El nombre de Saya Wolff resuena noche y día en todos los canales de noticia, y no para de ser tendencia en las redes sociales.
La hija del expiloto austriaco de automovilismo y actual director ejecutivo de Mercedes-Benz, Toto Wolff, no hace más que...
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Por algún milagro desperté antes que él y pude admirarlo mientras aún descansaba, sonreí pensando en lo afortunada que me sentía.
Casi parecía un sueño que después de tantas cosas, estuviéramos así, juntos.
Bañado por la luz del sol mañanero, giro su cuerpo para quedar boca a bajo.
Es difícil creer que está cumpliendo 26 años justo hoy.
Estábamos en Mónaco, en su propia casa, y había decidido prepararle una sorpresa que consistía en tener que fingir que no tenía nada en mente y esperar que no se diera cuenta de que estaba mintiendo. Lo que era posiblemente el peor plan, porque Charles siempre se daba cuenta cuando mentía.
La sábana cubría solo de la cintura para abajo dejando su espalda completamente expuesta, pero me contuve para no tocarlo. Solo deposite un delicado beso en su nariz y mire cómo se contraía como un gato, antes de salir con cuidado de la cama.
Coloque mi almohada en mi lugar para no molestarlo, no puedo evitar sonreír cuando Charles la acerco a sí mismo, acariciando su nariz en la tela mientras inhala mi persistente aroma.
Salgo sigilosamente del dormitorio cuando estoy segura que se quedara dormido, y me dirijo a la cocina.
Sacando los ingredientes del armario, comienzo con cuidado a preparar el desayuno adecuado para mi propia bella durmiente.
Cuando termino, vuelvo a la habitación intentando no hacer ningún ruido y encuentro a Charles todavía sobre la cama, su nariz sigue estando enterrada en mi almohada.
Dejando el desayuno a un lado, vuelvo a meterme en la cama con él.
Paseo mis dedos sobre su espalda, él se mueve y pronto siento su mano en mi cintura, acercándome a su cuerpo.
Comencé a depositar delicadamente besos por todo su rostro. Muy suave, cada vez más insistente a medida que iba despertando.
Sintiendo que Charles comienza a estar seguro debajo de mis labios, me recuesto y observo cómo finalmente se despierta.
Sus pestañas revolotean cuando abre los ojos, instintivamente me busca, enviándome una sonrisa perezosa cuando me ve.
―Mhm. ―gime somnoliento. ―Buenos días, mon amour.
Su voz ronca se desliza más allá de mis oídos haciéndome sonreír.
Me encanta su voz cuando se acaba de despertar.
Si esto va a pasar cada día, creo que quiero quedarme aquí para siempre.
―Buen día, amor.
Lo siento sonreír contra mi cuello y luego comenzar a dejar varios besos esparcidos allí.
―Feliz cumpleaños. ―sonrió, tirando de él en un beso. ―No puedo creer que ahora seas un viejo de veintiséis años...
