Capítulo 14: Amigos del pasado

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El padre de Helena la dejó frente a la Academia y esperó a que pasara por la puerta para partir

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El padre de Helena la dejó frente a la Academia y esperó a que pasara por la puerta para partir. Al entrar, ella tuvo la poco grata sorpresa de encontrar todavía unas diez personas merodeando por los salones. Las sorteó a todas y pasó de largo por la cocina en dirección al patio. Parte del postre y algunas botellas de vino a medio tomar habían sido abandonadas en la mesa de la cocina. Helena agarró la botella que estaba más cerca y se la llevó consigo. Planeaba beberla en el banco bajo la sombra del siempreverde mientras le daba vueltas a toda la nueva información, pero sus planes se frustraron cuando la vio.

Sentada justo en el lugar al que se dirigía, de espaldas a ella y contemplando el jardín, se encontraba Mili. Debía de estar allí desde antes de que el sol comenzara a perder fuerza. Pasaba mucho tiempo afuera. Decía que el aire y la luz le hacían bien, sin embargo no contribuían en reducir su aspecto enfermizo. Llevaba poco más de un año en la Academia y su estado no había hecho más que desmejorar. Bina solía usarla como canal en sesiones de espiritismo que, a veces, la dejaban tan débil que caía en la inconsciencia y algún sabio tenía que regresarla en brazos a la Academia. A ella no parecía importarle demasiado. Cuando Helena le preguntó por qué no dejaba de aceptar las invitaciones de la Maestra, Mili se limitó a encogerse y decir: «Estoy acostumbrada». A Helena le dio pena, pero como la chica no era muy dada a hablar no encontró la ocasión para insistir.

Helena fue hasta ella. Al sentarse a su lado, notó que Mili estaba envuelta en una frazada liviana y tenía una bufanda de lana enroscada al cuello que le tapaba la mitad de la cara.

—¿Cómo te fue? —dijo con la voz amortiguada por el tejido.

—Mal, supongo —se encogió de hombros.

—Es una pena.

Helena creyó que ella no diría nada más y se sintió aliviada. Se tomó un trago de vino del pico de la botella, estaba caliente y agrio. Competía de cerca con los ravioles resecos por el premio a su peor ingesta del día. Estaba a punto de ofrecerle a Mili, cuando ella dijo:

—Sé que no fuiste tú.

—Gracias por creerme.

—No, no. Yo sé que no fuiste tú, Gumer me lo dijo.

Gumer era el espíritu que tenía pegado y, según ella, lo arrastraba como una valija a todos los lugares donde iba. Era tímido, a tal punto que su presencia no se hacía notar nunca. Solo se animaba a manifestarse a través del cuerpo de Mili, usando su cara y su voz, y de ninguna otra forma. La mayoría de sus compañeros llegó a dudar de la existencia de aquel ente y a pensar que la chica disfrutaba de hablar sola, pero le avergonzaba decirlo. No fue hasta que Mili los invitó a todos a una sesión secreta para hablar con él, que cambiaron de parecer.

—¿Ah? ¿Le preguntaste sobre el culpable?

—Pregunté solo sobre tí.

—¿Podrías preguntar por...?

Cauterio #PGP2024Where stories live. Discover now