Un nuevo problema

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Capítulo Cuarenta y dos

De camino a la empresa de Nadia, Artemisa se encontró con Hipólito. Este se dio cuenta de que ella estaba pálida y le preguntó qué era lo que le ocurría.

—¿Estás bien? —preguntó él y ella lo miró sorprendida—. ¿A dónde vas? ¿Quieres que te lleve?

Él estaba en su motocicleta. Ella une, estaba agitada, por lo que mientras trataba de recuperar el aire notó que alguien la seguía. No quería poner en peligro a Hipólito.

—No te metas en mis cosas —le dijo de mala gana y entró a una tienda frente a ellos. Hipólito se dio cuenta de que algo le pasaba, pro lo que bajó de la moto y fue tras ella.

—Misa ¿Qué pasa? ¿Por qué me tratas de alejar? —preguntó él, pero en ese momento unos tipos entraron al lugar y los sacaron por la fuerza a los dos—. ¿Quiénes son? ¿Qué quieren?

—No forcejees o te harán daño. Seguro fue mi abuela la que los envió —dijo Artemisa avergonzada—. ¿Por qué no lo dejan ir? Él no tiene nada que ver conmigo.

Los hombres ni se molestaron en responder a la muchacha.

—No hables. Prometo que lo solucionaré cuando lleguemos —dijo Artemisa tratando de proteger a Hipólito.

Los llevaron hasta la mansión donde separaron a Hipólito de Artemisa. A esta última la llevaron a la oficina de su abuela. Donde la sorpresa fue mayor al encontrarse a su padre y no a su abuela.

—¿Qué se supone que pretendías hacer? —su padre parecía muy enojado con Artemisa.

—Padre, ¿Qué haces tú aquí? —preguntó Artemisa liberándose del agarre de los guardaespaldas de su padre.

—Sabes, estoy cansado ya de que ustedes se metan en lo que no tiene que meterse. Me ha costado mucho conseguir controlar a tu abuela. Por lo que no voy a dejar que una niñita como tú arruine todo ahora–dijo el hombre mientras se acercaba a Artemisa. Tenía el mismo rostro que Ares, parecía un demente.

—Entonces ¿No fue idea de la abuela todo lo que pasó? —preguntó Artemisa llena de temor—. No es posible, la abuela nunca dejaría que tú te encargaras de todo.

—Tu abuela es solo una anciana que olvidó que es lo que verdaderamente importa en la vida —dijo el hombre que había ayudado a que fuera concebida, pero que ella no consideraba su padre—. La maldita vieja me quiso conformar con migajas cuando ella sabía dónde estaba la verdadera fortuna.

Mientras tanto, en la casa de Nadia, esta empezaba a preocuparse, ya que artemisa no le había pedido dinero y no había vuelto aún.

—¿Estará bien? —le preguntó al supuesto Ulises.

—¿Por qué te preocupas por ella? Pensé que no te agradaba mi hermana —dijo este mientras terminaba de preparar la cena.

—No me agrada, se la pasa molestándome. Pero es tu hermana. La familia es lo más importante, por lo que debemos cuidar de ella —dijo Nadia, sorprendida de que Ulises le planteara eso.

—Eres muy sensual cuando hablas así —dijo él y se acercó para besarla.

—Me dijo Dionisio que casi no estás yendo al restorán —Nadia evadió el beso con ese comentario.

—¿Cuándo te dijo eso? —preguntó él, molesto. No quiera que ella estuviera tanto con su hermano.

—Hoy, fui a una de sus clases en su nuevo local de cocina —explicó ella mientras ponía los platos.

—Trata de no escuchar mucho a mi hermano. Dionisio no es de confianza —dijo Ares, ya que no quería a Dionisio por cosas que habían pasado cuando eran chicos.

—¿Por qué dices eso? Te conté todo lo que ocurrió —le reclamó Nadia—. Él es una buena persona y la única con la que contaste cuando no te quedó nada.

—No hablemos de él ahora —dijo Ares mientras trataba de desnudarla.

—Espera Ulises, aún no estoy cómoda con esto —dijo Nadia con temor.

—Te prometí que sería gentil —explicó él, eso tenía que bastarle.

—Lo sé, pero ... —ella no quería estar con él y no sabía cómo explicarlo.

—¿No me amas? —preguntó él presionándola—. Sin mi memoria ya no te gusto, ya no es lo mismo.

Él se había dado cuenta de que desde la boda ella actuaba distinto. Ni siquiera le había podido decir lo de la empresa.

—Te amo. Está bien —dijo aceptando algo que en realidad no quería solo por el amor que le tenía al recuerdo de Ulises.

—No tienes que fingir. Tal vez fue un error casarnos en primer momento. Debimos esperar hasta que recuperara la memoria —dijo él como si se hubiera molestado—. Me voy a dormir al cuarto de invitados.

—Basta, Ulises, te dije que lo haré —dijo Nadia abrumada.

—Y yo te digo que no. No quiero sexo por lástima —dijo él y enojado se fue al cuarto. Esperaba que ella lo fuera a buscar. Por lo que se desvistió y se recostó en la cama.

Sin embargo, Nadia sintió un alivio al ver que Ulises no quería hacerlo. Por lo que en vez de ir con él y pedirle disculpas, fue con su pequeña y durmió en el cuarto de Penélope.

Por la mañana sintió muchas ganas de vomitar, lo que la llevó al baño.

—No por favor. Ahora no —dijo ella mientras pensaba en la última fecha de su periodo.

Por otro lado, Ulises e Hipólito ahora estaban encerrados juntos. El infierno no parecía terminar nunca.

—Hipólito, ¿Qué se supone que haces aquí? —preguntó Ulises sorprendido.

—¿Ulises? ¿Por qué estás en esa cama? —dijo mientras se acercaba para tratar de quitarle las ataduras que este tenía—. No sé qué pasó, estaba con Artemisa discutiendo cuando alguien nos secuestró.

—¿Sales con mi hermana? —preguntó Ulises sorprendido—. ¿Te gusta ella?

—Claro que me gusta, eso ya lo hablamos —dijo Hipólito sin entender que era lo que ocurría.

—¿Cuándo me dijiste que te gustaba? —preguntó Ulises y los dos se quedaron atónitos—. Maldición, fue Ares.

—¿Quién es Ares? —preguntó Hipólito feliz de poder haber soltado un pie de Ulises.

—¿Qué pasó después de la boda de Nathaniel? —preguntó Ulises con temor.

—Tuviste el accidente y perdiste la memoria ¿También te golpearon cuando te secuestraron? —preguntó su amigo a Ulises.

—¿Cuántos días pasaron desde que perdí la memoria? —preguntó Ulises pensando en Nadia.

—Creo que un mes y medio —dijo Hipólito mientras terminaba de sacarle las ataduras de la otra pierna.

—No puede ser. Maldición —dijo Ulises con un dolor en el pecho. Ese maldito se estaba haciendo pasar por él—. Escucha, debo salir de aquí. Necesito salvar a Nadia.

Autora: Osaku

Una niñera para el CEO 2Where stories live. Discover now