Capítulo 25: Vi mi futuro y te vi a ti

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Era sábado por la noche y Helena había trabado la puerta de su cuarto con una mesita de luz, después de despachar temprano a Lucía y a Chiara

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Era sábado por la noche y Helena había trabado la puerta de su cuarto con una mesita de luz, después de despachar temprano a Lucía y a Chiara. Hacía meses que su rutina de fin de semana era permanecer despierta hasta el cansancio, esperando que Alexia apareciera de sorpresa, tal como lo hacía en su imaginación, y al final, quedarse dormida con la ropa puesta. A la mañana siguiente siempre despertaba sola, junto al cansancio de aquel juego solitario en el que ella suponía cosas basada en algo que creía percibir, pero que estaba totalmente teñido de sus propios sentimientos y, evidentemente, de poca realidad.

En sus sueños, Alexia llegaba sin ganas de hablar de los problemas, solo porque quería estar con ella. Pero las semanas habían pasado y Alexia no aparecía. Ante la inminencia del juicio, Helena hasta consideró tomar la iniciativa y cruzar el espejo; aunque para ese momento aquella posibilidad estaba desechada por completo.

Esa noche era la primera después de la pelea y sabía que no iría, aun así seguía esperando por pura costumbre. El enojo del momento ya se le había pasado, sin embargo su orgullo no le permitía más que aguardar a que Alexia se dignara a disculparse.

Tan convencida estaba Helena de que se quedaría sola, que se enfundó su pijama, puso música y encendió el primer cigarrillo de la noche. Abrió la ventana de par en par para disipar el humo y se sentó en el alféizar. En dos segundos dejó de sentir la cara por el aire frío que golpeaba contra su piel e invadía la habitación. Se estiró para alcanzar la ruana cuadrillé que estaba tirada en la cama. Al hacerlo, casi tira al suelo los tres vasos de agua que tenía en la mesita de luz. Había puesto en cada uno de ellos un trozo considerable de algodón. A cada calada que le daba Helena a su cigarrillo, estelas grises aparecían en el agua de uno de ellos y flotaban hasta ser absorbidas por el algodón remojado que no tardó en teñirse de negro. El agua de los otros dos, que había olvidado desechar, estaba tan negra que ya no se podía precisar si dentro todavía quedaban rastros del algodón.

Se estaba quedando dormida cuando escuchó el reconocible sonido de un par de rodillas golpeando la alfombra. Se despertó de golpe y vio sorprendida a Alexia que estaba poniéndose de pie. Helena sonrió sin moverse de su lugar y luego le dio otra calada al cigarrillo cuya brasa se estaba acercando peligrosamente a sus dedos.

—Quería decirte que lo siento —dijo Alexia evadiendo mirarla a la cara.

Helena asintió con la cabeza y expulsó una bocanada de humo hacia el oscuro jardín de la Academia.

—Quién lo diría... —dijo para sí—. ¿Quieres uno? —Le tendió la etiqueta.

Alexia sacó un cigarrillo de la cajita y la dejó sobre el alféizar. Esperaba que eso la ayudara a calmarse.

—Si buscas agua nueva en el baño, te preparo un limpiador.

—No hace falta. Uno solo no me hará daño —dijo Alexia. Encendió el cigarrillo y le dio una calada. Dejó que el humo le llenara los pulmones, lo mantuvo dentro la mayor cantidad de tiempo que pudo y exhaló. A medida que el humo le salía por la nariz, sus músculos comenzaban a relajarse. Se apoyó en la pared al lado de la ventana, apartada de la vista del exterior—. ¿No estás enojada?

Cauterio #PGP2024Where stories live. Discover now