Busquen a Nadia

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Capítulo cuarenta y cuatro

—¡Nadia! —gritó Ulises al llegar a su casa.

—¿Y? —preguntó Hipólito preocupado. Ya que tenía miedo de que los vinieran siguiendo.

—Ella no está en casa. Debemos conseguir un teléfono para llamar al restorán y hablar con Dionisio —dijo Ulises dispuesto a salir nuevamente a la calle, pese al riesgo que corría—. Debemos explicarles a todos lo que está ocurriendo.

—¿Señor? —preguntó Analía al verlo.

—Ana, eres tú —dijo feliz de que ella llegara a casa—. ¿Dónde está Nadia?

—No sé cómo decir esto. Acabo de verla subir a uno de los coches con usted —dijo ella segura de que este llevaba otra ropa—. Sé que eso no es posible.

—Lamentablemente si lo es. Hipólito, explícale mientras te ayuda a hacer las llamadas. Debemos poner al tanto a mis hermanos —dijo Ulises mientras abría la puerta de su casa con la llave de Analía—. ¿Dónde está mi hija?

—Está en la guardería. Acabo de dejarla ahí —dijo Analía sin entender que era lo que ocurría.

—¿Dónde queda la guardería? —preguntó Ulises y ella lo miró más sorprendida—. Escucha Analía. Necesito que consigas a alguien que sea de tu confianza y retire a Penélope de la guardería y la traiga aquí. Pero no dejes que yo me la lleve sin importar lo que te diga.

Ulises fue a su dormitorio y comenzó a llamar gente para que cerraran los aeropuertos y las carreteras que salieran de la ciudad para su esposa. No podía dejar que el desgraciado de su hermano saliera con ella. Además, tenía que buscar la manera de ayudar a Artemisa a escapar de las garras de su padre.

—Aquí está la pequeña Penélope, señor —dijo Analía aún sorprendida por lo que Hipólito le había contado.

—Oh Cariño, cuanto has crecido —dijo su padre feliz de verla al fin.

—Señor —dijo Analía estando al teléfono—. Me llaman de la guardería, su esposa está ahí. Dicen que fue a retirar a la niña.

Ulises sabía que Ares sería rápido, pero nunca pensó que tanto.

—Diles que si pueden la retengan hasta que yo llegue —dijo Ulises mientras se ponía una campera.

—Señor, me dicen que usted está con ella ahí —dijo Analía aún sorprendida por lo que estaba pasando.

—Aun así, que le digan que hay un problema con la cuota o algo así —dijo Ulises mientras salía de la casa—. Y recuerda no dejar que yo me lleve a Penélope por ningún motivo.

—Espera —dijo Hipólito—. ¿Te irás tú solo?

—Escucha bien. ¿Recuerdas algo que me hayas dicho y que no me lo repitieras después del accidente? —preguntó Ulises a su amigo.

—Claro —dijo este, ya que desde el accidente casi no hablaban.

—Pregúntame algo de eso cada vez que me veas —dijo Ulises para asegurarse que tendría a su amigo de su lado—. Mientras tanto, protege a mi hija.

—Lo haré con mi vida —dijo Hipólito preocupando a Analía.

Ulises tomó uno de sus coches y fue a la guardería con el GPS de su móvil nuevo.

—Hola. ¿Mi esposa está aquí? —preguntó él a la chica que lo recibió en la entrada. La cual no entendía por qué le hacía esa pregunta. Le explicó que hacía quince minutos ella se había ido con él.

—Maldición —dijo Ulises y salió de la guardería más preocupado que antes.

—Ulises —dijo Hermes al teléfono.

—Sí, soy yo. Pero el verdadero yo. Escucha esto, el tipo que está con Nadia se hace pasar por mí. Necesito que la encuentren, usa todos los recursos a tu alcance. Además, envía a la policía a la mansión, ya que nuestro padre tiene cautiva a Artemisa. Yo ya los llamé, pero es mejor si puedes encargarte en persona.

—Espera un momento ¿A qué te refieres? —preguntó Hermes sin entender lo que Hipólito le había dicho con anterioridad.

—Ahora no tengo tiempo para explicarte bien, pero por favor créeme, soy yo —dijo Ulises entendiendo que aprecia una locura lo que pasaba.

—Tal vez estés un poco alterado si recuperaste la memoria —dijo Hermes tratando de calmarlo.

—Nunca perdí la memoria. La abuela hizo que Ares se hiciera pasar por mí. No sé por qué somos iguales ahora; sin embargo, él fue quien me estuvo reemplazando desde el día del accidente —dijo Ulises furioso con su abuela.

—Está bien ¿Dónde estás? —preguntó Hermes.

—Estaba en la guardería, pero ahora me voy a la casa de un amigo para revisar las cámaras de la ciudad. Ese tipo tiene a Nadia con él. No sé de qué sea capaz —dijo Ulises con temor de perder a la mujer que amaba.

—Hablaré con Dionisio para que vaya contigo. Yo iré a la mansión con Apolo para buscar a Artemisa junto a la policía —dijo Hermes, dejando más tranquilo a Ulises.

—Gracias hermano —dijo Ulises y colgó.

Hipólito llamó a Ulises para preguntarle qué había pasado en la guardería. Después de que Ulises le contó lo que había ocurrido, Hipólito le preguntó sobre Artemisa.

—Mis dos hermanos van a ir con la policía a la mansión a sacar de ahí a Artemisa —explicó Ulises.

—Dionisio vino a tu casa. Dejaré a Penélope con él, iré con tus otros hermanos a la mansión —dijo Hipólito con seguridad.

—¿En verdad amas a mi hermana? —preguntó Ulises al darse cuenta la voz que este ponía al teléfono. Era la misma que la que él tenía al hablar de Nadia.

—Claro que la amo —dijo Hipólito, feliz de poder hablar de eso con su amigo.

—Espero que puedas con ella. No es una chica fácil —Ulises estaba seguro de que su hermana le haría la vida imposible a Hipólito.

—Lo sé, es una de las cosas que más me gusta de ella —dijo Hipólito mientras salía de la casa de Ulises y Nadia. Ahí se dio cuenta de que ese era Ulises, y se impresionó al darse cuenta de que había sido engañado por un extraño.

Ulises se apresuró para llegar a casa de su amigo. No podía dejar que Nadia desapareciera con el desgraciado de Ares. Iba a pagarle todo lo que había hecho mientras lo estuvo reemplazando. No solo él, su abuela y su padre también. No tendría misericordia esta vez. Ambos habían ido demasiado lejos.

Autora: Osaku

Una niñera para el CEO 2Donde viven las historias. Descúbrelo ahora