Capítulo 19: Los días felices

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Nunca habían vuelto a hablar de la noche de año nuevo

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Nunca habían vuelto a hablar de la noche de año nuevo. No existió ninguna otra oportunidad de que se repitiera, o tal vez, ninguna de las dos lo permitió. A Alexia solo le quedó contemplar a Helena a la distancia, sin decir nada, como había hecho toda la vida. La vio bailar en el medio de la plaza todos los sábados por la noche en los que se quedaban sin entradas para el pub. La vio correr bajo las luces naranjas de las calles con una botella de vino bajo el brazo para que la policía no las atrapara bebiendo. La vio tirarse al río con la ropa puesta y empaparla con agua mientras la invitaba a meterse también. La vio jugar a las escondidas con sus amigos en su cumpleaños número diez y sonreír a las velas cuando todos le cantaron el felíz cumpleaños. La vio bajar por los toboganes del parque de la esquina, a los saltos porque la chapa estaba hirviendo, pero aún así, queriendo volver a intentarlo. La vio llorar porque se raspó las rodillas después de caer en el asfalto mientras ambas corrían una carrera. La vio reír por los chistes de la serie infantil de moda cada tarde en que merendaban juntas.

No tenía una constante expresión de preocupación, ni arrugas en la frente, ni esperanzas imposibles, no estaba rodeada de un mar de fuego. Era feliz y eso hacía que Alexia se sintiera menos miserable.

Le hubiese gustado salvar a esa Helena en el recuerdo y que perdurara para siempre después de perecer. Sabía que eso era imposible; una vez que las llamas la carbonizaran, independientemente de si Helena la seguía en el mismo destino, no quedaría ni rastro, porque estaba segura de que ninguna otra persona la había visto como ella.

En todo eso pensaba Alexia mientras miraba el techo de su habitación en la Academia, con la cabeza sobre sus viejas almohadas y Helena en la cama de al lado estudiando en silencio. Si ninguna de las dos hablaba y si no se miraba al espejo, casi parecía que nada había cambiado. Deseó tanto irse de ahí que le parecía extraño sentir añoranza de esos años. Si tan solo el presente fuese diferente...

—Me cansé —anunció Helena, cerrando el libro y arrancando a Alexia de sus sueños del pasado.

—Que bien —dijo de mala gana—. Hace tres horas que me has prometido novedades. Muero de ganas por saber qué es.

Helena se sentó sobre la cama mirando en dirección a Alexia.

—Hablé con Gumer.

—¿Ese era tu plan...?

—No del todo. Fui a revolver la oficina de la Maestra y no encontré nada. Lo de Gumer fue una casualidad, suerte pura después del rotundo fracaso. Hablamos a través de Mili y no fue directo, ni mucho menos, pero me dio a entender que Elisa está involucrada, si no es que lo hizo ella misma.

Alexia entrecerró los ojos.

—¿A qué te refieres con «dar a entender»? ¿Qué dijo exactamente?

—Cuando le mencioné a Elisa dijo que hay cosas que pasan frente a mi nariz y no las noto. Él sabe que he estado vigilando su grupo de investigación. Me dijo que tuviera cuidado.

—¿Estás segura que nadie te vio en su oficina? —dijo Alexia incorporándose en la cama.

—No escuché a nadie, ningún pensamiento.

—¿Él habrá visto a alguien?

—No lo mencionó, pero no creo que lo haya dicho por eso. —Helena tragó duro—. Sugirió que me enfrentara a Elisa.

—¿Directamente?

—Sí. No he conseguido pensar en otra cosa desde entonces, ni siquiera mientras leía. Tengo que ir, preguntar y exigir una respuesta que provenga de la verdad y no sea un mero salvavidas para quien sea que haya apuñalado a Bina. A priori me parece la peor idea del mundo...

—A mí también.

—Hasta tengo miedo. Mira. —Levantó una mano y le mostró sus dedos temblorosos—. De solo pensarlo...

—Tratará de hacerte daño.

—Me preocupa más que yo tenga que hacerle daño a ella.

—¿Vas a torturarla? —De la sorpresa, Alexia no pudo evitar que se le escape una risita—. No me lo creo.

—Estaba pensando en llevar un muñeco vudú. Tengo que asegurarme de que ella hable. Es nuestra única salida. —Su voz se fue desarmando a medida que hablaba y terminó la frase en un sollozo.

—Ey —Alexia fue hasta ella y la abrazó. Las lágrimas de Helena le mojaron el hombro del buzo—. Puedo intentarlo yo si es que esto te conflictúa.

—No... es que Elisa no lo es todo. Mi padre...Tenías razón, Alix. Mili quería ocultarme un nombre para no herirme, la escuché decírselo a Gumer. Es mi padre, estoy casi segura. Él me ha traicionado, nos ha traicionado a todos. Y ahora me está usando de distracción.

—Maldito hijo de... —Alexia se contuvo de insultarlo, a pesar de todo, seguía siendo el padre de Helena.

—No puedo parar de pensar en que no me quiere ni un poquito. Dice que me va a salvar pero lo único que está haciendo es exponerme para proteger a alguien más.

—Si hay posibilidades de que te salve, entonces no debes hacer nada. Síguele la corriente, sele funcional y deja que te proteja. Yo me encargaré de Elisa, solo necesito que tú busques el momento de abordarla.

—No lo conseguirías.

—Instrúyeme para usar el muñeco vudú.

—Lo único que necesito de ti es que le robes un muñeco a Julia. No voy a quedarme con mis privilegios, de brazos cruzados, mirando como todo se va a la mierda y tú te mueres. Si nadie hace lo correcto, entonces tengo que ser yo la que lo haga, aunque me pese enfrentarlos así.

—Pero, ¿dónde queda lo que es justo? No puedes abordar a Elisa de ese modo. —Alexia sabía que su argumento era paupérrimo y ni ella se lo creía, pero recordarle a Helena las cosas que le importaban era lo único que se le ocurría para evitar que se metiera en problemas y posiblemente saliera lastimada.

—¿Realmente existe la justicia aquí? Mi padre se llena la boca hablando de ello y de lo que es correcto. No ha sido más que un hipócrita.

—Es la sociedad que Bina ha creado...

—Y que puede cambiar.

—Por el momento, las condiciones serán las que impuso ella.

—Tengo que intentarlo. Quienes deberían buscar la verdad, no lo van a hacer. Solo me queda eso y depositar una mínima esperanza en que alguien en el Tribunal aún recuerde cuál es su función en este Círculo.

—¿Todo esto no te hace sentir sola?

—Desamparada, quizás. Sola no, estoy contigo. —Helena levantó la cabeza de su hombro, ya no estaba llorando—. ¿Vas a traerme el muñeco?

—Está bien. Pero lo necesitaré devuelta el mismo día que lo uses, o sino, Julia lo notará y no le costará mucho descubrir que estuve aquí.

 Pero lo necesitaré devuelta el mismo día que lo uses, o sino, Julia lo notará y no le costará mucho descubrir que estuve aquí

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