Capítulo 1: Un cadáver sin ojos

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El cadáver del gato ya estaba hinchado cuando lo encontraron

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El cadáver del gato ya estaba hinchado cuando lo encontraron. Se dirigían al cementerio caminando a paso levemente apresurado en el momento en que lo vieron en el borde del camino. Era negro y yacía completamente estirado entre los pastos. Conservaba los ojos abiertos, nublados por una película gris que denotaba que allí ya no quedaba nada de vida. Tenía el hocico desfigurado e inflado, al igual que la panza que parecía una bomba a punto de explotar. La incidencia directa del sol y el calor agobiante del día habían contribuido a su deformidad.

Alexia dejó de arrastrar los pies por los bordes del camino y se detuvo ante el gato. Lo escrutó sin demasiado ánimo mientras se acomodaba su lacio cabello naranja detrás de las orejas. No le interesaba el animal para nada, y en otro momento se hubiese conformado con mirarlo de lejos, a una distancia en que no pudiera distinguir su especie ni el grado de descomposición. Lamentaría haberlo encontrado y seguiría adelante. Sin embargo, esa tarde se detuvo ante él.

Un olor a podrido circulaba en el ambiente, pudo sentirlo antes de siquiera estar cerca del gato, y a su lado, le resultaba insoportable. Arrugó la nariz y se levantó el escote de la remera hasta los ojos para atenuar el hedor.

—Ven a ver —le dijo a Helena, que había quedado rezagada, a tiempo que agarraba un palo del suelo y le torcía un poco la cabeza al animal.

—¿Qué hay? ¡Ugh! ¡Qué asco! Está lleno de bichos —se quejó ella.

—Parece un peluche apolillado.

—Parece un panal de moscas —replicó—. Alexia, por favor. Tenle un poco de respeto y no sigas tocándolo. —La agarró del brazo para que no moviera el palo—. Solo vas a conseguir que le salgan gusanos de algún lugar.

—Ja, ¿esperas encontrar otra cosa cuando abramos las tumbas? —inquirió.

—Quizás sí. Los cadáveres que nos sirven todavía están frescos...

—Pero los habrá de todos modos —Se estremeció al recordar las asquerosidades que había encontrado la última vez que se decidió a acompañarla hasta allá.

—Tienes razón —accedió—. Pero haya lo que haya, de todos modos tendremos que hacerlo, es lo que la Maestra nos pidió. Y no vas a dejarme sola esta vez.

Por mucho que le desagradara hacer el trabajo sucio, Helena no se había saltado ninguna de las obligadas excursiones al cementerio. Tenía una idea amplia de qué cosas podrían encontrarse dentro de las tumbas, le había tocado enfrentarse a un par de situaciones muy malas sola. Sin embargo se obligaba a aguantar la respiración, no observar la escena demasiado y hacer el trabajo rápido.

Alexia, por el contrario, nunca había tocado un muerto. Oficiaba de espectadora de la carnicería o ayudaba de lejos. No me esforzaba mucho en sus estudios en la Academia, eso lo sabían todos. La mayoría de las veces que los enviaban allí aprovechaba para dejar la Academia y pasear por la ciudad, lejos de su vida, sin preocupaciones por un rato. Cuando regresaba no llevaba nada: ni órganos, ni pelos, piel, huesos o cualquier otra cosa que se les pidiera para las pócimas y maleficios que realizaban brujas más experimentadas y talentosas que ella. Ligaba una reprimenda por cada escapada, pero valía la pena.

Cauterio #PGP2024Where stories live. Discover now