Capítulo 18: Conversaciones espirituales

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Los últimos pasos que se oyeron por el corredor fueron  los de Lucía que se escapaba a hurtadillas de la Academia

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Los últimos pasos que se oyeron por el corredor fueron los de Lucía que se escapaba a hurtadillas de la Academia. Iba a esperar a alguien en la esquina y no estaba pensando en regresar hasta el amanecer.

Después de que el tac-tac de sus tacones se perdió, la Academia quedó en un silencio oscuro. Esa era la señal para que Helena pudiera salir.

No necesitó de una linterna para moverse por los pasillos, los había recorrido tantas veces que con la memoria espacial le bastaba. Pasó con sigilo frente a las puertas de sus compañeros. Debajo de algunas se veían las luces aún encendidas en el interior.

Cuando logró alejarse de los que todavía estaban despiertos, respiró más tranquila. Caminó con los brazos extendidos, tanteando la oscuridad hasta que tocó la baranda que llevaba a la escalera. La siguió con la mano, todavía cuidándose de no chocar la mesita de corredor que estaba en frente. Logró rodearla sin tumbar nada y seguir la baranda hasta la boca de la escalera. Una vez la pasó, continuó rozando la pared del otro pasillo con la mano. Contó las puertas a medida que avanzaba: cinco a un lado, cinco al otro, las habitaciones de los huéspedes recurrentes. Cuando la pared se terminó, supo que tenía enfrente la habitación de Bina. No había visto a nadie entrar en ella desde el día en que la Maestra murió, pero la habitación no podía estar cerrada con llave. Probó ambos picaportes de la puerta doble hoja y una cedió produciendo un chasquido ínfimo que en el silencio de la Academia se oyó como un ruido atronador.

Entró y cerró la puerta tras de sí, solo así se animó a prender la linterna de su celular para ver qué tenía enfrente. Un juego de sillones y una mesita vacía dominaban la estancia. Helena caminó entre ellos sin esperar encontrar nada relevante. Apuntó la linterna al piso y lo recorrió en busca de algún indicio de que ese lugar había sido la escena de un crimen, pero todo estaría limpio de no ser por la capa de polvo que lo cubría. Notó que no había ninguna alfombra sobre el piso de madera. Recordaba que alguien había mencionado que la sangre de Bina la estropeó, al parecer nadie consiguió recomponerla.

Helena giró apuntando con la linterna a las paredes. Se asustó cuando se vio a sí misma en el vidrio de la puerta ventana que daba al balcón, y de nuevo cuando se topó el espejo a su izquierda, pero nada se compara a cuando descubrió el retrato blancuzco de Bina observándola a su derecha. No se detuvo a ver nada de eso, no buscaba imágenes.

En uno de los costados había un aparador con todo tipo de cajones y puertitas. Con un chasquido de sus dedos, Helena los abrió todos a la vez y miró en el interior de cada uno para no encontrar más que vacío.

Junto al aparado había una puerta que llevaba a otro cuarto donde estaba la cama perfectamente hecha, las mesitas de luz desiertas y un placard que ya empezaba a cosechar telarañas en tanto espacio libre.

Cuando abrió la puerta del baño se produjo un chirrido que le puso los pelos de punta. No encontró dentro más que un sanitario particularmente bonito, pero igual de vacío que el resto.

Cauterio #PGP2024Where stories live. Discover now