Penélope

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Capítulo catorce

Finalmente, la pequeña Penélope empezó a llorar. Hermes cortó el cordón sintiendo que era merecedor de ese momento. La enfermera lo había visto tan compenetrado que no se dio cuenta de que él no era el padre de la bebé y se la dio para que la cargara.

—Hola, pequeña. Eres hermosa —dijo él hablándole a la pequeña Penélope.

—Hermes, déjame ver a mi hija —dijo Nadia mientras veía cómo la cargaba.

Cuando Hermes salió de la sala de parto llevaba una gran sonrisa. Sus planes habían salido bien hasta ahora.

—¿Dónde está Nadia? —preguntó Ulises al verlo—. ¿Cómo está Penélope?

—Las dos están bien, las podremos ver en poco —dijo Hermes notando como su hermano comenzaba a desesperarse.

Ulises se sentó y se agarró la cabeza.

—¿Qué hacías dentro? —preguntó Galatea, amiga de Nadia, a Hermes.

—No había nadie para acompañar a Nadia. Su hermano está fuera de la ciudad y Ulises se tardaba —explicó Hermes.

—Hace más de una hora que llegamos. Además, la enfermera nos dijo que tú sabías que una vez que estuvieras dentro Ulises no podía entrar —le recriminó esta.

—¿Qué estás tratando de insinuar? —preguntó Hermes como si estuviera molesto.

—No discutan —dijo Ulises poniéndose de pie—. Ya arreglaré las cosas contigo en otro momento. Ahora solo quiero ver a mi familia.

Ulises trajo un poco de calma, aunque ninguno quedó conforme. Después de unos cuantos minutos más los llamaron para avisarles que Nadia ya estaba en la habitación con la bebé.

—Hola, hermosa —dijo Ulises al entrar y ver a Nadia recostada.

—Lamento que no pudieras estar durante el nacimiento de nuestra hija —dijo ella, pero él la detuvo. Ella no tenía que disculparse de nada.

—Tranquila. Lo importante es que las dos estén bien —dijo y la soltó—. ¿Puedo verla?

Nadia estaba amamantando a la pequeña Penélope. Por lo que Ulises se acercó a las dos y pudo al fin encontrarse con el rostro de su hija. Esto hizo que no pudiera evitar llorar. Su pequeña era muy especial para él, hacía que su corazón se acelerara.

—Sus manitos son tan pequeñas —dijo Ulises mientras acercaba su dedo para acariciarla.

—Lo sé, es muy pequeña —dijo Nadie y en ese momento la bebé tomó el dedo de su padre con su pequeña manito.

—Nad, las amo —dijo Ulises aun tratando de no llorar y la besó en los labios.

—También te amamos —dijo ella feliz de al fin estar a su lado.

Hermes iba a entrar a la habitación, pero al ver que su hermano y Nadia se besaban prefirió esperar. No quería interrumpir.

—¿Por qué no pasas? —preguntó Galatea al verlo contra la pared.

—Están ocupados —dijo este y Galatea miró aun sin confiar en Hermes.

—Creo que tu actitud fue despreciable —dijo ella sin contenerse. Ahora no estaba Ulises para detenerla.

—¿A qué te refieres? Estás empezando a enloquecer —dijo este enojado, aunque no con ella. Pero necesitaba desquitarse con alguien.

—Nad es mi amiga y me cuenta todo. Estoy segura de que ama a Ulises y que ellos volverán a estar juntos pronto. Así que mantente a un costado y no les estorbes.

Hermes estaba por responderle, pero ella lo empujó y entró a la habitación.

—Amiga, felicidades —dijo Galatea como si todo estuviera bien—. Quiero sostenerla.

Ulises tomó a la pequeña y se la pasó a Galatea. Se notaba que era una gran amiga. Lo había defendido cuando estaban esperando a Nadia.

—Amor, ¿quieres que te traiga algo? —preguntó Ulises y Nadia le pidió que preguntara si ya podía beber agua por lo que esté salió en busca de la enfermera.

En la puerta se encontró con su hermano y se detuvo frente a él.

—Gracias por traer a Nadia al hospital —dijo Ulises a Hermes—. A partir de ahora yo me haré cargo de cuidar de ella. Así que...

—No cofundas las cosas, hermano —dijo Hermes cortando a Ulises—. Lo hice porque ella es mi amiga y la quiero.

—Entiendo eso. Ahora espero que tú comprendas que ella solo puede ser eso —dijo Ulises serio.

—¿A qué te refieres? —preguntó Hermes.

—Tú eres su amigo, entiendo. Pero yo soy su esposo —dijo Ulises y Hermes empezó a reír.

—¿Quieres marcar territorio? Está bien, sí. Soy su amigo, pero tú ahora eres solo su ex. No te olvides de eso. Ella se divorció de ti —dijo Hermes y se apartó de la pared para quedar frente a su hermano mayor—. Dime Ulises ¿Qué se siente tenerlo todo y perderlo a manos de otro? Eso me recuerda a algo. Ah, sí, a ti en el pasado. Metiéndote en la vida de los demás.

—¿Estamos peleando por tu novia de la secundaria? —preguntó Ulises al entender las palabras de Hermes.

—Esto no es una pelea, ya que yo ya gané. Solo te estoy devolviendo un poco de lo que tú mediste en ese entonces —dijo Hermes quitándose la careta que había llevado todo ese tiempo.

—Esa chica no era buena para ti. Además, yo no la toqué. Aunque nunca te lo dije, sé de buena fuente que se la pasaba engañándote con cualquiera —dijo Ulises molesto pro que tratara de compararla con Nadia.

—Lo sé, no era buena para tu ojo crítico y te sacrificaste por mí. Pero mejor, ya sé quién será buena para mí —dijo Hermes sonriendo con malicia.

—No te atrevas —dijo Ulises conteniendo su deseo de golpear a su hermano.

—Lo siento hermano. Nadia será la que elija al final. Así que prepárate para luchar —Hermes había tirado las cartas sobre la mesa—. Aún no sabe muchas cosas sobre ti.

Autora: Osaku

Una niñera para el CEO 2Where stories live. Discover now