Un nuevo nombre

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Capítulo treinta

A Ares le molestaba que Nadia lo llamara Ulises todo el tiempo. Ya que no deseaba estar pensando en que él era un sustituto. Por lo que se le ocurrió una idea.

—Me gustaría que nos pusiéramos apodos cariñosos —dijo él a Nadia.

—¿A qué te refieres? —preguntó ella mientras subía al avión al lado de su nuevo esposo, en más de un sentido.

—No lo sé, que tal si te digo gatita —dijo él sabiendo que no era la mejor palabra que se le había ocurrido. Aun así, ambos rieron—. Bueno, ese no, parece de novela melosa. Pero me gustaría que fuera algo solo nuestro.

—Tú solías decirme pequeña —Nadia recordó a Ulises cuando la llamaba así y se sonrojó.

—Me gustaría que fuera nuevo —dijo él tratando de no demostrar su desagrado—. Uno que vaya con mi nuevo yo.

—Entiendo. Creo que te diré, amor —dijo ella sonriendo.

—Supongo que tenemos poca imaginación, Nadita —dijo él riendo.

—Amor, solo mi hermanastro me dice así y cuando está molesto conmigo —dijo ella riendo. Le parecía gracioso esto de buscar apodos.

—Entonces serás mi Minina —dijo él y le acarició el rostro mientras notaba como ella se avergonzaba—. Yo seré tu amor y tú serás mi preciosa y encantadora Minina. Ares besó a Nadia en los labios y luego en el cuello. Empezaba a acostumbrarse a esta cercanía que ella le había permitido tener e iba a aprovecharla.

—Amor, espera, por favor —dijo Nadia cuando él se puso demasiado cariñoso. Algo la preocupaba.

Por lo que después de registrarse en el hotel e ir a cambiarse la ropa y lavar sus dientes, se acostó al lado de Ulises sin mostrar intenciones de querer intimar con él.

Ares logró darse cuenta de que ella estaba demasiado nerviosa y en parte él también lo estaba. Tenía muchas referencias de su gemelo, pero ninguna sobre sexo. Tal vez él lo haría de una manera distinta y esto podría despertar sospechas en Nadia. Tenía que emborracharla antes de poder estar con ella.

—¿Quieres que pida algo para que comamos o bebamos? —preguntó él, ya que pensaba pedir un poco de licor. Tal vez eso la relajaría para poder hacerlo.

—Prefiero dormir, la fiesta fue agotadora —dijo ella y se dio vuelta. Nadia no entendía por qué le costaba tanto soltarse con Ulises. No se daba cuenta de que su sexto sentido estaba prendido y haciendo señales de humo.

A la mañana siguiente Nadia despertó y Ares estaba mirándola.

—Buenos días —dijo ella tapándose la boca. No quería que sintiera su aliento. Algo extraño porque cuando Ulises tenía su memoria no se cohibía tanto.

—Buenos días, mi preciosa Minina —dijo él con una gran sonrisa.

—¿Vamos a desayunar? —preguntó ella mientras se levantaba.

—Primero deberíamos ducharnos —dijo él y al ver lo incomoda que ella se encontraba sonrió—. Podemos hacerlo separados si te incomoda estar desnuda frente a mí.

—No, claro que no. Ya estamos casados de nuevo. Se supone que tengo que animarme. Tampoco es que no me hayas visto desnuda antes —dijo ella aún incómoda.

—Nad, sé que me amas —dijo y se acercó a ella de una manera que la intimidaba—. Pero cuando mencionas lo que hicimos en el pasado siento que hablas de otro hombre, ya que no lo recuerdo y es un poco frustrante.

—No fue mi intención. Lo siento, amor —dijo ella y aunque le tenía algo de miedo, lo abrazó.

Su mente le estaba jugando una mala pasada, pensó ella.

—¿Qué te parece si a partir de hoy solo mencionamos las cosas que hicimos juntos luego del accidente? Eso me ayudaría a no sentirme tan presionado —dijo él mientras acariciaba el cabello de la mujer que ahora era su esposa—. Por lo menos hasta que recupere la memoria.

Nadia no entendía por qué Ulises podría sentirse celoso de sí mismo. Sin embargo, siempre había sido irracional en ese aspecto, por lo que trató de no cuestionarlo.

Ares entró primero a la ducha, dándole algo de espacio a Nadia. No iba a obligarla por ahora.

—¿Qué estoy haciendo? —se preguntó a sí mismo mientras enjabonaba su cabeza—. ¿Por qué la deseo tanto?

En ese momento la puerta se abrió y Nadia entró al baño.

—¿Puedo entrar contigo? —preguntó ella tratando de mostrarse más confiada.

—Claro —dijo él y al ver que estaba desnuda no pudo evitar excitarse. Su cuerpo era anatómicamente exactamente idéntico al de Ulises, por lo que ella no debía dudar de él. Ni siquiera al ver la enorme erección que este tenía después de verla desnuda.

—¿Estás bien? —le preguntó Nadia al notar lo silencioso que Ulises estaba.

Él había tenido relaciones sexuales con muchas mujeres en su pasado. Con su apariencia eso era fácil. Aun así, Nadia le provocaba una sensación que hasta ahora no había experimentado. Intentó que ella no se diera cuenta de cómo estaba, pero ella sonrió. Lo había notado.

—Tal vez tú no me recuerdes —dijo ella de manera sensual—. Pero tu cuerpo sí.

—Es solo que me gusta lo que veo —dijo él sin poder quitar sus ojos del cuerpo que estaba frente a él y que poco a poco era acariciado por el agua de la regadera.

Nadia tomó el jabón y ayudó a su esposo a limpiarse. Pero cuando llegó a su pelvis, él le sostuvo la mano.

—Preciosa... —dijo él tratando de poner su mente en calma antes de continuar.

—¿Estoy haciendo algo mal? —preguntó ella desconcertada. Le gustaba volver a ver a Ulises así de exaltado.

—Para nada, todo lo contrario. Lo haces demasiado bien —dijo él y tuvo que cerrar los ojos al sentir cómo ella movía su mano y acariciaba su amigo—. Nad...

—Estaba pensando que sería bueno que empecemos de a poco —dijo ella y se agachó para besarlo.

Ares no podía creer lo que ella estaba haciendo. Normalmente, se mostraba muy inocente y su rostro reflejaba paz. Pero ahora lo miraba a los ojos mientras con su boca jugueteaba con los instintos más profundos de un hombre como él.

—¿Sigo? —preguntó ella al ver lo incómodo que Ulises se veía. Estaba muy tenso.

—Sí, no te detengas —dijo Ares y tomó la cabeza de Nadia para guiarla en los movimientos que esperaba que hiciera.

Algo que a ella le sorprendió. Ya que Ulises nunca le había hecho eso. Ahora era mucho más intenso. Lo que hacía que se preguntara si la razón de esto era que él no la conociera y no estuviera enamorado de ella aún.

—Detente preciosa —dijo Ares al ver la sorpresa de la joven. Se había dado cuenta de que se comportó como un tonto. Su maldito hermano seguramente era mucho más suave, ya que se suponía que la amaba.

—¿No lo estás disfrutando? —le preguntó ella mientras que él la ayudaba a ponerse de pie—. Ulises, dime.

—Creo que es suficiente por ahora. Tenemos que hacer cosas —dijo él mirando en dirección a su entre pierna.

—Te ayudaré con eso. Es mi culpa que estés así —dijo ella y lo agarró con su pequeña y muy suave mano.

—No es necesario —dijo él, pero no pudo evitar sentir placer al sentir el calor que las caricias de Nadia le provocaban—. Nad...

Tras decir eso se dejó ir, aunque no quería. Fue tan placentero como doloroso.

—Supongo que lo hice bien —dijo ella sonriendo con su hermoso y tierno rostro.

¿En verdad estaba feliz por hacerle eso? Ares la miraba con más deseo del que esperaba. Ella se limpió las manos y se duchó mientras él la miraba en silencio. Cuando terminó salió de la ducha, pero antes le dio un beso en los labios. Cuando ella ya no estaba en el cuarto de baño, Ares abrió el agua fría y se duchó con ella.

—Maldición, solo debía conseguir sus acciones. No puedo enamorarme de ella —se dijo a sí mismo. 

Autora: Osaku

Una niñera para el CEO 2Where stories live. Discover now