El interés de Nadia

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Capítulo veinticinco

Después de una mala pasada delante de Ángel, Nadia, Artemisa y el heredero del imperio de los De la Renta fueron a tomar un helado juntos. Nadia seguía preocupada por la situación de su esposo. Sobre todo, porque su familia no lo dejaba solo un segundo.

Por otro lado, él se veía bien. Después de ese terrible accidente tendría que tener lesiones grabes. Así que Nadia tenía que estar agradecida que solo hubiera perdido la memoria. Para eso había solución, o por lo menos eso era lo que les había dicho el médico. Aun así, Nadia tenía pensado buscar la ayuda de otro médico. No confiaba en los que la abuela de Ulises había elegido.

—Ulises —dijo Nadia mirándolo mientras esperaban en la fila —. Quería preguntarte por qué usas esos lentes.

—Es que me duele mucho la cabeza como para colocarme los de contacto —explicó él. Aun así, se veía extraño.

—Lo siento. Es que tu manera de peinarte... —dijo Nadia al ver que era más prolijo que antes.

—Mi hermano mayor se peinaba así hace unos años —dijo Artemisa agarrada del brazo de Ulises.

—¿Por qué? ¿Ahora lo estaba haciendo distinto? —preguntó este sin terminar de entender.

—No te preocupes hermano. Es que ella no te conoce como yo. Es normal que se sorprenda —dijo Artemisa atacando a Nadia sin que él lo notara.

—¿Cómo te gusta más? —preguntó él a Nadia y ella se sonrojó—. Dijiste que íbamos a volver a casarnos. Así que me gustaría complacerte con eso, aunque sea.

—¿Qué? —preguntó Artemisa desconcertada.

—¿Tú no lo sabías? —preguntó a su hermana que parecía querer ponerse a llorar.

—No pueden casarse. Ahora ni la recuerdas —dijo ella tratando de recuperar la compostura mientras miraba a su hermano.

—En eso creo que tienes razón. Quizás, lo mejor sea que esperemos a que recupere mi memoria —dijo él mirando a Nadia pese a que hablaba con su hermana.

—Dicen que hay pacientes que no recuperan nunca la memoria —dijo Nadia con un fuerte dolor en el pecho. Artemisa estaba jugando con Ulises y ella no podía hacer nada con ella ahí.

—Artemisa... —dijo Nadia sonriendo—. Sabes, una empresa me dio una nueva tarjeta de crédito y no la he probado. ¿Te gustaría ver si encuentras algo que te guste?

—Genial —dijo la muchacha sin dudarlo. Desde que su abuela le había cortado los ingresos no había podido comprar muchas cosas.

—Espera Misa ¿Qué hay de tu helado? —Parecía estar algo molesto con su hermana menor. Habían ido hasta ese lugar para comprar un helado.

—Se me fueron las ganas —dijo Artemisa y tras besar a su hermano en la mejilla se fue a recorrer el centro comercial.

—Entonces avísame cuando estés lista para ir a casa —dijo él, pero su hermanita ya se había ido. Miró a Nadia y sonrió avergonzado—. Querías desacerté de Misa. ¿De qué quieres que hablemos?

—¿Fue muy obvio? —preguntó Nadia mientras tomaban asiento en un banco.

—Me agrada que lo hicieras. Aún no puedo decirle que no —dijo este al sentarse al lado de Nadia—. Se supone que vamos a casarnos y aún no te conozco. Me gustaría saber más de ti para tratar de que mis recuerdos vuelvan. ¿Quieres contarme sobre ti? Ya tengo la versión de la abuela y no parece favorecerte mucho.

—Seguramente —dijo ella y los dos sonrieron tiernamente—. Nos conocimos...

Antes de empezar, Nadia ya estaba siendo interrumpida por otro De la Renta.

—¿Nadia? —dijo Dionisio al verla en la banca—. Hermano, tú también estás aquí ¿Cómo la estás pasando en tus días libres?

—¡Tú! —Ulises parecía enojado—. ¿Tú te hablas con él?

—¿Qué te ocurre Ulises? —preguntó Nadia al verlo molesto—. Tú eres quien trabaja en el restorán de Dionisio.

—¿Qué? ¿Y qué hay de la empresa de nuestra familia? —preguntó este enojado.

—La abuela te echó porque preferiste a esta mujer a la familia —dijo Artemisa que estaba llegando de nuevo con ellos.

—¿Disfrutaste de tus compras, Misa? —preguntó Nadia a Artemisa con una sonrisa irónica.

—Tu perra, le pusiste un limité de solo cincuenta mil por día —dijo Artemisa enojada con su cuñada.

—¡Misa! —Su hermano mayor estaba molesto por la manera de hablar de Artemisa.

—No te preocupes, es normal que me trate así —le dijo Nadia a Ulises—. No gasto esa cantidad en una semana. No sé para qué querría más.

—Por eso te ves tan fea —dijo Artemisa enojada—. Ya fue suficiente. Vámonos Ulises.

—Misa, es mejor que te comportes —dijo Dionisio defendiendo a Nadia.

—Tú no te metas —la joven muchacha estaba perdiendo la paciencia con ellos y ya no podía mostrarse como la frágil flor que pretendía ser delante de Ulises.

—Silencio —dijo el mayor de los De la Renta mientras se tomaba la cabeza.

—Ulises ¿Qué te ocurre? —preguntó Nadia preocupada.

—Vamos a la mansión. Le diré a Ángel que nos espere con el coche —dijo la hermana menor de Ulises.

—No. No voy a volver a casa todavía. Quiero pasar algo de tiempo con la señorita Nadia —dijo este tratando de responderse.

—¡Ulises! —gritó Artemisa enojada.

—Basta Artemisa. No grites —dijo Nadia mientras tomaba la mano de Ulises para que salieran del lugar—. ¿No vienes?

Artemisa se sorprendió. No esperaba que Nadia le permitiera acompañarlos.

—Dijiste que eres la que mejor conoce a Ulises con su actual memoria. Por lo que te necesita —aclaró Nadia mientras subían al ascensor.

—Vamos en mi coche, está en el estacionamiento. Será mejor para que Ulises descanse —dijo Dionisio sorprendiendo a su hermano mayor. Se suponía que ellos estaban peleados y el menor de ellos no quería saber nada con el heredero.

—Gracias por tu ayuda. Supongo que también nos debemos una conversación —dijo Ulises a Dionisio.

Dionisio estaba feliz de que Ulises no reaccionara tan mal con toda la nueva información que estaba recibiendo. Si bien lo necesitaba más de lo que esperaba, lo más importante para él era la salud de su hermano mayor. 

Autora: Osaku 

Una niñera para el CEO 2Where stories live. Discover now