía ganas de bajar los brazos. Escribir no es sencillo, hay momentos en los que uno desea abandonar la historia, ya que no le ve futuro o simplemente porque pareciera no estar transmitiendo lo que los personajes sienten lo suficientemente bien. Sin embargo, ella siempre me apoyó.

Y qué decir de quienes me brindaron sus estrellas, gracias por darme parte de su tiempo.

Abrazos, Osaku

Una niñera para el CEO 2Opowieści tętniące życiem. Odkryj je teraz