Capítulo 15: El fracaso negro

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La abuela la había perseguido por toda la casa para intentar sonsacarle lo sucedido ante el Tribunal

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La abuela la había perseguido por toda la casa para intentar sonsacarle lo sucedido ante el Tribunal. Alexia terminó cediendo, pero se guardó los detalles y se enfocó en lo anecdótico. Obviamente mencionó la Mano. ¿Cómo no hablar de ella? Sobre todo porque necesitaba saber más de eso y creyó que la abuela soltaría un discurso explicativo sobre el asunto. No fue así. Dijo que no sabía nada, que nunca había leído más que su nombre por ahí y que tenía que ir a bañar al abuelo, así que después hablaban. A Alexia le sonó a evasivas y supo que no serviría de nada intentar sonsacarle más información.

Perdida su principal guía para saber algo de la Mano, se adentró tardes enteras en la biblioteca privada de la familia, un lugar que le sería por completo desconocido de no ser porque tenía que quitarle el polvo a toda la sala una vez a la semana.

De su exploración obtuvo un par de páginas útiles, y sobre todo, tiempo para retrasar la evocación. Por más que el Juicio parecía haber captado la atención de todo el mundo, Julia estaba en casa y al pendiente de sus actividades nocturnas. La madrugada anterior se la había cruzado en la puerta del baño común cuando salía en pijama, lista para ver dormirse viendo una película de terror malísima; y estaba segura, que mientras descansaba, Julia se mantenía atenta a su cuarto.

Cuando ya no le quedaba alternativa, Alexia escapó por la ventana de su habitación a hurtadillas, aunque en la casa no había nada que la fuera a retener realmente, salvo ella misma. Bajó por la enredadera que había estado pegada a la pared por tantos años, que sus gajos eran uno con los ladrillos, y no se la habría podido arrancar sin dañar la casa. Más temprano, había escondido entre los arbustos una bolsa que envolvía una olla robada de la cocina y unos cuántos ingredientes provenientes del almacén, y los que le faltaban, de la pequeña oficina de Julia en el Inked mientras su tía aún se encontraba de viaje.

Salió a la vereda mirando para atrás en busca del rostro atento de la abuela a través de la ventana, pero ella no estaba allí. Solo encontró la casa que se erigía en el final de la calle, nostálgica, hundida en la añoranza de los tiempos en que no le faltaban tejas, la pintura no estaba ennegrecida, las persianas no lucían agujeros de pedradas y la maleza permanecía rala a su alrededor. Al igual que la familia Graf, había tenido tiempos mejores, o al menos, no tan malos.

Alexia se volvió justo a tiempo para esquivar a Hilda, la vecina de la casa de al lado. La mujer saltó hacia atrás por miedo a llevarsela puesta. Era vieja y, en los recuerdos de Alexia, siempre lo había sido, así que asumía que pasaba los ochenta. Tenía el cabello canoso y electrificado y su pijama estaba lleno de pelos de gato, justo como el resto de su ropa siempre. Llevaba una bolsa de basura negra que se balanceó hasta casi golpear a Alexia cuando la mujer trató de alejarse.

—Buenas noches —murmuró Alexia tratando ser cordial.

Hilda frunció el ceño, sin mediar palabra, la rodeó y dejó la bolsa en el basurero. Mientras seguía caminando, Alexia escuchó como cerraba la reja de su casa.

Cauterio #PGP2024Where stories live. Discover now