Capítulo 7: Evocaciones

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—¿Dónde estabas anoche? —preguntó Julia durante el almuerzo

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—¿Dónde estabas anoche? —preguntó Julia durante el almuerzo.

El comentario tomó por sorpresa a Alexia, que estaba acostumbrada a que su tía no le dirigiera la palabra en el único momento del día que, de mal grado, compartían.

—¿Anoche? —balbuceó—. No te incumbe.

Miró de reojo a la abuela que estaba sentada en la punta de la mesa. Ella no dejó de servirle compota de manzana al abuelo simulando no prestarle la menor atención a la conversación. Alexia creyó captar un sutil movimiento de su cabeza de un lado a otro. ¿No? ¿No, qué? Era inútil intentar darle significado. Confió en que, al menos, la abuela se mantuviese en silencio. Volvió a concentrarse en Julia.

—¿Dónde estabas anoche? —repitió.

La repregunta era nueva también. Alexia esperaba escuchar algún insulto entre dientes, lo suficientemente bajo para que la abuela no lo oyera, pero lo suficiente como para que perturbaran su frágil autoestima. Julia se estaba conteniendo para no explotar, y Alexia tenía que medir sus palabras e inventar una excusa plausible.

—Estaba fuera.

Julia cerró los ojos, respiró hondo y volvió a preguntar:

—¿Dónde?

—No te va a gustar...

—Lo que no me gustó fue no encontrarte donde debías estar, cuando fui a buscar respuestas sobre aquel niño.

—Yo no quería que lo atropellen —dijo automáticamente en actitud defensiva. En realidad no era del todo cierto. No había sido su intención, pero tampoco le disgustaba el resultado.

—¡Qué pena! —Se apartó los rizos oscuros de la cara con un manotazo—. Me hubiese gustado que le quebraras el cuello, pero no tienes las agallas.

—Lo que no tuve es la habilidad —aclaró Alexia cambiando la marcha de su discurso. La variación era evidente, pero no iba a perder la oportunidad de medir las palabras para no salir tan mal parada—. Si hubiese conseguido lo que quería, me lo habría sacado de encima sin tanto escándalo. —Trató de parecer lo más fría e insensible que pudo. Notó como la tensión en el aire se aflojaba un poco.

—Eso no importa.

—¿Fue Martina quien te dijo lo que hicieron?

—Sí, a medias, claro. Es una pena no poder permitirle recordar ciertas cosas. Me sería más útil que así como está ahora.

—Nos tiraron unas cosas... —comenzó a explicar y luego recordó lo asqueroso que fue limpiar ese desastre, así que prefirió obviar los detalles—. No importa. Yo intenté algo, se asustaron y pasó.

—No solo fueron esos niñatos los que se asustaron. Los dos que no tuvieron la necesidad de ir al hospital se ocuparon de hablar de tu magia y algunos están preocupados. —Se rio—. ¿Cómo te las arreglaste para que crean eso?

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